Estoy en cuarto año de ingeniería, carrera predominada por hombres. La semana pasada, dadas las circunstancias actuales, con un grupo de trabajo tuvimos que organizarnos para hacer una presentación por Zoom. El tema a tratar era sobre un contenido que manejaba a la perfección, porque lo había trabajado antes. Incluso fui yo quien lo propuso. También fui la que organizó los documentos que cada uno iba a leer y días antes de la exposición, armé una reunión virtual para coordinar cómo la presentaríamos.
En esa reunión –en la que participaban 5 hombres y 2 mujeres– definimos que uno de mis compañeros iba a presentar. Cuando surgió la propuesta, bajo el argumento de que “él se manejaba mejor”, asentí sin cuestionarlo.
Así llegó el día de la presentación y expuso, con mucha ayuda mía. Fue todo un éxito, pero a pesar de la buena respuesta de parte de los profesores, me quedé con un sabor amargo. Era yo la que había hecho gran parte del trabajo y todos los créditos se los llevó él. Y no era eso lo que me hacía más ruido, sino el hecho de que cuando surgió su nombre como expositor, incluso a mí me pareció bien, porque de verdad pensé que lo iba a hacer mejor.
Si pienso en mis cuatro años de carrera, probablemente esto se ha repetido varias veces. Sé que mis compañeros me han explicado y vuelto a explicar materias usando un tono condescendiente. No tengo claro si es porque mi carrera se considera masculina y entonces en ese ambiente los hombres nos ven a las mujeres como menos capaces, pero eso permeó de tal manera mi forma de pensar que terminé auto convenciéndome de que ellos, en esta área, son más competentes que yo. Y que por ende tengo que ganarme un espacio para estar allí. Que necesito constantemente validarme.
Si bien mi Facultad es una suerte de experimento de estas conductas porque se trata de un rubro muy machista, creo también que es un vicio que está presente en toda la sociedad. Basta mirar a nuestro alrededor. Las mujeres solemos intervenir menos en público porque se nos ha educado desde la inseguridad y en la autolimitación, a diferencia de los hombres, a los que se les entrega un exceso de confianza para apoderarse de los espacios públicos. Ellos crecen viendo hombres a cargo.
Pienso que esto es porque tradicionalmente el papel del hombre se ha asociado a la autoridad, han sido sujetos importantes, presidentes, grandes científicos, en cambio la mujer ha tenido un papel secundario, subordinado, al que hay que proteger. En este sentido, entiendo que cuando se trata de materias donde ellos han dominado históricamente se sientan con la libertad de explicarnos las cosas una y otra vez, a pesar de que nosotras en ocasiones manejemos el tema mejor que ellos. Porque eso a mi también me ha pasado, como en esta última presentación.
También creo que esto es una cuestión generacional. Dudo mucho que las chicas que ahora están en el colegio tengan mi misma postura o la de mis compañeras cuando les toque enfrentarse al mundo laboral, porque es parte de un periodo de aprendizaje. Nunca antes en la historia hombres y mujeres se habían relacionado en igualdad, como se está intentando actualmente. Este proceso pasa por dejar de lado la condescendencia y la actitud paternalista de ellos sobre nosotras, con el objetivo de que todos nos sintamos más cómodos en nuestras relaciones.
Por mi parte, espero que llegue el día en que sea capaz de levantar la voz cuando crea que estoy más preparada que un hombre al momento de liderar un proyecto, y que mi inseguridad no me limite. Sé que no va a ser fácil, menos en mi carrera, donde siempre tendré que lidiar mayormente con hombres, pero el hecho de proponérmelo siento que ya es un primer paso.
Constanza Gutiérrez (24) es estudiante de ingeniería.