A fines de mayo, una mujer de 28 años, que trabaja como funcionaria de la salud, fue víctima de un ataque sexual cuando volvía a su casa después del trabajo, cerca de las 22:00 en la comuna de Peñalolén. La víctima indicó en su declaración a Carabineros que el hombre que la atacó en los alrededores del Canal San Carlos, la intimidó y luego la amarró de pies y manos antes de abusar sexualmente de ella.
El SERNAMEG implementó hace pocas semanas un nuevo canal para recibir denuncias, adicional al fono 1455, para que las víctimas se puedan comunicar vía mensajes de texto con personal de la cartera y así denunciar de forma más segura. Porque según los datos del Ministerio, las consultas por casos de violencia sexual y doméstica por estas vías han aumentado en más de un 60% desde que inició la pandemia.
Esta no es una tendencia aislada. En una declaración publicada por las Naciones Unidas, la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, reconoció que son cada vez más los países que, ante el confinamiento, han visto un incremento de mujeres en busca de ayuda en las líneas de atención y refugios pro violencia doméstica. “Las personas que defienden los derechos de las mujeres y aliados de la sociedad civil han señalado un aumento de las denuncias de violencia doméstica durante la crisis y mayor necesidad de protección de emergencia porque ha habido una escalada en la intensidad de la violencia”, explicó en la declaración. “El confinamiento aviva la tensión y el estrés generados por preocupaciones relacionadas con la seguridad, la salud y el dinero. Asimismo, refuerza el aislamiento de las mujeres que tienen compañeros violentos, separándolas de las personas y los recursos que mejor pueden ayudarlas. Es la situación perfecta para ejercer un comportamiento controlador y violento en el hogar. De forma paralela, al tiempo que los sistemas sanitarios se esfuerzan al límite, los refugios para la violencia doméstica alcanzan también su máxima capacidad, agravándose el déficit de servicio al readaptar dichos centros a fin de ofrecer una respuesta adicional al Covid”.
En este contexto, en el que los sistemas y las instituciones están lejos de las víctimas producto de la sobre carga, generar nuevos espacios de contención y acompañamiento es clave. Así lo explica la psicóloga y miembro del Instituto de la Mujer, Mayí Allemand, quien fue una de las especialistas encargadas de capacitar a la Coordinadora Feminista de Peñalolén en primeros auxilios psicológicos para mujeres víctimas de violencia tras el ataque sufrido por la trabajadora de 28 años el mes pasado. “La idea es que una organización que tiene contacto con las personas o vecinos en forma directa tuviese cómo enfrentar una situación tan delicada y que nos genera tanta empatía, pero tanta rabia”, explica Mayí.
La especialista aclara que tener conocimiento de primeros auxilios en salud mental es un herramienta que nos puede servir a todos para contener de forma responsable y adecuada a una víctima de violencia. “Los primeros auxilios psicológicos tienen que ver con cómo la persona se siente y con como uno la puede contener”, aclara. “Cómo podemos hacer que empiece a procesar desde sí misma el trauma al que fue sometida. Tiene que ver más con los subjetivo de la persona para que pueda iniciar un proceso y llegar a lo más práctico”.
Mayí Allemand explica que otro de los motivos por los cuáles la educación en primeros auxilios es fundamental tiene que ver con que es altamente probable que una víctima recurra primero a las organizaciones que tiene más cerca o que le son más familiares, como juntas de vecinos, grupos de mujeres u ollas comunes. “Las organizaciones de base son una parte importante de la contención emocional de sus miembros, y deben tener protocolos para que cuando llegue una mujer en situación de haber sufrido violencia, porque es más fácil que se acerquen a estos espacios, que les son familiares”, explica.
La psicóloga del Instituto de la Mujer entrega lineamientos a cerca de cómo prestar primeros auxilios psicológicos para mujeres víctimas de violencia en pandemia:
1. Determinar quién es una persona que se encuentra en condiciones para prestar ayuda
Mayí explica que dentro de un grupo pueden haber varias personas interesadas en ayudar a eventuales víctimas de violencia, pero no necesariamente todos están en condiciones de hacerlo. “Cuando nos llega una persona que ha vivido violencia no todos y no siempre estamos preparados emocionalmente para poder apoyarla”, explica. Mayí aclara que siempre los testimonios de otros nos van a afectar, porque es natural sentir empatía. “Lo primero es poder saber quién puede hacer esta contención. Yo tengo que estar bien parada, no es que no me afecte, sino que tengo que poder estar ahí para poder apoyar y entregar herramientas a la mujer que se acerca a pedir ayuda”.
