En una entrevista reciente al medio español XLSemanal, el neurólogo y psiquiatra francés Boris Cyrulnik –conocido por ser uno de los investigadores más importantes de la resiliencia– comentó que quienes resisten mejor al confinamiento actual son aquellos que lo enfrentan con una buena disposición previa. Y es que la fortaleza de ellos, según explica, se basa en tres factores: confianza en sí mismos, un dominio del lenguaje que permite relatar lo que están sintiendo y una red afectiva de familiares y/o amigos con quienes compartir.
Los seres humanos tenemos capacidad de adaptación y los niños, según explica el especialista en sus investigaciones, son más resilientes de lo que creemos. Aun así, aquellos que están pasando por los años de la primera infancia –y que no cuentan con un lenguaje desarrollado como para poder expresar lo que sienten– en este minuto se enfrentan a una realidad inédita sin haber conocido otra; están creciendo aislados de la sociedad, sin mayor interacción y sociabilización, únicamente con sus cuidadores primarios. Y no necesariamente saben cómo expresar lo que sienten. ¿Es la ausencia de éstos vínculos algo que puede repercutir en ellos de manera negativa a futuro? Y si es así, ¿cómo se puede suplir la necesidad básica de vinculación durante la etapa formativa?
La directora de Pedagogía en Educación Parvularia de la Universidad Diego Portales, Paulina Pizarro Laborda, explica que el contexto social en el que se desenvuelven las niñas y niños sin duda es importante, porque es justamente a través de las interacciones con adultos y con sus pares –además de sus cuidadores primarios–, que van construyendo su identidad, autoestima y autonomía. Un ejemplo de esto es que los niños en edad preescolar generan sus vínculos con otros a través del juego, mediante el cual no solo aprenden normas sociales, sino que también la manifestación de lo que pasa en su entorno cercano. En ese sentido, vincularse con otros favorece aspectos cognitivos y emocionales que son claves, como dice la especialista, para su construcción de mundo.
Aun así, si los infantes están en un entorno seguro y sus vínculos primarios, aunque sean solo la madre y el padre, están tranquilos y autorregulados, podrán ellos también sentirse tranquilos. Porque el bienestar de los niños depende en gran medida del bienestar de su entorno. “Si los padres se sienten bien, es muy probable que sus hijos también se sientan bien. Sin duda que esto es un desafío, porque nunca antes habíamos estamos en esta situación y esa tranquilidad no depende solo de la voluntad de los padres, sino que también del contexto. Influye la economía del hogar, si están o no con trabajo, si tienen o no sus necesidades básicas cubiertas, entre muchos otros factores”, explica Pizarro Laborda. “Si eso está cubierto, cada familia con respeto y calma tiene el desafío de encontrar momentos de reunión familiar y con otros. Luego tendremos el desafío de readaptar o reconfigurar esos vínculos cara a cara”.
No hay que olvidar, según explica la especialista, que los niños no dominan el lenguaje y por ende les costará más comunicar –una de las claves que menciona Cyrulnik–. Pero ahí es donde, como adultos, hay que entregarles herramientas para que se expresen. Pizarro Labarda recomienda narrarles cuentos, motivarlos a hablar de sus sentimientos e ir relatando las acciones y actividades cotidianas, para que acompañen en las tareas domésticas y sientan que están compartiendo momentos de exclusividad con sus padres. “Una de las cosas más importantes que nos ha enseñado la pandemia es que tenemos que ocuparnos del presente y disfrutar, dentro de lo que se puede según cada realidad, que estamos viendo crecer a nuestros hijos. Lamentablemente hay muchas niñas y niños que viven en condiciones de vulnerabilidad de sus derechos, tanto a nivel físico como psicológico y para ellos la escuela era un refugio. El jardín infantil y el colegio son mucho más que entrega de contenidos, y espero que también estemos tomando nota de eso”.
