La dinámica de pelearse y reconciliarse parecer ser la tónica de las series y películas adolescentes. El nuevo hit de Netflix Never have I ever muestra cómo, constantemente, un grupo de tres amigas se relaciona de esta manera. Devil, la protagonista, sufre la pérdida de su papá y en su proceso de evitación se obsesiona con un compañero de clases. Sus amigas, en cambio, pasan totalmente al olvido. La situación se tensa cuando una de ellas es abandonada por su mamá y Devil prefiere hacerle un favor a la hermana de quien le gusta, antes que acompañarla en ese momento. A raíz de eso hay una discusión que termina en pelea y distanciamiento. Sin embargo –alerta de spoiler– al final de la serie terminan reconciliándose, pese a que Devil tampoco demuestre tantas señales de arrepentimiento.

Otra de las novedades para adolescentes es la serie italiana Summertime, cuya dinámica termina siendo muy similar. Su protagonista pierde la cabeza por un motociclista y termina dejando de lado a sus dos amigos incondicionales. Y lo peor es que uno de ellos está enamorado de ella y cuando se dan un beso, ella aplica la técnica de desaparecer y dejar de responder sus mensajes, básicamente hace ghosting. ¿El desenlace? –alerta de spoiler otra vez–, cuando la historia está a segundos de concluir, se reúnen nuevamente.

Es indiscutible que la amistad es un vínculo que se vive de diferentes maneras. Aristóteles, de hecho, las agrupaba en tres: de utilidad, placer y perfecta. Pese a que las dos primeras no impliquen una relación negativa, es la última la que clasifica como la más saludable. Y es que en esta amistad, más allá de la utilidad o el placer, existe un aprecio sincero por el otro por como realmente es. Son relaciones que perduran en el tiempo y que logran superar aquellos obstáculos que aparecen en el camino.

Sin embargo, esto también invita a reflexionar sobre hasta qué punto podemos perdonar a un amigo. Porque aunque la mayoría apueste por un tipo de amistad duradero, hay momentos en lo que es necesario poner un límite. Uno que, al parecer, el mundo cinematográfico adolescente se niega a creer y que termina generando ciertas expectativas por parte de sus consumidores.

Pero primero, ¿qué es el perdón? Jeffrie Murphy, profesor de derecho y filosofía de la Universidad Estatal de Arizona ha escrito sobre el tema durante años. Según constató en el New York Times, perdonar es "un cambio de opinión hacia alguien: superar los sentimientos de ira y resentimiento que generalmente se producen por haber sido perjudicados por ese alguien".

Para la psicóloga clínica de la Universidad Diego Portales, Soledad Grunert, la línea entre lo perdonable y lo que no lo es, depende de los propios límites que tenga cada uno. “El perdón es una decisión, no un sentimiento. Es una manera de cortar con eso que me está haciendo daño y decidir seguir adelante. Pero para hacerlo, es importante tener claro cuáles son las cosas que realmente transgreden mis códigos personales. Si una persona sufrió de abandono, por ejemplo, es muy probable que dentro de las cosas que no tolera se encuentre esa. Todo depende del daño que ese error le provocó y cuánto la transgredió”, explica.

Pero esto no significa necesariamente que incluso ese error sea imperdonable. “El propósito de las disculpas es la clave. Si quien las pide tiene una consciencia de su error, está realmente arrepentido y puede empatizar con la situación, se podría trabajar el proceso del perdón, siempre y cuando, ese vínculo tenga una significancia positiva y que la disculpa cuente con un sustento que no surja del miedo o la culpa personal”, cuenta Soledad.

La frecuencia también es importante. La experta indica que, si se trata de una conducta aislada, las posibilidades de perdonar podrían ser mayores. “Si una relación se sostiene en el error y el perdón, no es sano. Hay perfiles de personas que son más complacientes y tienden a aceptar las disculpas sin ser conscientes del daño qué les provocó porque no saben cuáles son esos códigos inviolables. En muchos de estos casos se percibe que hay una falta de referentes y vínculos estables y fuertes. En la adolescencia, además, esto se repite porque el sentido de pertenencia incrementa en esa etapa, al igual que el miedo a ser marginados”.

Pero para Jeffrie Murphy, es importante diferenciar entre el perdón y confiar nuevamente en alguien. Para ejemplificarlo argumenta que es posible que una persona esté dispuesta a perdonar a un negocio que arruinó un trato, sin embargo, decide no volver a trabajar con ese negocio. O perdona a una pareja abusiva, pero nunca más vuelve a tener una relación con esa persona. O incluso, perdona a quienes cometieron un delito, pero aún así creen que deberían ser castigados.

Soledad concuerda con esto. “Perdonar no tiene que ver con retomar una relación. Uno puede perdonar y decidir tomar una distancia emocional saludable, sobre todo cuando esa conducta que provocó daño se convierte en un patrón. Yo trabajé muchos años con víctimas de relaciones abusivas y, a medida que van resolviendo, muchas veces llegan a un punto en el que deciden si perdonan o no. Es una manera para soltar y dejar ir aquello que está haciendo mal internamente. Es, de hecho, una decisión de auto cuidado”, concluye.