“Para sanar a otros, primero necesitamos sanarnos a nosotros mismos. Y para curarnos a nosotros mismos, necesitamos saber cómo lidiar con nosotros mismos”
Thich Nhat Hanh
Estas semanas, y desde que nuestros hijos volvieron de sus “vacaciones”, he empezado a escuchar innumerables frases que hablan de que no da la ecuación trabajo y colegio en casa; “me voy a huelga, esto no se puede”, “¿el colegio estará viendo que necesitamos trabajar, hacer las cosas de la casa y además enseñar a nuestros hijos?”, “estoy cansada”, “no paro de correr”, “llego agotada a la noche, queriendo solamente dormir y no hablar”, “tengo miedo”, “son miles de roles al mismo tiempo”, “hacer colegio en la casa y trabajar no son compatibles”.
¿No sienten una imperiosa necesidad de hacer una pausa bien grande y en mayúscula? Yo por lo menos, lo necesito. Así de simple y así de complejo también. Estoy cansada de contar los días que llevamos en cuarentena. Y es que quiero dejar de contar días y empezar a hacer que cada día cuente.
Poner pausa implica poder elegir el ahora y dejar bajo tierra los ¿y qué pasa si…?, colmados de un miedo intenso al futuro. Poner en pausa implica quizás decirle no a la profesora de nuestros hijos, a las tareas siempre pendientes o a los miedos de pensar qué pasa si no lo hago y se quedan más atrás que el resto. Poder poner pausa implica dejar de cocinar, de limpiar, de hacer camas o de lavar para escuchar a nuestro cuerpo que cansado nos pide a gritos que nos detengamos.
Poner pausa a nuestra cabeza ansiosa y miedosa que se enciende cada vez que salimos de casa y nos pregunta qué pasa si somos de esas personas que no llegarán a tener cama de UTI si se contagian. Poner pausa a la preocupación de contabilizar cada peso que entra para tener la certeza de si con ellas lograremos llegar a fin de mes. Y vienen de nuevo los miedos.
Pausa implica silenciar a las noticias, a los políticos, a los alcaldes y a los chats de WhatsApp para que nuestra cabeza encuentre un poco de calma y logre de una buena vez escuchar lo importante. Necesitamos encontrarnos, mirar hacia el interior, detenernos y descubrir cómo nos estamos cuidando a nosotros mismos. Porque si seguimos en la rueda del miedo, de los pendientes y del hacer, no hay cabeza ni corazón que aguante. Nuestra salud mental se verá mermada. Necesitamos cuidarnos para poder cuidar a los que nos rodean, necesitamos descansar el cuerpo y desconectar los cables de nuestra cabeza que nos llevan a los miles de escenarios posibles, a veces demasiado negros y sombríos, que cansan y que asustan más de lo que ayudan. Necesitamos poner pausa para realmente escuchar lo importante y lograr descifrar qué es lo que necesitan nuestros hijos, pero sobretodo nosotros, para poder al menos rozar la paz de estar en casa.
Silencio, respirar, dejar de pensar, dejar de hacer. Sentirse y vivirse, aceptarse infinitamente limitados, humanos. Somos madres, padres, hijos. Somos mujeres, hombres, niños, adolescentes. Finalmente somos humanos y no podemos -y quizás ni siquiera queremos- hacerlas todas. Al menos para mi, desde ahora mi pausa incluye tomar la temperatura de mi mente, de mi cuerpo, de mis miedos y de mis límites, porque todo en mí grita pausa.
Así es como me atrevo a decirle a la querida Miss que no espere las tareas de mis hijos porque no llegarán a tiempo. Y quizás no llegarán del todo. Me atrevo a decirle a mi amada familia que no esperen baños limpios, toallas inmaculadas, comidas de realeza, actividades lúdicas y que, además, todo mi ser esté en calma, porque probablemente me daré más permisos para estar echada. Que sepan que no estará todo lo que necesiten en el minuto preciso y que yo pediré ayuda o no haré nada para entretenerlos. Y a mis compañeros de trabajo decirles que quizás no llegaré siempre puntual, que probablemente tendré interrupciones en reuniones y que puede ser que a ratos mi cabeza divague entre mis pendientes.
Y lo más importante, decirme a mí misma que no esperes hacer todo, que dejes de pensar, que te des permiso para dejar de hacer. Porque nadie nunca se vio enfrentada a este escenario y nadie sabría manejarlo. Quédate tranquila si no puedes con todo, estás haciendo lo mejor que puedes. Suelta, delega, descansa. Conéctate con lo que necesitas y nunca, pero nunca, sientas que todo está en tus manos y que de ti depende que la casa y la familia funcione, porque eso es lo que has creado en tu cabeza. No pasa nada. Podemos poner pausa.
María José Lacámara es psicóloga infanto juvenil, especialista en terapia breve y supervisora clínica. @joselacamarapsicologa