La pediatra y académica de la Universidad Diego Portales, Alejandra Quiroz, explica que la sociabilización en los primeros años es importante en tanto que los niños y las niñas –hasta los siete años– aprenden imitando al resto. Pero más que la cantidad de vínculos que tienen, lo importante es la calidad de esos vínculos. “En la primera infancia, que es una etapa delicada en cuanto al desarrollo que se produce, es muy importante tener vínculos y cariños verdaderos. Más que un número, y más que dar paso a otras relaciones, es clave que los que se tengan sean sanos. La construcción del apego, idealmente, debe tender hacia un apego seguro, en el escenario ideal, y ahí lo que importa es la calidad de la sociabilización. Los niños aprenden más mirando cómo nos comportamos los adultos que sentándolos en una mesa”, explica.
En este sentido, la especialista señala que si la relación con su núcleo familiar cercano es sana, la verdad es que los niños no necesitan otro tipo de vínculo durante su primera infancia. “Lo que necesita un recién nacido es tener a sus padres cerca y tiempo para conocerse. El padre también importa mucho, en la medida que le entregue amor, seguridad y tranquilidad. En ese sentido, la pandemia no se escapa al ideal que se necesita. Y en cuanto a los infantes, hasta los tres años lo que se necesita son relaciones verdaderas, porque los niños empiezan a explorar el mundo externo a su hogar después de esa edad. Es ahí que empiezan a necesitar sociabilizar con sus pares”.
Los riesgos de que los niños pasen la primera infancia mayormente aislados, tiene más que ver, según las especialistas, con las relaciones que hay al interior del hogar y los distintos determinantes sociales que afectan la realidad de cada cual. Según explica Quiroz, es muy distinto pasar la cuarentena en un hogar con vínculos sanos a pasarlo en un lugar donde existen vínculos tensionados o violentos. “En ese caso, el salir al jardín y sociabilizar son válvulas de escape que ahora estos niños no están teniendo”.
Pero en general, según lo que ha podido ver en su consulta, Quiroz explica que los niños están felices de pasar este tiempo con sus padres. “Están extrañados y se están enfrentando a una realidad con padres sobrecargados que tienen que cumplir muchos roles. Se están enfrentando también a padres angustiados por lo que está ocurriendo a nivel global, pero también por las preocupaciones económicas que gran parte de la población chilena está teniendo. Aun así, el relato que más he escuchado es que los niños están felices de estar con sus papás. Por eso lo importante es ver qué emociones les estamos transmitiendo”. Según la especialista, todos estamos angustiados, entonces los padres tienen que buscar la manera de no traspasarlo tanto. “Es imposible llegar a cero, porque somos seres vivos e irradiamos emociones. Y los niños, a su vez, son esponjas que absorben lo que pasa a su alrededor. Pero hay que encontrar la forma de protegerlos”.
Quiroz sugiere que para armonizar las actividades domésticas y de crianza, hay que mantener rutinas, porque estas le dan seguridad a los niños y les permite anticipar lo que va venir. “Hay que levantarlos, bañarlos, hacer la cama juntos, tomar desayuno y tener momentos de juego. Hay que mantener la actividad motora y, para eso, en espacios reducidos se puede recurrir a los circuitos. Hacerlos con almohadas u otros elementos; poner barreras para que las sorteen o subir y bajar sillones. Para que los niños se puedan mover y explorar la movilidad. Si están pidiendo específicamente relacionarse con alguien, se puede recurrir a hacer una video llamada o incluso llamada para escuchar la voz de esa persona. También sirve mucho mostrarles fotos de esa persona y hablarles de ellos. Que se de cómo la familia lo defina, pero todos los días. Y dentro de esta rutina tienen que estar integrados los horarios laborales de los padres”.
A su vez, como explica la especialista, los padres están llamados a soltar ciertas presiones o expectativas auto impuestas. “Si queríamos mantener el living perfecto, lo ideal es soltar esa idea. Es difícil hablar de la salud mental de los niños sin hablar de la salud de aquellos que integran su entorno. Al final, si los padres están en armonía, los hijos también lo estarán”.