Si buscamos el hashtag #hygge en Instagram obtendremos más de 6 millones de resultados. La mayoría son imágenes de gente sonriendo, platos de comida perfectamente presentados e interiores de casas con decoraciones idílicas estilo escandinavo. Pero este concepto danés envuelve mucho más que la experiencia placentera de comerse una rica torta o sentarse cómodamente sobre un sofá en un living digno de revista de decoración a descansar y leer. El hygge es casi un sentimiento.

El 2016 Oxford incorporó el hygge a su diccionario oficial y lo definió como la sensación de calidez y confort que generan un sentimiento de felicidad en las personas. El concepto adquirió tal popularidad que incluso estuvo en su lista de finalistas para ser elegida como palabra ese año. Y si bien el hygge no ganó ese premio, sí logró grabarse en la mente de millones de personas alrededor del mundo, cruzando las fronteras de su Dinamarca natal. Tanto así, que El Pequeño Libro del Hygge, escrito por el danés Meik Wiking, se convirtió en un best seller del New York Times, en Estados Unidos, y del Sunday Times en el Reino Unido. El libro vendió más de un millón de copias a nivel mundial tras su publicación ese mismo año.

En él, su autor promete revelar los secretos para la felicidad que pueden encontrarse en las pequeñas cosas, y se explica cómo los daneses han logrado año tras año estar en los primeros puestos de la lista de las naciones más felices del mundo según el World Happiness Report que publica las Naciones Unidas. La respuesta, según el pequeño libro, está precisamente en el hygge: la experiencia reconfortante que los daneses han perfeccionado al punto que, a pesar de tener uno de los sistemas de impuestos más caros y los climas más inhóspitos con días más cortos y oscuros que ningún otro país en el mundo, su sentimiento de gratificación respecto de la vida es altísimo.

Las buenas noticias son que para alcanzar esta sensación óptima de plenitud y bienestar no tenemos que viajar a Copenhagen o redecorar la casa como catálogo de Ikea. Porque el hygge, definido por Meik Wiking como la experiencia de estar rodeado de amigos y familia compartiendo sentimientos de cariño y sintiéndonos seguros, es un sentimiento que podemos recrear, explica el autor, generando una atmósfera que evoque esos sentimientos en cualquier lugar y que nos permita canalizar esa sensación placentera y de relajación a la que nos invita. Y el aislamiento, adaptando nuestro propio espacio físico, sea cual sea, es el mejor lugar para comenzar a poner en práctica esta filosofía.

Según un estudio publicado por el Instituto de Investigación de la Felicidad de Copenhagen, nuestra casa es uno de los factores que más incide en nuestro estado de felicidad, por sobre otros parámetros como el ingreso a fin de mes, nuestras relaciones románticas o incluso nuestra salud física. Al contrario de lo que podríamos intuir, el tener una casa grande o propia no son los elementos más determinantes al momento de establecer qué tan felices nos hace nuestro hogar. Son de hecho conceptos asociados al hygge los que adquieren más valor según la encuesta realizada por el centro a más de 13.000 personas, que mostró que para que nuestro espacio sea un lugar nos genere bienestar debe ser un lugar seguro, con identidad y reconfortante. Todas características de un espacio con hygge.

Otras de las sugerencias de El Pequeño Libro del Hygge para crear una atmósfera de confort al estilo danés en cualquier casa es prender velas y preferir las luces cálidas por sobre las blancas; disfrutar de bebidas calientes como té e infusiones ideales para esta época del año y que ayudan a evocar esta sensación de calidez propia del hygge; movernos más lento y aprovechar el tiempo para hacer las actividades del día a día de forma pausada y a consciencia disfrutando del paso a paso de la cocina o de lo que te toque hacer en la casa; invertir en abrigos y mantas suaves, porque una casa hygge no se trata de apariencias se trata de sensaciones, y uno de los pocos llamados a consumir que hace el libro es invertir en una manta suave y abrigadora para el invierno; y conectar con la naturaleza, puede ser difícil en estos momentos, pero siempre es posible salir al patio o al balcón y observar el cielo y lo que ocurre a nuestro alrededor. La invitación del hygge tiene que ver con estar presentes y no caer absortos en la rutina. Y eso siempre podemos lograrlo con o sin cuarentena.