Francisca Fuenzalida (45) y su marido tomaron la decisión de separarse de manera definitiva en abril de este año. En plena pandemia. Habían estado juntos durante 17 años, pero ya hace un tiempo sus diferencias se volvieron evidentes y difíciles de esquivar. En octubre, para el estallido social, no pudieron evitar reflexionar respecto a lo que realmente querían para sus vidas; se habían dedicado a criar a sus hijos y a ser familia, pero la verdad es que habían dejado de ser pareja hace mucho tiempo. Y determinaron que había que tomar una decisión.

El proceso, como explica Francisca, que en realidad se venía arrastrando hace tiempo, tuvo sus momentos álgidos entre medio de dos grandes crisis a nivel país. El estallido y la crisis sanitaria. Y fueron esas instancias, que removieron a nivel social, las que también hicieron que se cuestionaran a nivel individual. “En esos meses, entre octubre y abril, reflexionamos si es que estábamos juntos porque queríamos o meramente por rutina. Nos dimos cuenta que nos desconocíamos y que nuestros gustos y búsquedas personales ya no congeniaban. No estábamos felices y nos habíamos abandonado hace rato. En el fondo, las crisis externas evidenciaron las propias”, relata.

Sus amistades les advirtieron que estos no eran tiempos para tomar decisiones radicales. Pero ellos ya estaban seguros: el contexto era incierto y probablemente les costaría, pero no querían sostener un matrimonio únicamente por miedo a lo que podría pasar si es que se separaban. En abril, finalmente, su marido se cambió a otro departamento, donde actualmente recibe a los hijos cada 15 días. En este tiempo Francisca ha hecho de todo. Lo primero, según cuenta, fue meterse a sus redes sociales y enterarse de la vida de muchas personas que no veía hace tiempo. Luego vino el momento de descargar aplicaciones para hacer deporte, pero el entusiasmo duró poco.

Al mes, sintió pudor por las fotos que subían sus amigas de sus cuarentenas “gourmet”. “Hay gente que no ha podido salir a trabajar y por ende no tiene qué comer”, pensó. “Veía cómo hacían panes que podrían alimentar a toda una familia y se me partía el corazón”, cuenta. Se pasó, al poco rato, a la astrología. Leyó el horóscopo con frecuencia y luego el tarot. Buscaba que algo o alguien le entregara respuestas. “Lo que busco, en realidad, es volver a encontrarme conmigo misma, volver a ser la persona que siento que abandoné y volver a saber qué es lo que me motiva. No he encontrado las respuestas aun, sé que será un proceso largo y es medio kamikaze hacerlo en estos tiempos, pero ya no podía seguir postergando la decisión”.

La pregunta es por las expectativas que tenemos una vez que tomamos la decisión de separarnos y la realidad que enfrentamos. La psicóloga y directora de la unidad de parejas y sexualidad de la Red de Salud de la Universidad Católica, Gianella Poulsen, explica que cuando se termina una relación hay que darse el tiempo para entender qué pasó con una misma y por qué no funcionó. En ese sentido, es valioso aprender de la experiencia pasada para no volver a repetirla. “Este contexto nos regala la posibilidad de buscar adentro en vez de buscar hacia fuera. Cargamos con relaciones que no nos satisfacen una y otra vez, y eso se debe a que no las elaboramos una vez que se terminan”.

Frente a una separación, según explica la especialista, hay que hacerse preguntas del estilo: ¿Qué pareja quiero ser? ¿Qué tengo que aprender de la relación pasada? ¿Cómo expresé mi amor? ¿Cuánta conexión teníamos realmente? Y, quizás la más compleja: ¿Qué podría haber hecho de manera distinta?

Según el estudio Attributions in Marriage: State or Trait? -realizado en el 2000 y disponible en National Library of Medicine-, en el que se analizó de manera longitudinal a parejas de recién casados, se estableció que la mayoría de las personas solemos atribuirle a nuestra pareja la culpa de las diferencias que nos aquejan. Se reveló también que quienes culpaban al otro repetitivamente de rasgos o características inherentes, estaban mayormente insatisfechos y tenían mayores probabilidades de llegar al divorcio.

