Cuando, hace casi un año, Netfilx cortó todas sus relaciones laborales con Kevin Spacey después de que él fuera acusado de abuso por un actor que siendo menor de edad había asistido a una fiesta en su casa, los guionistas de la exitosa serie House of Cards, que comenzó el 2013 y que este año estrenaría su temporada final quedaron en suspenso. El actor principal estaba definitivamente fuera, ¿pero la serie se acababa así?

Un mes después de que se hicieran públicas las denuncias a Spacey, Netflix anunció que habría una sexta y última temporada sólo con ocho capítulos. Los guionistas, que ya tenían escrito el cierre de la historia tuvieron que volver a pensar toda despedida de la serie sin su protagonista. Y vieron en esto una oportunidad para traer a primera fila a uno de sus mejores personajes: el turno de la gran aliada de Frank Underwood, su señora Claire.

Interpretada por Robin Wright, quien a lo largo de cinco temporadas construyó un personaje complejo, intrigante y fascinante, aquí se luce como una viuda impecable y glacial. Como siempre, sabemos poco de lo que le ocurre realmente, pero las pocas veces que accedemos a su interior, la entendemos y queremos que cumpla con sus objetivos. La vemos intentando mantener el mando de Estados Unidos mientras es cuestionada por su entorno más cercano y por el país entero.

Esta nueva temporada aborda varios temas pero, sobre todo, la misoginia. Y se pregunta por el rol de las mujeres en la política, pero la metáfora se extiende a cualquier puesto de poder. ¿Qué diferencia habría si las decisiones que ella toma las hubiera tomado un hombre? Los primeros diez minutos son una joya. Parecen extraídos de una buena película de suspenso en la que seguimos los pasos de Claire con una dirección de arte extraordinaria que usa planos abiertos y simétricos para situarla en escenarios desafiantes para su cargo.

La edición, por su lado, toma algunas decisiones audaces y bien logradas que guiñan a los mejores momentos de la serie. El guión es inteligente, afilado y contempla las dudas propios de los espectadores. "¿Echan de menos a Francis?", le pregunta Claire a la cámara en el la mitad del primer capítulo. Y lo cierto es que no. Que el personaje de Spacey haya desaparecido le da un aire nuevo a la serie. La pregunta por cómo murió se irá resolviendo lentamente mientras avanza la historia, pero esto no es lo importante.

Esta sigue siendo una serie sobre el poder. Lo interesante es ver cómo Claire, a quien hemos visto en segundo plano durante todo este tiempo, hereda el puesto de su marido, pero también sus problemas y redes de apoyo. Se entera de sus acuerdos secretos y también de sus enemigos.

Si antes uno de los puntos altos de la serie era el juego de poder al interior del matrimonio de los Underwood, para esta entrega los guionistas externalizaron el conflicto. Por un lado vuelve Doug Stamper (Michael Kelly), el fiel aliado de Frank, a reparar sus propias heridas y por otro aparecen dos poderosos hermanos republicanos que intentan desestabilizar el poder de la nueva presidenta interpretados por los extraordinarios Greg Kinnear y Diane Lane.

El vacío que dejó el personaje principal es llenado por nuevos y viejos personajes que rinden homenaje a la pregunta más interesante de la serie: ¿qué tan lejos puede llevar a alguien la ambición de poder? ¿para qué se quiere ese poder? ¿para que se usa? A nosotros, como espectadores, esa respuesta es la que nos mantiene alerta.

House of Cards (2018), sexta temporada disponible en Netflix.