Estudiaron a pasos de distancia. Él en Marcoleta con Portugal; ella, en Portugal con la Alameda. Frecuentaron durante años los mismos shows, las mismas exposiciones, las mismas protestas sociales. Pero solo se encontraron por primera vez en 2014, a cientos de kilómetros de Santiago, donde los dos habían ido a vacacionar.
Él, Benjamín, dice que en cuanto la vio y la conoció supo que quería estar con ella. Ella, Sonia, comenta que, aunque él le gustó y se llevaron bien, optó -o al menos intentó- “no pescarlo”.
“Yo en ese momento estaba viviendo uno de los peores años de mi vida. Un amigo había fallecido, venía saliendo de una relación muy tóxica, había sufrido un accidente y estaba teniendo que lidiar con un nuevo brote psicótico de mi mamá, que padece de esquizofrenia”, recuerda.
Para Sonia, no había margen para iniciar una historia de amor. Pensaba que él, tan sonriente, tan livianito de sangre, probablemente no entendería lo que a ella le pasaba. No podría dimensionar lo que significaba estar con alguien como ella. Con todos los conflictos que había en su vida.
Estaba equivocada.
El paso del tiempo
Hablaron poco durante el 2014. Volvieron a encontrarse casi por casualidad en 2015. Sonia no recordaba lo bien que pasaba conversando con Benjamín. Tampoco que tenían tantos intereses en común.
“Un día, nos juntamos para ir al Bellas Artes. Fue como ‘veámonos rapidito y después cada uno sigue con lo suyo’. Terminamos pasando no solo la mañana, sino también la tarde y parte de la noche juntos. No queríamos despedirnos, simplemente no queríamos alejarnos”, dice, entre risas.
Al paso de un mes compartiendo como amigos, Benjamín se le declaró. A ella él ya le gustaba, pero quería vivir un amor más paulatino. Más sano que sus historias anteriores, marcadas por toxicidades y traiciones.
“Además, estaba el hecho de que yo tenía mucho miedo de volverme una carga para él, con todo mi bagaje detrás”, dice.
Él también tenía su bagaje.
Estar juntos
A los meses de estar juntos, a Sonia le sorprendía que Benjamín ya le decía “te amo”, ya le había presentado a todos sus amigos, a su mamá y a su hermano, pero no la llevaba a conocer su casa, donde vivía con su papá.
No quería presionarlo. Ella tampoco le había contado, aún, todos los detalles de su vida.
Un día, cuando finalmente fue a conocer a su suegro, Benjamín decidió contarle todo. “Recuerdo que me dijo que era un hombre que amaba y sufría intensamente. El tío (como le dice Sonia actualmente) había perdido a toda su familia, se había divorciado, y desde entonces entró en una depresión profunda, marcada por el alcoholismo. Cuando Benja me contó eso, lo abracé fuerte y le dije que no se preocupara, que lo entendía”, comenta.
“Me llevé bien de inmediato con el tío. Hoy él me dice ‘hija’. Hemos tenido conversaciones y discusiones como si fuéramos realmente padre e hija. En todos sus procesos, altos y bajos, estamos ahí para él”, afirma.
Poco antes de conocer al “tío”, Sonia le hizo una advertencia a Benjamín: “aún no sabes todo de mí. Hay cosas de mi familia que son muy importantes contarte, pero necesito un poco de tiempo, porque son cosas que muy poca gente sabe”.
Él le dijo que tenía todo el tiempo del mundo para conocerla mejor.
El pasado
No recuerda con exactitud qué gatilló su decisión de escribirle a Benja su historia. Quizás fue una conversación que tuvieron. Quizás fue algo que leyó y que le recordó a su familia.
Lo cierto es que después de varios meses juntos, se puso a escribir. Escribir, escribir, escribir, entre lágrimas. Cuando hizo click en “enviar”, sintió un gran alivio.
“Ahí le conté todo. Los años que mi mamá pasó en el hospital y en los que fui criada por mi papá. Los brotes de esquizofrenia que ella tuvo a lo largo de mi vida. La violencia y el alcoholismo que imperaron en mi casa durante muchos años”, dice.
Pocos minutos después, Benja le contestó el correo. Un mensaje conciso, pero claro: “Si me permites, voy a ser tu apoyo por siempre. Te amo”.
A Sonia le dieron ganas de abrazarlo y no volver a soltarlo.
Nosotros estamos bien, nuestro alrededor no
No hay historia de amor real que quepa en un reportaje o en palabras. Lo cierto es que, desde 2015, Sonia y Benja han tenido que lidiar con muchas dificultades de sus respectivas familias. Los problemas de raíz y tantos otros de la vida, del trabajo, de sus relaciones pasadas (...) surgieron.
“Llega a ser chistoso, porque con Benja discutimos muy poco. Sabemos que nuestra relación no es perfecta, pero es perfecta a nuestra manera. Y muy a menudo, muy, muy a menudo, nos damos cuenta de que comentamos uno al otro: ‘pucha, nosotros estamos bien -¡re bien!-, pero el mundo alrededor no”, dice Sonia.
A casi ocho años del inicio de su relación y a casi nueve de haberse conocido, dentro de los próximos días ella y él se casarán. Como en toda su historia, también la celebración del matrimonio ha estado marcada por los dilemas familiares.
Cuando piensa en ese día, y en lo que vendrá más adelante, Sonia solo se concentra en una cosa: estará con Benja.
Como en la poesía de Mario Benedetti, ella y él se encontraron. Son su amor, su cómplice y todo. Codo a codo -y con un mundo caótico a su alrededor- son mucho más que dos.
*Los nombres de Sonia y Benjamín fueron alterados para proteger a sus familias.