En uno de los pasajes del campamento Millantú, en la comuna de Puente Alto, un grupo de mujeres haitianas se reúne en círculo. En el centro, una mujer sostiene un modelo de mama tejida a crochet. Lo usa para explicar, en creol, cómo acoplar correctamente la boca del bebé al pecho. A su alrededor, las demás asienten, algunas con sus hijos en brazos, escuchan con atención.
La mujer que habla está siendo evaluada como parte de una formación de monitoras de lactancia materna, un proyecto desarrollado por la Fundación Leche para Haití que busca responder a una necesidad invisibilizada: la falta de acceso a información clara y culturalmente pertinente sobre lactancia materna dentro de la comunidad migrante haitiana en Chile.
Esta iniciativa surge de la experiencia de esta fundación, que lleva más de 15 años trabajando en el país caribeño para combatir la desnutrición severa en niños y niñas de entre cinco meses y seis años de edad. “Nos dimos cuenta de que no solo bastaba con tratar la desnutrición, sino que también era importante prevenirla. Y la mejor manera de hacerlo, es a través de la lactancia materna”, explica Monserrat Martínez, Directora Ejecutiva de la fundación.
En 2017 comenzaron a formar un grupo de monitoras de lactancia en Haití. Sabían que esta figura es bastante efectiva en otros lugares del mundo, ya que permite bajar los conocimientos a las mujeres y así expandir más la información. Esto era aún más necesario en un contexto en el que las tasas de amamantamiento son bajas: la introducción de alimentos semisólidos ocurre a los tres meses de vida; a los seis meses sólo un 40% mantiene lactancia materna exclusiva y al año este porcentaje se reduce prácticamente cero. Las razones son multifactoriales, entre ellas problemas económicos, climáticos, desigualdad social e inestabilidad política.
Con esta experiencia, hace dos años, la fundación fue invitada a una feria de lactancia materna en Puente Alto organizada por los servicios de salud municipales. “Ahí tuvimos la posibilidad de conversar con las enfermeras y matronas y nos dimos cuenta de que no lograban llegar a las mujeres haitianas por el idioma, el choque cultural y también por los prejuicios que existen respecto de la crianza de estas mujeres”, agrega Monserrat.
Pensaron que la figura de monitoras de lactancia podría funcionar y replicaron el proyecto en Chile. Con el apoyo de un fondo del Ministerio de Desarrollo Social, desde octubre de 2024, grupos de mujeres haitianas son capacitadas para acompañar a las madres haitianas en sus procesos de lactancia. Esta capacitación se realiza en su idioma y con criterios de pertinencia cultural; buscando entender su forma de criar, sin juzgarlas.
Crianza comunitaria y choque cultural
Natalia Montaldo es enfermera matrona y consejera de lactancia. Vivió algunos años en Haití implementando los proyectos de la fundación y es la encargada de la formación de monitoras. Dice que uno de los mayores desafíos de este proyecto ha sido el choque cultural en torno a la maternidad. En Haití, la crianza es un asunto colectivo. “Se entiende que todos y todas las adultas somos responsables de la crianza y del cuidado de los niños y niñas. Entonces, es algo muy compartido. No existe este concepto de apego individual que tenemos tan fuertemente marcado las madres chilenas. También hay una visión distinta del apego. Entonces, se tiende a reprimir un poquito más el llanto en las guaguas, no es como que voy a ir al tiro y lo voy a consolar, se fomenta un poquito más la independencia desde pequeños y pequeñas”, explica Natalia.
En Chile, en cambio, el modelo de apego individualizado es la norma. Y por eso muchas mujeres haitianas son juzgadas por no reaccionar inmediatamente al llanto de su hijo o por dejarlo al cuidado de otras personas. “Se asume que son ‘malas madres’, cuando en realidad solo tienen otra manera de entender la crianza”, agrega la matrona.
A esto se suma que hay muchos mitos y desinformación sobre los beneficios de la lactancia materna, que se han extendido no sólo en Haití, sino que a nivel mundial. Esto tiene su origen en la introducción de la leche en polvo por parte de las industrias lácteas desde principios del siglo XX. En ese momento, las tasas de lactancia materna se redujeron de manera drástica. Posteriormente se han hecho esfuerzos para revertir esa caída, justamente con información sobre los beneficios de la lactancia, pero en Haití no han tenido buenos resultados debido a la falta de una institucionalidad que eduque a las madres, y a un sistema de salud frágil, con una visión más curativa que preventiva de la medicina. Este vacío ha permitido que se propaguen creencias erróneas, como que la leche en polvo es más nutritiva o que la leche materna después del primer año causa parásitos.
