LA PREGUNTA
“Antes las familias tenían más hijos, había primos y mucha más vida de barrio. Ahora es más común vivir en departamento y tener un solo hijo. Pienso que eso mismo les genera culpabilidad a las madres, especialmente lo he visto este tiempo de confinamiento. Porque al final, lo más estresante es ver a los niños solos y sentir que es una obligación de los padres entretenerlos todo el tiempo. En ese sentido ¿es mejor tener más de un hijo para que se hagan compañía? ¿Les afecta a las niñas y niños ser el hijo único?”.
Ana Carolina Abbott, científica.
LA RESPUESTA
Efectivamente se trata de una tendencia. Según un estudio realizado por el sociólogo de la Universidad Católica, José Olavarría, sobre la base de datos de la encuesta Casen, en 2011 las familias con un solo hijo ya representaban el 58,4% de los hogares con hijos en Chile. Según el experto esta cifra sigue incrementándose y en 2015 este modelo representaba el 64,7% de las familias en el país. La misma tendencia se confirma en los datos del Censo 2017, los que registran que la paridez media –el promedio de hijos que las mujeres han tenido a lo largo de su vida fértil– pasó de 1,6 en 2002 a 1,3 en 2017.
Si bien los expertos coinciden en que la principal razón está asociada al costo de la vida actual y al aumento de la participación femenina en el mercado laboral, hay otro factor relevante y que pone foco en las consecuencias que tiene el ser un hijo único. Y es que de a poco se ha ido derribando la mala fama de los hijos únicos, que siempre han sido catalogados como egoístas y caprichosos.
La psicóloga infanto-juvenil de Vidaintegra Karina Navarro, dice que la personalidad depende más de las herramientas que ofrecen los padres que de la condición de hijo único. “El entorno familiar de la niña o niño podrían causar un problema en su personalidad si es que solo les muestran una realidad en la que se les complace en todo. Esa niña o niño al enfrentarse socialmente a otras y otros menores, podrían tener conflictos al darse cuenta que no todo puede ser como y cuando ellos quieren. Pero si los padres ponen límites y normas, y les entregan contención y cariño, no tendrían por qué ser egoístas”.
Ahora, es cierto también que un hermano facilita ese proceso. “La existencia de más de un hijo te fuerza a aprender a manejar ese tipo de situaciones. Porque una madre o padre pueden tener solo un hijo y no darse cuenta de que, por ejemplo, no le están enseñando a compartir, ya que no se dan espacios para hacerlo. Cuando hay más de un hijo surgen situaciones que los llevan a enseñarles antes ciertas conductas”, agrega.
¿Cómo será el futuro con más hijas e hijos únicos?
Hasta ahora no existe evidencia sobre las diferencias en la personalidad de hijos únicos frente a quienes tienen hermanos. Sin embargo, existen estudios –específicamente en China, país donde existe la política de hijo único– que sugieren que los primeros tienen desventajas en el aspecto socioemocional. En estas investigaciones se ha visto que son más temerosos, se arriesgan menos y son más pesimistas.
“Las habilidades que puede tener una persona, el ser astuto o ‘pillo’ como se dice comúnmente, a veces la desarrolla más el segundo o tercer hijo. Porque el primero, o el hijo único, suele estar más abastecido, en cambio los hermanos menores tienen que ingeniárselas para llamar la atención de los padres”, explica Navarro.
Esto –según la experta– se resuelve haciendo que las niñas y niños socialicen más tempranamente con sus pares, ya sea en el jardín infantil o incluso en espacios como la plaza o el barrio. “Cuando hay un otro de edad similar, todo es más fácil. Los niños solos se estresan más, se agotan y les falta la creatividad. Entre pares se aprenden conductas y también hay peleas y celos, emociones negativas que nos ayudan para la vida”, dice.
Y concluye: “Tener un hermano es un aprendizaje, pero esto también depende de cada familia, porque si tenemos a una mamá y un papá estresados por tener más de un hijo y no poder tener un control sobre ellos, es mejor que tengan solo uno. De todas maneras, muchas veces pasa que la llegada de un segundo hijo baja el estrés familiar, sobre todo en el caso de padres muy aprensivos, ya que la atención se focaliza en dos y eso baja la tensión”.