Todos tenemos a alguien en nuestras vidas con quien discutir se convierte en una pesadilla. Con personas que, generalmente, piensan ser dueños de la verdad. Y es que aunque defender los puntos de vista de cada uno esté bien, el problema –o más bien la frustración– se desencadena cuando la conversación muta a un monólogo y no hay espacio para el diálogo.

Sin embargo, eso no significa que este tipo de relación sean dañinas, ni mucho menos. Son ciertos rasgos de algunas personas, que podrían responder a temas de inseguridades, pero que a largo plazo terminan provocando la lejanía o distanciamiento por parte del resto. Porque a nadie le acomoda discutir con alguien que no es capaz de validar la opinión de los demás. ¿Se puede (y vale la pena) volver a intentarlo? Los expertos aseguran que sí.

“A algunas personas, sobre todo quienes cuentan con un perfil más narciso, les cuesta mucho mostrar vulnerabilidad porque creen que el saber menos los convierte en inferiores frente al resto. Es una técnica para fortalecer la seguridad y autoestima ya que el hecho de tener la razón los valida de alguna manera”, explica la psicóloga clínica especialista en adolescentes y adultos, Viviana Sosman.

Y es que quienes suelen desarrollar este tipo de personalidad se sienten inferiores y necesitan aferrarse a algo que les brinde autoridad frente a ciertas situaciones. “En el narciso hay un aspecto muy competitivo. Uno es el que sabe y el otro es el que no. Por eso cuando discute puede ser muy cerrado en sus ideas y se niegue a ceder. Esto sucede porque, en lo más profundo de sí mismo, se menosprecia. En cambio una persona más segura puede tomar puntos de vista de otro sin sentir que se está pasando a llevar o perdiendo su validez”, agrega Viviana.

El psicólogo clínico de la Universidad Católica, Eduardo Herrera, concuerda con que esto podría, en algunos casos, asociarse a problemas de autoestima e inseguridad, sin embargo, reconoce que también es algo muy propio del ser humano. “Todos tenemos cosas por las que nos cuesta ceder. Si una persona está debatiendo sobre el aborto, por ejemplo, lo más probable es que defienda su postura hasta la muerte. Pero hay una gran diferencia entre sentir que tienes la razón o creer que los argumentos del resto no son validos. Se trata de entender lo que la persona está defendiendo y no necesariamente estar de acuerdo. La clave está en ser respetuoso, escuchar a la otra parte y entender que su verdad es igual de importante que la de uno”, argumenta.

Además, ambos expertos concuerdan con que esto no implica que todas las relaciones se desenvuelvan de la misma manera. “Hay áreas en las que algunas personas se defienden menos y otras en las que se pone más defensivo. Depende mucho del tema y eso es algo personal de cada uno. En algunos casos reconocen cuáles son sus batalles y en otros no”, dice Viviana. Eduardo agrega: “También depende mucho de las relaciones. Una persona puede ser muy dueño de la verdad cuando discute con su pareja, pero muy abierto al diálogo cuando se vincula con sus amigos. Esto responde al tipo de rol que siente que cumple en cada grupo social”.

Para trabajarlo, ambos aseguran que es importante plantear el problema desde una perspectiva personal. “Para evitar un distanciamiento, mi recomendación es presentar la inquietud, pero más bien como una pena. Como algo que está generando frustración y sin apelar a otro con la intención de atacarlo, ya que esto generará que se defienda. También es importante no aspirar a cambiarle el punto de vista –porque esto al final sería lo mismo, pero al revés– pero sí reconocer sus argumentos, aunque explicándole que uno tiene otros. No hay que basarse tanto en la razón, sino que llegar a algunos acuerdos”, dice Viviana.

La clave está en poner el tema sobre la mesa, pero partiendo por uno mismo y plantearlo desde el dolor propio. Tampoco se trata de culparse, pero es decir que el cómo están dialogando –responsabilizando a ambos– es algo que le preocupa, ya que siente que nunca llegan a buen puerto. Y, además, ser ingenioso a la hora de tratar de un tema. Más que hablar de si se está o no de acuerdo frente a algo e intentar que el otro ceda, el foco debería estar en cómo eso que están discutiendo lo hace sentir a cada uno. Es conversar, no convencer”, concluye Eduardo.