Algunas personas solemos pensar que el pasado siempre fue mejor. Vivimos de recuerdos, añoramos épocas, extrañamos a personas. Somos nostálgicos, como diría el médico suizo Johannes Hofer, quien creó a finales del siglo XVII este término que deriva del griego nos (hogar) y algos (dolor) para describir el estado de ánimo de los soldados suizos que luchaban fuera de su país. Eran personas que, según sus palabras, extrañaban la ambición incumplida, la masturbación, la comida inusual y el amor.
El problema es que este sentimiento podría distorsionar la realidad, ya que nos permite recordar solo las cosas buenas del pasado. Así lo aseguró el psiquiatra español y profesor de King’s College London, Rafael Euba, en una entrevista. “La nostalgia se compone de brochazos muy simples que nos impiden ver el pasado con exactitud. Además, es muy atractiva, porque el pasado tiene una pureza y una candidez que ni el presente ni el futuro poseen. El pasado no crea ansiedad. Y el presente y el futuro, siempre. Esa es la razón de que aparezca la nostalgia”.
Y parece ser que por esto –entre otras cosas– es recomendable permitirse un determinado tiempo a solas antes de decidir retomar una relación. Porque, querámoslo o no, nuestra memoria es altamente selectiva. “Los seres humanos tenemos mecanismos de autoengaños que nos permiten mantener un sentido de identidad que permanece en el tiempo. En el caso de las relaciones amorosas, cuando está la duda (y no se trata de algo tajante) quiere decir que hay recuerdos malos, pero también buenos. Y como decidir terminar o darse un tiempo implica enfrentar un fracaso, algunas personas acuden a la nostalgia y se aferran a los recuerdos buenos como un método de supervivencia. Porque te ayuda a justificar el tiempo con el que estuviste con la otra persona”, explica la terapeuta y directora del Colegio de Psicólogos, Isabel Puga.
Para la psicóloga clínica con magíster en terapia familiar y de parejas, Pamela Larraín, esto también depende de las razones del quiebre. “Hay relaciones que terminan porque deciden no estar juntos y otras para resolver un conflicto. Y lo que tiende a pasar en estas últimas es que una vez que la situación se enfría, terminan volviendo al poco tiempo sin que quede nada solucionado. Porque después de un quiebre, es absolutamente normal que venga un bajón que incluya nostalgia, dolor y duda”, dice.
Sin embargo, su recomendación, es permitirse sostener aquellas emociones por un periodo de tiempo. “Separarse o tomar distancia supone una crisis. Hay quienes la viven antes de tomar la decisión y a otros que les llega después. Cuando uno se separa suele estar impulsado por la rabia y después, una vez que esa rabia se va diluyendo, se encuentra con los momentos buenos de esa persona. Pero eso no es suficiente para retomar una relación. Lo que sí es suficiente es ver si ese tiempo te permite conectarte con lo que no estás pudiendo ver dentro del conflicto”, asegura Pamela.
Para ambas especialistas, la clave está en cómo se vive ese distanciamiento. Y es que no es lo mismo decidir dar un paso al lado pero manteniendo el contacto. Isabel Puga lo explica así: “Para ver las cosas con mayor claridad y poder desprenderse un poco de los pensamientos que nos aferran al otro, es importante darse un distanciamiento significativo. Esto implica, además de la distancia física, apelar a la emocional. Y también es súper importante evitar caer en aquellas conductas propias de la sociedad actual, como buscar otros mecanismos de conexión, porque eso podría provocar, en algunos casos, que las personas vuelvan a recaer o les cueste más recuperarse”.
Un estudio realizado en 2011 por la psicóloga Tara C. Marshall, de la Brunel University de Londres, demostró la influencia que tienen las redes sociales en la superación de una ruptura amorosa. Luego de analizar a 464 estudiantes, concluyó que el 54% seguía siendo amigo en Facebook de su ex sin apenas mantener el contacto, el 25% lo había eliminado y en el 12% de los casos la expareja se había adelantado a borrarlo. Para llevar a cabo la investigación se les pidió que respondieran una serie de preguntas como “¿Con qué frecuencia te fijas en el perfil de tu ex?” o “¿Cuántas veces consultas su lista de amigos?”, y que luego expresaran sus sentimientos hacia esa persona. Los resultados revelaron que las personas que ingresan con más continuidad al perfil de su expareja experimentan más emociones negativas y tienen menos posibilidades de recuperarse del quiebre.
“El distanciamiento te ayuda a tener una mirada más integral de la relación, pero no se da solo. No significa que separándote vas a encontrar la respuesta, sino que hay que hacer que ese tiempo valga la pena. No se trata de que el tiempo cure. Lo que cura es el trabajo que le dedicas. Y esto no depende de un número, sino que es súper personal”, dice Pamela. “Yo recomendaría no tomar la decisión de volver a la rápida porque la separación implica dudas. Primero, hay que decantarlas y cuando se esté más tranquilo, se piensa en una decisión. Además, hay algunas personas que vuelven por miedo a la soledad o al dolor y, en ese sentido, concuerdo con que la nostalgia nos hace ver el pasado como un espacio seguro. Pero tampoco hay que satanizarla. El tema es no depender tanto”, concluye.