Marie (39), una de las mujeres que es parte de las capacitaciones, llegó a Chile hace nueve años. Aquí tuvo a sus dos hijas, en ambos casos cortó la lactancia de manera temprana. “Yo le di un año a mi hija porque mi mamá (que sigue viviendo en Haití) me dijo que yo no podía seguir dando porque eso iba a dañarla. Ahora tengo un dolor en mi corazón por haber cortado la lactancia. Mi hija me lo pidió mucho tiempo, pero yo pensaba que estaba mal seguir. Ahora sé que no es así y al hijo que espero, pretendo darle todo el tiempo que quiera”, dice.
Monitoras, un aprendizaje en conjunto
La idea de formar monitoras de lactancia y no simplemente entregar información o capacitar al personal médico, es que esta figura permite que mujeres de la propia comunidad lideren grupos de apoyo a otras mujeres en la misma situación. “No apoyamos en la informalidad que existe; esto de que si le pregunta la hermana o la vecina, que ya no repitan el mito que escucharon antes, sino que tengan una base un poquito más informada”, explica Natalia. “Son mujeres que van a estar ahí, van a quedarse con estos conocimientos, van a poder acompañar a sus hijas, hermanas y/o vecinas en estos procesos, y así es como vamos sentándolo desde las bases”, agrega.
El enfoque de estas formaciones es el de construir el aprendizaje en conjunto, por eso muchas veces se quedan conversando con estas mujeres, recogiendo historias; validando y entendiendo también lo que ellas saben y sus prácticas. “Acá en Chile, las chicas han sufrido un montón de discriminación, viven en un sector periférico de la ciudad, donde las condiciones de vivienda tampoco son las mejores. Entender su contexto y no juzgarlas, nos ha permitido tener mejores resultados”, complementa la matrona.
Y las mujeres lo agradecen. La directora ejecutiva de la fundación cuenta que “ha sido súper bonito ver cómo ellas también han ido adquiriendo cosas de nuestra cultura, cómo tener más paciencia con los niños, y con mucha confianza también nos cuentan cómo a ellas las criaron de una manera muy distinta”.
Más allá de la lactancia
“¿Por qué no ayudar a una persona que va a tener su hijo por primera vez? Ayudar es bueno. Ayudar a quien no tiene familia cerca, y si me encuentra en su camino, yo pienso que sería una gran ayuda”, dice Diana (29). Ella también dio su examen para titularse como monitora de lactancia y lo aprobó con la nota máxima.
En la capacitación se enseñan fundamentos de anatomía, se explican los beneficios de la lactancia y los mitos en torno a ella. Se les enseña qué hacer si la guagua se queda dormida o si la madre siente dolor. También les enseñan a portear de forma segura para que puedan seguir con sus actividades mientras sostienen al bebé, a extraerse leche si necesitan salir a trabajar y, además, a identificar cuándo es necesario derivar a un centro de salud y cómo hacerlo.
“Hay algunas frases muy bonitas que he escuchado como que la lactancia es un regalo de amor, o se le llama gotas de oro”, dice la encargada del proyecto. Y es que para ellas la lactancia es mucho más que una forma de alimentación, o un ahorro económico al prescindir del gasto por leche de fórmula; es una primera entrada a la prevención de salud.
De hecho, la matrona explica que en contextos críticos como en Haití, es más importante el rol inmunitario de la leche materna que el nutricional. “En ese país, por ejemplo, si tienes una madre con VIH que sabemos que puede contagiar a su guagua a través de la lactancia, igual se recomienda la leche materna, porque con ella evitamos que se muera de otras cosas. Así de importante”. En 2018, un análisis de la OMS determinó que por cada dólar invertido en lactancia materna, se genera un retorno de $35 en beneficios económicos.
Y también porque fomenta el apego y porque está comprobado que cuando toda la familia se involucra en el proceso de lactancia, disminuyen los niveles de violencia intrafamiliar. Por eso –concluye Natalia– “lo que más nos importa es que esto se conozca. Si una madre, teniendo esta información, decide no amamantar, también la acompañamos en su proceso, pero que sea una decisión informada. Que ninguna madre se quede sin amamantar por no tener el apoyo necesario”.