Mujeres que impactan, Paula Cheuque: una vida dedicada a romper el ciclo de la desigualdad desde la infancia

Únete al Club Paula Cocina
Se parte de esta comunidad aprendiendo nuevas recetas, tips y descuentos especiales de Club Paula cocina.
SUSCRÍBETELa sensibilidad de Paula Cheuque hacia la infancia en riesgo social no surgió por casualidad. Se forjó en su propia niñez, marcada por las diferencias que observó desde pequeña. Creció en Valparaíso, en una zona marcada por la marginalidad y el estigma de la delincuencia. Aun así, su infancia fue protegida gracias al cuidado de su familia y una educación basada en valores y disciplina.
“Tenía amigos cuyos padres no eran muy presentes, que estaban hasta tarde en la calle, para quienes no era importante estudiar. Con los años, vi cómo se fueron perdiendo: algunos quedaron atrapados en la droga, otros desertaron del sistema escolar”, recuerda.
Ese contraste la hizo reflexionar sobre el impacto que puede tener el acompañamiento —o su ausencia— durante la infancia. A los 16 años comenzó a hacer voluntariados en hogares de niños y bebés durante los veranos. “Ahí vi de cerca la realidad de la infancia vulnerable y entendí las necesidades y desafíos que viven quienes crecen sin apoyo”, cuenta.
Desde entonces tuvo claro su camino: estudió Trabajo Social con un solo objetivo, generar cambios. “Quería que hubiera más equidad, que los niños tuvieran oportunidades”.
Durante sus años universitarios, llevó a varias compañeras a conocer el barrio donde creció. Quería que vieran con sus propios ojos lo que tantas veces había descrito en clases. En la teoría, la vida de barrio parecía positiva: niños jugando en la calle, vínculos comunitarios. Pero la realidad era distinta. “En estos sectores, la vida de barrio no es buena. Hay delincuencia, violencia, venta de drogas. Los niños normalizan esas situaciones y las replican en sus juegos, imaginando escenas con armas, por ejemplo”, explica.
Fue ahí donde entendió que este ciclo debía romperse.
Construyendo confianza, cambiando vidas
Uno de sus mayores desafíos al comenzar a trabajar fue ganarse la confianza de las familias. Muchos padres y madres veían a las trabajadoras sociales con desconfianza, temiendo que su intervención significara la separación de sus hijos o el envío a hogares de acogida.
Pero poco a poco, una niña se sumó, luego otra. Y así, con el tiempo, más familias comenzaron a confiar. “Los vecinos empezaron a cooperar, aportando lo que podían para crear un espacio donde los niños recibieran apoyo, alimentación y la oportunidad de forjar un mejor futuro”, dice.
Lo que comenzó con unos pocos, hoy acoge a más de 50 niños y niñas que asisten cada día a APYS Construyendo Futuro, la organización fundada por Paula. Un espacio seguro que busca prevenir la deserción escolar, fortalecer la autoestima y mostrar que sí existen alternativas para construir un futuro distinto.
Trabajan con niños derivados desde los colegios, que enfrentan problemas de asistencia, conducta o vienen de entornos marcados por la violencia y el abandono. Además, realizan intervenciones en escuelas, con las que han impactado a más de 700 estudiantes.
APYS promueve valores, desarrolla habilidades sociales y refuerza la confianza de los niños en sí mismos. También entrega herramientas a sus familias y a la comunidad educativa. Todo esto con un enfoque integral: han implementado programas para madres que no están insertas en el mercado laboral, capacitándolas en oficios como peluquería, gastronomía y serigrafía.
Así, la organización no solo transforma vidas individuales, sino que fortalece la cohesión comunitaria, promoviendo el respeto, la empatía y la sana convivencia.
El impacto en la comunidad
Para Paula, ver los resultados del trabajo realizado es un sueño hecho realidad. “Tengo ganas de más. Me gustaría replicar esto en otros sectores, porque creo que es urgente vivir en un mundo más justo, con oportunidades reales y compromiso social”, dice.
Su labor ha sido reconocida: fue nombrada #EmprendedoraImpacta y forma parte de la Red Mujer Impacta, lo que ha visibilizado su trabajo y demostrado que cuando la comunidad, las familias y las instituciones colaboran, los cambios son posibles.
Pero ella no se atribuye el mérito. “Yo solo soy un puente. El verdadero esfuerzo lo hacen los niños y niñas, que desaprenden conductas arraigadas para relacionarse de otra manera con su entorno. También los padres, que confían y permiten estos cambios dentro de sus familias”, concluye.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.