En las últimas semanas, las redes sociales se han llenado de videos sobre la llamada ‘complexión media’ o ‘midsize’. Aunque este término busca alejarse de los estándares de belleza tradicionales y describir una fisonomía distinta, su uso ha generado confusión y ha distorsionado la autopercepción de muchas personas, ya que lo que nació como un intento de representación ha terminado reforzando los mismos estándares que buscaba desafiar.
Este término anglosajón en lugar de ampliar la inclusión, ha creado una nueva forma de exclusión, ya que personas claramente delgadas según los parámetros tradicionales, han comenzado a apropiarse del término. Basta con leer los comentarios en estos videos para notar la frustración de muchas personas, ya que cuando finalmente creían haber encontrado una categoría en la que encajaban en esta sociedad regida por las etiquetas, vuelven a sentirse fuera de lugar. Es triste, porque esta clasificación de cuerpos refuerza la idea de que hay una forma “correcta” de lucir, lo que impacta profundamente en la autoimagen y perpetúa estándares inalcanzables.
Y es que sí, desde siempre hemos sido categorizadas según estereotipos arbitrarios de belleza. La complexión corporal, que depende de factores genéticos y estructurales, incluye el tamaño de los huesos, la musculatura y la distribución de la grasa, y no está directamente relacionada con el peso ni define la salud o la capacidad física de una persona. Comprender la diversidad de los cuerpos es clave, pero en nuestro afán por definir cada forma física, terminamos creando nuevos límites donde no deberían existir.
Nuestra autoimagen no surge de la nada. Se moldea desde la infancia a través de la familia, la cultura, los medios y nuestras interacciones diarias. Aprendemos —casi sin darnos cuenta— qué significa ser “atractivo” según estándares que no elegimos, pero que nos rodean por todas partes.
Cuando estas etiquetas se viralizan, pasan de ser simples tendencias a espejos distorsionados que alteran nuestra percepción personal. La necesidad de encajar puede llevar a conductas extremas y, en muchos casos, contribuir al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). La psicóloga Geraldine Jofré, cofundadora de la clínica Libre Vivir y especialista en el tema, advierte que “estas tendencias refuerzan la comparación constante y profundizan la insatisfacción corporal. Para muchas personas, ver cómo se populariza una nueva categoría, intensifica la dismorfia y genera angustia al sentir que no encajan en este estándar emergente”.
Si bien estas tendencias pueden parecer una forma de dar visibilidad a cuerpos fuera de los cánones tradicionales, terminan reproduciendo la misma lógica excluyente. La necesidad de etiquetar cuerpos refuerza la idea de que hay una manera “correcta” de verse, cuando la percepción corporal es subjetiva y varía en cada persona. Además, los términos ‘gordo’ y ‘flaco’ continúan cargados de connotaciones negativas, perpetuando su uso como insultos en lugar de simples descripciones físicas.
Las complexiones corporales existen, pero no deberían definir nuestra relación con nosotros mismos. Al final del día, lo que realmente importa no es encajar en una norma ajena, sino cómo nos sentimos en nuestra propia piel. La verdadera inclusión no consiste en crear nuevas categorías, sino en celebrar la diversidad y construir un entorno donde todos podamos existir sin la carga de expectativas impuestas.
Es fundamental cambiar el foco hacia la aceptación y el reconocimiento de nuestro cuerpo por todo lo que nos permite hacer y experimentar. En lugar de seguir tendencias que imponen categorías innecesarias, debemos fomentar espacios de apoyo donde cada persona se sienta suficiente tal como es. Ya vivimos en un mundo que nos llena de etiquetas; no necesitamos más formas de encasillarnos, sino más oportunidades para valorar y agradecer lo que nuestro cuerpo nos permite vivir.
Nuestro cuerpo no es un enemigo ni una tarea por completar. Es nuestro hogar y merece el mismo respeto y cariño con el que cuidaríamos a alguien que amamos.
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* Carolina es Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.