A los dos meses de conocerse, la pareja de Trinidad (28) se enteró que ella tenía un trastorno de la personalidad. Pese a que sus intenciones nunca fueron las de ocultar el diagnóstico y mantenerlo como un secreto, quería sentirse segura para contárselo. “Hay mucha ignorancia en torno a las condiciones mentales y reconozco que me daba un poco de miedo decirlo tan luego. Pero tampoco creo que sea necesario llegar y decirle a alguien ‘hola, tengo un trastorno’. Primero, porque tengo otras características que me definen y, además, porque nadie anda diciendo todo de uno de inmediato”, asegura.
Lo que Trinidad quería era encontrar la instancia que más le acomodara. “No me puse un tiempo límite, sino que esperé hasta que se diera el momento en el que sintiera que esto era algo realmente serio. Porque creo que igual hay varios prejuicios respecto al tema y la gente no sabe muy bien cómo reaccionar. Yo estoy con un tratamiento hace varios años y me encuentro absolutamente estable, pero sí tengo ciertos rasgos que son propios de mi trastorno y creía que si nos proyectábamos era correcto explicárselos”, dice.
Pese a que ahora sepa cómo lidiar con la situación porque la experiencia –además de la ayuda de su terapeuta– le entregó esa confianza, reconoce que al principio fue un tema que la abrumó por varios años. Y es que se cuestionaba cuál era el límite para tener que contar algo que no le acomodaba, pero que sabía que, de alguna u otra manera, era parte de sus características. ¿Acaso debería ser esa su carta de presentación frente al mundo? ¿Hay un tiempo estimado para contar algo así?
La psicóloga clínica de la Universidad Diego Portales, Paulina Estay, trabajó durante diez años en la Unidad de Psiquiatría del Hospital Salvador acompañando a pacientes que se encontraban hospitalizados en el ámbito emocional. Personas que, en más de una ocasión, cargaron con un temor similar al de Trinidad. “La honestidad es fundamental para poder establecer una relación con otra persona, pero también esto depende del tiempo y del objetivo del encuentro. Las primeras citas, por ejemplo, suelen ser para pasar un buen rato y no está mal que se dé un diálogo más superficial. Y a medida que se avanza y uno va generando cierta confianza, se van contando cosas íntimas”, dice.
Para la especialista, este tipo de decisiones tienen que ver con la responsabilidad subjetiva. “Si bien es importante la sinceridad con el otro, es igual de importante tenerla con uno mismo. La responsabilidad subjetiva se relaciona con la lealtad que nos tenemos hacia nosotros. Partiendo desde ahí, la persona va a saber cuándo es necesario contar. Porque ser honestos tiene que ver con sentir que eres coherente con cómo te sientes. Si a alguien le da miedo contarlo de inmediato, una forma de ser real, es mantener silencio hasta que se sienta segura. Se trata de respetarse y validar esos fantasmas”.
La psicóloga clínica Viviana Sosman concuerda con esto y agrega que, más allá de si alguien padece de algún diagnóstico físico o mental, las personas solemos ocultar algunas cosas al principio. “Hay temas personales que uno va revelando a medida de que se fortalece el vínculo. No se trata de ser poco honestos, porque tampoco podemos andar diciendo de inmediato todas nuestras características y menos aquellas que nos acomplejan. Además, pese al tipo de cosas que se opte por omitir, es muy propio del ser humano mostrar la mejor cara cuando recién está conociendo a alguien”, asegura.
Un estudio publicado en el Journal of Experimental Social Psychology defiende esto. Y es que luego de analizar el comportamiento de 634 personas en cuatro tipos de cita, concluyeron que las mentiras aparecían mucho más durante la fase de seducción. De acuerdo a los investigadores, cuando la parte ‘sexual’ del cerebro se activa –aquella que se relaciona con la exposición de oxitocina– uno puede distorsionar la realidad de manera mucho más fácil, por lo que las mentiras podrían tomar varias formas. Primero, está el fenómeno de la imitación en el que se finge tener cosas en común, luego el de la exageración con el propósito de impresionar y, por último, hay una distorsión de las historias amorosas pasadas.
Paulina Estay explica que cuando la información que se pretende no mencionar tiene que ver con un diagnóstico médico, el protagonismo que le tomará el paciente a esto dependerá de cómo se relacionará con el resto. “Los diagnósticos en general son ciertas etiquetas y hay personas que la llevan de una manera predominante y otras que no tanto. Es importante diferenciar ser sincero y creer que la enfermedad es la carta de presentación de uno, porque es una impresión un poco reduccionista. Pero uno como sicólogo busca que se pueda ir más allá, ya que ese diagnóstico vale mucho menos que la singularidad de la persona. A mí, honestamente, no me parece que es un deber tener que decirlo tan luego. Va a depender de cómo la persona lo haya incorporado y trabajado”.
Viviana agrega que la complejidad se produce cuando la persona aún no se siente preparada y ya ha pasado un tiempo considerable. “Hay un límite con el otro y es importante poder respetarlo. Pero también creo que los tiempos son súper personales y no hay un número que pueda englobar a todos. Lo cierto es que si uno quiere tener una relación honesta, lo adecuado es lograr una confianza para poder compartir cosas que le parecen importantes. ¿Cuándo se va a sentir en confianza? Depende de cada persona y su historia”.