En la noche de Año Nuevo de 2019 escribí varios papeles con mis deseos para ese nuevo año. En uno de ellos puse ‘voy a ser madre’. Me quedaban pocos meses para cumplir 39 años y toda la vida pensé que mi límite eran los 40. No lo hice antes por diversas razones. La primera es que a penas salí de la universidad, me fui fuera del país para especializarme y me quedé ahí por mucho tiempo trabajando y avanzando en mi especialización. Decidí que en ese período iba a privilegiar mi vida profesional. Luego, cuando volví a Chile y me estabilicé en un trabajo, tuve algunas parejas, pero con ninguno me proyecté en la maternidad. Por eso, ese 31 de diciembre, cuando escribí esa frase en el papel, lo que estaba haciendo era confirmar mi decisión de ser madre en pareja o sola.
Tres meses después, celebré mi cumpleaños en grande. Creo que inconscientemente lo tomé como una despedida a la “libertad”, porque luego con una hija o un hijo la vida iba a cambiar. Hice una fiesta en la parcela de una de mis mejores amigas. Como se dice comúnmente, tiramos la casa por la ventana. Y ese día, conocí al que hoy es mi pareja hace poco más de un año. Fue una conexión increíble desde que nos vimos. Él había vivido en el España, igual que yo, y hasta nos enteramos que teníamos amigos en común. Comenzamos a salir y creo que a los dos o tres meses ya vivíamos juntos.
No recuerdo en qué momento hablamos de mis planes de ser mamá. Al principio me asustó decirle, porque pensé que podría salir arrancando, pero no fue así. Se dio todo de manera muy natural, y en septiembre de 2019 me enteré que estaba embarazada. Fue una noticia maravillosa, nos pusimos felices. Pero lamentablemente un par de semanas después del test positivo, comencé con fuertes dolores y sangrado. Llegué de Urgencia a la clínica y me dijeron que lo mío era un embarazo tubario, que por suerte aborté espontáneamente y no fue necesaria una mayor intervención. Fue muy triste, porque estaba muy ilusionada, pero pensé que pronto podría volver a embarazarme, esta vez con un buen resultado.
El doctor nos pidió una serie de exámenes porque en un control posterior me encontró una inflamación en el útero. Y estábamos en todo ese proceso cuando en octubre vino el estallido social. Me acuerdo que los primeros días, cuando recién se supo de los incendios en las estaciones del metro y decretaron el toque de queda, a la mañana siguiente tenía que internarme en la clínica para un procedimiento. Una clínica que está muy cerca de la Plaza Italia, entonces me asusté y lo suspendí. Y bueno, después de eso todo fue más lento, me encontraban una cosa y después otra, hasta que finalmente en febrero me dijeron que ya estábamos ok para intentarlo. Pero llegó el coronavirus.
Como con mi pareja tenemos amigos en España, nos enteramos de la gravedad de la pandemia en primera persona. Tenemos un grupo de WhatsApp con amigos de allá y cuando acá aún no habían cuarentenas, recibíamos a diario noticias sobre la gravedad del bicho. Les preguntamos sobre los contagios en embarazadas y, si bien no había aún mucha evidencia médica, conocían de casos que se contagiaron y se agravaron mucho. Me dio susto y conversamos con mi pareja que lo mejor sería postergar un poco los planes. Pero yo ese mes cumplía 40 y con eso llegaba la fecha límite que me puse desde siempre para ser madre.
Mi pareja me dijo que no me preocupara, que podemos esperar. Pero no sé. No estoy segura si es la frustración por no cumplir mi deseo que con tanta fe escribí ese día de Año Nuevo o es que la pandemia y el encierro me han hecho cuestionarme la vida. La amenaza del coronavirus nos ha atormentado de muchas maneras, a mí principalmente me ha hecho cuestionar si este es un buen momento para traer a un hijo al mundo. Y la respuesta a la que llego es que si bien nunca hay un momento perfecto para tener una guagua, quedar embarazada durante la pandemia no es el escenario que la mayoría de las personas elegirían. También pienso que esperar para concebir tiene sus propios riesgos en mi caso, que ya llegué a los 40.
También están las consideraciones financieras: muchas personas están sin trabajo y el futuro de la economía es incierto. Siento que desde que escribí en ese papel que iba a ser madre, el mundo no ha parado de enviarme señales que apuntan a todo lo contrario. Quizás mi destino no es la maternidad y estoy empezando a asumir que todo bien con eso. Tampoco me cierro a esperar que esto pase, pero cada vez que entro en ese dilema, gana la idea de que esta pandemia ha venido a enseñarnos algo: en mi caso es aprender a soltar. Soltar la idea de ser madre.
Maite Silva tiene 40 años y es socióloga.