Está lleno de historias y reportajes sobre cómo no debemos dejar que nuestro rol de madre sea lo único que nos dirija la vida. Que somos mujeres primero y que no debemos abandonar nuestros sueños, proyectos, ni vida social por la maternidad. Siempre estuve de acuerdo con todo esto. Además de no haber estado nunca muy segura de tener hijos, era una convencida de que la maternidad no puede convertirse en lo único en la vida.
Recuerdo perfectamente una vez que pasé a buscar a una amiga para que fuéramos a un cumpleaños. Su hija menor hizo un escándalo y ella no quiso salir porque le dio pena. Lo encontré insólito. Y pensé: “mi amiga lo está haciendo pésimo, cómo va a dejar de salir solo porque su hija lloró”. Pensaba que se había dejado manipular. Ella luego me contó que no se habían visto en todo el día. Pero mi opinión no varió.
Me costó mucho tomar la decisión de tener hijos, hasta que me di cuenta de que sí quería formar una familia. Cuando quedé embarazada tenía un viaje planeado a México junto a mi mamá y mi hermana, además de otro a Nueva York con mi marido. Siempre me ha gustado viajar y estaba empecinada en pensar que la maternidad no me iba a cambiar en nada, así que los hice igual y los disfruté a concho.
Pero todas mis palabras y discurso empoderado me lo tragué cuando nació mi primera hija. Y es que todas las frases cursis que había escuchado sobre la maternidad, se hicieron realidad. Fue increíble conocer ese amor indescriptible e inmenso, un amor que jamás había sentido.
El momento de tener que volver a trabajar fue horrible. Era feliz cuidándola en la casa, lo pasaba bien con ella y no quería perderme de nada. Soy dentista y al CESFAM donde trabajo me demoré más de ocho meses en volver. Y a la consulta, más de un año. Mi vida social disminuyó y, a pesar de que siempre me gustó salir y volver tarde, dejó de hacerme falta. No extrañaba esos panoramas pues era feliz con mi guagua en la casa.
Mientras esperaba a mi segunda hija nos fuimos a Europa los tres. Ha sido el viaje más lindo de mi vida. Habíamos ido antes con mi marido y lo habíamos pasado increíble. Pero viajar con nuestra hija y ver todo a través de ella fue impagable. Por supuesto que este viaje fue 100% distinto a todos los otros que había realizado. No fue posible comer a cualquier hora, salir a caminar hasta tarde sin preocupación, irnos a tomar algo en la noche, ir a museos. Pero eso no me importó. Con mi marido nos reíamos pensando, mientras la acostábamos, qué habríamos estado haciendo a esa hora en otras circunstancias.
Pasó el tiempo y volví a vivir la situación que años antes había experimentado con mi amiga, pero ahora siendo yo la protagonista. Con mi marido habíamos quedado de salir en la noche a la casa de unos amigos, pero mi hija se puso a llorar desconsolada. Me abrazaba fuerte. Y ahí me dije: fregué. Y no salí.
No hay nadie que me haya conocido antes de ser mamá y que no se sorprenda de mi vida actual. Quien te viera y quien te ve, me han dicho incontables veces. Desde que nació mi primera hija trabajo mucho menos que antes y por lo tanto gano mucho menos también, pero lo hago sin ninguna culpa o resentimiento, ya que no veo el sentido de matarme trabajando y no estar con ellas en una etapa donde son tan pequeñas y nos necesitamos tanto. Soy consciente, además, de que no todas las mujeres pueden optar a elegir, y por eso soy sumamente agradecida.
Se habla mucho de que la mujer sacrifica su carrera por los hijos, pero no pensamos que el hombre, muchas veces, también se sacrifica. Mi marido llega corriendo del trabajo a jugar, dar de comer, mudar y hacer dormir. Cada minuto lo aprovecha a concho y daría lo que fuera por poder estar más tiempo con ellas, sin embargo, el peso de los gastos de la casa está más inclinado hacia él en estos momentos. Y es que él también se está sacrificando. Mi elección de quedarme más tiempo con mis hijas ha sido a costa suya.
Quiero dejar una foto mental de mis hijas en estos momentos, de sus manitos chiquititas, sus voces, los regaloneos en la mañana, sus ocurrencias y sus primeras veces. Sé que soy tremendamente afortunada en todo sentido, tengo unas hijas maravillosas, perfectas a mis ojos, y por eso también sé que cuando mire hacia atrás no me voy a arrepentir de nada.
Siento que estoy viviendo la etapa más linda de mi vida y no quiero desaprovecharla.
Bárbara (38) tiene dos hijos y es cirujano dentista.