¿Qué es lo que el promedio de las mujeres chilenas están viviendo con esta crisis?

La expulsión del mercado, la invisibilización por parte del Estado y desprotección y falta de garantías de derechos consagrados en la actual Constitución. Esto se debe al modelo de desarrollo económico que tenemos. Un 48.5% de las mujeres insertas en el mercado laboral están en el comercio y los servicios, que dependen del ciclo de crecimiento económico y que son de alta rotación laboral. A esto se suman aquellas dedicadas a emprendimientos informales y las mujeres trabajadoras de casa particular. Todas ellas, al igual que con la crisis financiera de 2008, son las primeras expulsadas del mercado laboral y del sistema. Por otro lado, la pandemia ha develado crudamente la división sexual del trabajo. El cuidado no se contempla como contribución al PIB, como sucede en otros países, y faltan políticas macroeconómicas que tengan un enfoque de género. Como país de la OECD, Chile está retrocediendo vertiginosamente en la ampliación de derechos económicos, sociales y culturales para las mujeres, a pesar de que se avanzó desde 1990 en políticas públicas con enfoque de género. Un ejemplo es el hecho de no haber aprobado el postnatal de emergencia o que no hayan incorporado en las canastas de alimentos toallas sanitarias, desconociendo la menstruación.

En un contexto en donde el tercio de los hogares son monoparentales, y liderados por mujeres, ¿cómo este factor agudiza la pobreza en plena crisis?

Como se ha estudiado en otras crisis económicas, la feminización de la pobreza se agudiza. Hasta la fecha no se ha desarrollado ninguna política pública de emergencia que genere una acción directa a estas familias monoparentales que se están llevando toda la carga de la crianza, los cuidados, el teletrabajo y la contención emocional y material de la pandemia. Si no se reacciona con celeridad, Chile alcanzará niveles de pobreza y miseria como los vividos en los años 80, y para este segmento de mujeres jefas de hogar, el retroceso llegará con certeza a la situación de marginalidad del Chile de los años 30.

¿Cómo se está viendo afectada la capacidad de ahorro de las mujeres?

No es que tengan menos capacidad de ahorro: tienen menores mecanismos de acumulación, y con la crisis esta escenario se acrecentará. Chile en el quinto país con mayor desigualdad salarial por género en el mundo, las mujeres están menos bancarizadas que los hombres y a pesar de ser mejores pagadoras que ellos, los bancos les establecen tasas superiores. Esta desigualdad sexual en el mercado se verá reproducida en la industria privada de las pensiones. Probablemente el promedio de edad de jubilación de las mujeres aumentará y el monto de la pensión, con el sistema actual, seguirá siendo menor al 40% de sus salarios. Como sociedad no nos estamos haciendo cargo de las formas desiguales de acumulación. Entonces las mujeres estamos siendo el sostén gratuito del cuidado y además nos estamos llevando toda la carga financiera: mayores deudas por comprar alimentos y menores niveles de cotización producto del desempleo y las caídas salariales.

¿Crees que es posible caminar hacia un modelo económico más sustentable para las mujeres?

La salida no es única, tiene varias dimensiones y si no aprovechamos como sociedad esta crisis para dar un salto, probablemente nos extinguiremos como especie. En otros países empresas con modelos cooperativos han demostrado ser más resilientes y han respondido mejor a las crisis. Las cooperativas son más consistente con los principios feministas en cuanto a reproducción de la vida, sostenibilidad del planeta, desconcentración de la riqueza y el valor de la producción basado en el trabajo y no en la acumulación. Es importante que Chile se entienda que la ciencia económica no se basa en elecciones racionales de hombres egoístas y neutros y que invertir en igualdad de género no es solo una demanda ética sino, también de eficiencia. Creo, también, que el país requiere repensar el concepto de empresa y que los trabajadores tengan mayor grado de participación en sus gobernanzas y en el goce de las utilidades. En gran parte de los países de la OECD se han implementado estas iniciativas y ha aumentado la participación de mujeres en los directorios de empresas. La Organización Internacional del Trabajo ya ha señalado cómo la promoción de la igualdad trae consigo eficiencia económica. Con esta pandemia espero que la economía sea el instrumento para que hombres y mujeres organicen sus recursos y potencialidades de forma más sustentable y colectiva.