2. Escucha empática
Lo segundo es una escucha empática. “Esa empatía se da por el tono de voz con el que hablas hasta la posición de tu cuerpo frente a la mujer que te cuenta su testimonio, para que ella pueda relatar y explayarse desde lo que siente”, explica Mayí. “Muchas veces uno tiende a decir ‘tranquila, ya va a pasar’, pero cuando uno está en una situación tan compleja no siente así. Es mejor usar frases como ‘entiendo lo que te pasa’ o ‘puedo imaginarme cómo te estás sintiendo’, en vez de tratar de aconsejar que no se preocupe porque puede sentir que se está desvalorando la experiencia que vivió”.
3. Evitar las preguntas
Mayí explica que es importante no preguntar nada hasta que la víctima sienta que quién está al frente es una persona que la valida. “Es muy importante no cuestionar. No entrar en interrogantes como ‘por qué no lo hizo antes’, ‘por qué no se alejó’. Esos por qué muchas veces suenan como cuestionamientos, cuando quizás solo buscan tener una noción general de qué es lo que pasó.
4. Respetar los silencios
Otro punto clave es respetar las pausas y los silencios. “A nosotros nos cuesta mucho tolerar el silencio, entonces poder quedarte callado con la persona cuando no quiere decir nada más para que ella vaya entendiendo que la persona que está ahí, está realmente con ella”.
5. No presionar
Mayí explica que por más que queramos que la víctima denuncie a su agresor, no podemos presionarla a hacerlo. “Es un problema muy complejo, porque te encuentras con que es súper difícil tomar los causes directos, las culpas y las rabias están depositadas en la mujer. Por eso hay que respetar los tiempos en los que la víctima pueda hacerlo”, explica. “Hay herencias sociales muy arraigadas sobre todo en la violencia sexual que se da dentro de una pareja, que hacen creer a la mujer que es parte de sus obligaciones acceder a las necesidades sexuales del otro. Es muy difícil sacar esas creencias de nuestro imaginario. Hay que estimular la denuncia, pero no presionar. El proceso de una mujer agredida es individual y subjetivo. Muchas veces están convencidas de que se merecen ser golpeadas o abusadas y que son culpables de lo que les pasa. Por su puesto que es recomendable que se recurra a la vía legal, que se hagan las denuncias, pero eso no siempre se puede porque es un proceso subjetivo y por eso es tan importante que la mujer no esté sola. Porque si está sola, es menos probable que denuncie”.
6. ¿Qué hacer en cuarentena con un agresor?
Frente a la tensión de permanecer en cuarentena con un agresor o arriesgarnos a perder el contacto con una víctima de violencia si la presionamos demasiado a denunciar, Mayí explica que la mejor forma de abordarlo es hacerle ver a la mujer que la situación que vive no es sana ni normal. “Hay que mostrarle que lo que hace al denunciar no es una deslealtad hacia el agresor, sino que está ejerciendo un derecho. Porque la situación que vive ella es un delito’”, explica la especialista. Agrega, además, que la forma de plantearlo es evitando la confrontación y mostrándole a la víctima cuáles son sus opciones. “Ella es quién tiene que decidir cuándo. Podemos explicarle que en la comunidad, en la junta de vecinos, en el grupo de mujeres la podemos ayudar para que ella no se sienta cuestionada”.
La idea, explica Mayí, es establecer primero un lazo que permita hacerle ver a la víctima que lo que ha vivido no es correcto para finalmente mostrarle cuáles son las opciones que tiene para salir de la situación de violencia en la que se encuentra. “Por mucho que se diga lo contrario, ninguna mujer que vive violencia está feliz, pero probablemente no tiene herramientas para salir de ahí”, explica. “Porque no es solo la agresión sexual o el golpe lo que te impide ver con claridad lo que está pasando, sino que además es la poca movilidad que genera esta figura imponente que la va neutralizando poco a poco”.