Las opiniones sobre el teletrabajo son diversas. Hay quienes prefieren esta modalidad, mientras que otros –por diferentes razones– anhelan volver a sus espacios de trabajo. Yo formo parte de este último grupo. Y es que aunque me encante estar en la casa, no se me ha hecho fácil lidiar con las miles de distracciones a las que estoy expuesta diariamente. Necesito silencio, estar rodeada de personas que estén haciendo lo mismo que yo y saber que lo único que tengo que hacer en la oficina es trabajar. En mi casa, en cambio, las opciones son infinitas.
Como consecuencia, concentrarme se ha transformado en una odisea que me ha hecho recordar mucho a mi adolescencia, época en que fui diagnóstica con Trastorno de Déficit Atencional. Porque pese a que he construido herramientas para enfrentarlo, siento que en el encierro he tenido que volver a buscar algunas técnicas para controlarlo.
La neuróloga infantil Carolina Yáñez, del Centro de Terapia del Comportamiento, explica que quienes tienen esta condición podrían verse complicados con el teletrabajo por una serie de razones. “Lo que ocurre es que hay una alteración del circuito en la corteza prefrontal que se relaciona con las funciones ejecutivas. Y como consecuencia, no solo falla la atención, sino que el control de impulso y las memorias de trabajo que tiene que ver con la secuencia de cosas”, dice. En relación a este último punto, la especialista argumenta que todas las personas siguen una secuencia de pasos, pero quienes tienen este trastorno les cuesta seguir esa secuencia porque tienden a la desorganización. Y que, por consecuencia, se sienten más abrumados o estresados que el resto.
Sin embargo, a medida que uno va creciendo –y junto a la ayuda de especialistas– se van creando diferentes técnicas para sobrellevar el déficit, como funcionar con rutinas y horarios establecidos. Las mujeres, según el psiquiatra especialista en Trastorno del Déficit Atencional en adultos de Clínica Las Condes, Lister Rossel, aprenden a hacerlo mejor que los hombres. “Estas personas tienen una tendencia a la acción que podría ser más de impulsividad. Y para controlarlo, las mujeres adultas aprenden a autoreprimirse, entonces se ve una cosa más obsesiva en ellas. Como que llevan agendas bien gordas, llenas de papelitos y son bien organizadas, porque tienen la necesidad de controlar la información que reciben. Aprenden a ser buenas alumnas y se imponen esta obsesión que las ayuda a balancear el trastorno”.
El problema, entonces, comienza a aparecer nuevamente cuando esta organización se ve alterada. Y, además, nos enfrentamos a un espacio lleno de distractores. “El teletrabajo podría ser más agobiante para este tipo de personas ya que son mucho más reactivos a estímulos externos. Por ejemplo, es muy fácil que se distraigan con las cosas que hay alrededor, como una foto o un libro. Por otro lado, cuando uno está presenciando algo en persona, los estímulos son más tangibles. Si estoy dentro de la una sala de reuniones me puedo concentrar más, pero si estoy mirando un computador, es fácil que se desconecten con lo que está pasando”, explica Carolina.
El psiquiatra concuerda: “las aplicaciones como Zoom son un gran desafío para las personas con Déficit Atencional, porque el mono del cerebro empieza a dar vueltas en la mente y los estímulos te sacan con más facilidad. Además, no hay una conversación directa y esperar su turno provoca que, al no estar involucrados, se distraigan fácilmente”.
Para sobrellevar esto, el especialista explica que la clave está en volver a armar una rutina en la que se puedan organizar los tiempos. “La estrategia TOP tiene que ver con cómo uno puede organizarse para agobiarse lo menos posible. La T alude al tiempo, la O a la organización y la P a la priorización. Es decir, es importante que para una rutina haya horarios establecidos por un orden de importancia, ya que quienes tienen este déficit suelen poner las cosas en el mismo plano, entonces la priorización los ayuda. Esto es obviamente es más difícil desde la casa, porque uno cumple diferentes roles y porque estaba acostumbrado a que las prioridades las estableciera el ambiente”, cuenta. Además, recomienda que las reuniones virtuales –si es que se puede– no sean con muchas personas para que haya una conversación más directa y que duren no más de 45 minutos.
Carolina agrega que también es importante manejar el entorno. “Hay que controlar los factores ambientales y preocuparse de elegir un espacio que sea lo más neutro posible. Que no cuente con elementos que puedan distraer y optar por un lugar en el que haya silencio. Además, ojalá, se pueda elegir el horario en el que uno funcione mejor y dejar por escrito las cosas que hay que hacer para evitar que, por el tema cerebral mencionado anteriormente, se vuelvan a desorganizar”.