Y es que, como explica el psicólogo clínico, terapeuta de parejas y director del Centro Clínico CEPPAS, Antonio Godoy, cuando las parejas se separan es porque creen que van a estar mejor con otra persona. Lo que pasa, según explica, es que muchas veces con el paso del tiempo se dan cuenta de que sus problemas no necesariamente se debían al otro. “Uno se separa y dice ¿ahora qué? Si seguimos con las mismas expectativas o creencias que teníamos antes y no pasamos por un proceso introspectivo y de reflexión, en general lo que va a pasar es que nos vamos a repetir el plato. Si uno cree que para estar mejor las cosas tienen que estar mejor afuera, y deposita sus expectativas únicamente en eso, se va a frustrar y va a sufrir”, explica. “Se trata de cuestionarse las propias creencias. Porque no hay expectativas más nocivas que las que tenemos respecto a cómo debe ser el amor”.

En este sentido, Godoy explica que son nuestras expectativas y creencias centradas en el futuro –que a su vez tienen que ver con nuestros deseos y proyecciones– las que nos hacen pensar que existen ciertos estándares de vida a los que hay que llegar. “Tenemos una construcción de mundo, que toma nuestra propia historia y la proyecta, que nos hace pensar que si somos de tal manera, eso supone un control sobre nuestra propia existencia. Y tomamos esta teoría como si fuese una verdad absoluta. Lo que podemos predecir, y controlar, nos hace sentir más seguros. Pero tenemos que saber que los eventos dolorosos e incontrolables van a ocurrir. Si seguimos pensando que no deben ocurrir, vamos a sufrir constantemente”.

Por eso es importante, según el especialista, evaluar nuestras propias expectativas. ¿Qué fue lo que me llevó a frustrarme con la pareja y por qué supongo que eso debe ocurrir así? Godoy explica que en su experiencia, cuando las mujeres se separan, las mueve la idea de que no pueden cambiar al otro y que pueden encontrar a alguien que esté más sintonizado con ellas. Eso las moviliza. “Creemos muchas cosas, pero las investigaciones longitudinales del psicólogo clínico estadounidense John Gottman y su Laboratorio del Amor dan cuenta que las parejas mayormente felices son las que asumen que el 70% de los problemas o dificultades de parejas no tienen solución". El secreto está, según sus análisis, en conocerse a uno mismo y al otro y desarrollar habilidades comunicativas, confianza mutua e intimidad.

Por su lado, la terapeuta familiar y académica de la Universidad Diego Portales, Claudia Lucero, explica que las expectativas que tenemos frente a una separación pueden ser variadas y dependen del tipo de separación, los motivos y explicaciones de cada uno. “No hay una manera correcta ni aprobada, y a veces es difícil imaginar lo que la otra parte vive o requiere”, dice. “La incertidumbre es un tema que cubre ahora todo lo que pensamos y hacemos”.

Porque como explica Godoy, las crisis de las parejas se manejan pudiendo mantener cierta distancia y teniendo distracciones. Pero en tiempos de confinamiento y crisis, eso no es posible, por lo que muchas de las decisiones se están tomando desde la emocionalidad. Una emocionalidad que solo se ha intensificado y que no se puede regular como sí se regula en otros contextos. Pero eso no es necesariamente malo. Lo importante es saber que mientras sigamos teniendo expectativas o creencias rígidas, estamos destinados a incurrir en grandes frustraciones si es que no las cumplimos. “Creer que por separarnos todos nuestros problemas van a desaparecer, no es correcto. Ahí hay una creencia de que el mundo tiene que cambiar para poder estar bien, pero es al revés. Mientras se sepa eso, está bien encaminado: porque es uno el que tiene que cambiar la visión de mundo, esa es la premisa básica del cambio humano”.