Chile no tiene un laboratorio para crear una vacuna contra el Covid-19 y distribuirla de forma local. Tampoco está entre los ocho países que reciben financiamiento de la CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias) para encontrar lo antes posible la cura para el virus, como si lo está MODERNA en Estados Unidos, cuyos avances han dado resultados positivos. Pero hay algo que sí tenemos: mujeres con experiencia.
Las doctoras y científicas Katia Abarca, Susan Bueno y Gisela Canedo son las mismas que participaron en el equipo del Dr. Alexis Kalergis hace dos años, que logró dar con la primera vacuna en el mundo para combatir el Virus Sincicial Respiratorio (VSR). Ese virus, que se transmite a través de partículas que se esparcen en el aire cuando una persona tose, e infecta los pulmones y vías respiratorias, provocó 835 casos de enfermedad en nuestro país durante el 2019.
La misión que tienen ahora es buscar la cura para un virus que tiene 64 veces el número de contagiados en Chile y 6000 veces más en el mundo. Lo que están tratando de hacer desde enero –en tiempo récord-, es juntar una de las proteínas del virus SARS Cov-2 con otra molécula para que se logre dar una respuesta combativa o inmune. En este momento están probando cuatro estrategias de vacunación y después de que concluya esta fase se pasará a hacer un estudio clínico. Si la mezcla de la proteína funciona y no se inflama, podría resultar en una respuesta inmune exitosa, como lo fue para el Virus Sincicial.
Según las tres científicas que pasaron por un proceso similar al que están trabajando actualmente, parte de lo que esa experiencia anterior es que la participación de mujeres en investigaciones médicas es importantísima. “Contar con mujeres en los equipos científicos tiene ventajas, sobre todo, en el manejo de los detalles más minuciosos”, explica la pediatra especializada en enfermedades infecciosas, Katia Abarca. La especialista agrega que aplicar ese detallismo en cada prueba es indispensable para terminar con un virus como el que enfrentamos a nivel mundial.
Puede parecer irónico, pero la ciencia lo dice. “Hombres y mujeres pueden hacer las mismas tareas profesionales, algo que se ve en aumento con la entrada de más mujeres a carreras pensadas socialmente para hombres, y viceversa. Aun así, hay una naturalización de ciertas habilidades según género, lo que más que visto como una limitación,se evalúa como un aporte”, afirma el estudio Realidad Nacional de Mujeres Científicas de CONYCIT 2017.
Una carrera con muchas barreras que saltar
Las cifras de participación y dirección femenina en el mundo de las ciencias va decayendo a medida que avanzan en sus carreras. Si bien el 51,3% de las matrículas en programas de pregrado vinculados a ciencias y la tecnología corresponde a mujeres, solo el 22% participa de proyectos profesionales en dicha área y un 16% los dirige, según el último Reporte de Género 2018 de CONYCIT. Pareciese ser que, a medida que pasa el tiempo, más barreras se van interponiendo entre las mujeres y sus objetivos científicos. Y eso tiene dos causas comprobadas.
La revista Science publicó en 2017 que las aspiraciones profesionales de hombres y mujeres, que comienzan desde la niñez, están formadas por estereotipos sociales sobre el género. “A los seis años, las niñas son menos propensas que los niños a creer que las integrantes de su género son "realmente, muy inteligentes”, porque adquieran nociones estereotipadas que dicen que la “brillantez” está presente con mayor frecuencia en los hombres, y eso tiene un efecto inmediato en sus intereses”.
Luego, cuando logran traspasar esa barrera académica, se presentan nuevas limitaciones en el mundo profesional. “Hay dificultades externas al mundo académico, como la familia, las obligaciones domésticas, el cuidado de los niños y el entorno social. El nivel de competitividad y dedicación que requiere una carrera en las ciencias, en particular en la investigación, obliga a las mujeres a elegir entre desarrollar su carrera científica o el desarrollo personal a través de una familia y ser madres”, dice el estudio CONYCIT 2017, explicando por qué muchas no logran llegar a hacer investigaciones.
Pero en esta oportunidad, el patrón se cortó. En Chile el equipo a cargo de investigar el virus que ha producido la pandemia más grande de la que tengamos conocimiento en los últimos años, está compuesto por la misma cantidad de hombres que de mujeres. Y ellas están usando toda sus capacidades, estudios y experiencia previa en la carrera contra el tiempo para encontrar el antídoto del Covid-19, en un mundo lleno de barreras que han logrado sortear para llegar hasta este momento.
El aporte de miradas enriquece la ciencia
“La pregunta sobre cómo los microorganismos causaban las enfermedades me cautivó desde la niñez. La primera vez fue cuando un día me di cuenta de que los árboles del jardín de mis padres tenían hojas que estaban enfermas y se esparcía por sus ramas, como una pandemia, hasta que todo el árbol se secaba. Cuando llegué al colegio, pregunté qué le estaba pasando a mis árboles y la profesora de biología me mostró una foto de un virus tomada con un microscopio electrónico. Esa imagen me impactó tanto, que desde ese momento supe a lo que quería dedicarme.
Fue gracias a esa enseñanza que seguí mi camino en las ciencias, y por eso podría decir que es fundamental que siempre existan personas que crean en tus capacidades y te motiven a seguir trabajando en lo que te apasiona. Así, mirando a mis profesores, nació la responsabilidad del deber en conjunto. Nos tocó enfrentar una pandemia que, como microbiólogos, hemos estudiado por años con un trabajo de equipos diversos en todo sentido. Si fuesen segregados, seríamos más débiles, porque perderíamos el aporte de miradas que pueden enriquecer no solo el labor en las ciencias, sino que cualquier labor.
Por eso tener un equipo con mujeres nos permite generar una estrategia final enriquecida y ganadora, de colaboración y no de competencia. Nosotros tenemos experiencia previa muy valiosa para poder desarrollar una vacuna para el Coronavirus, pero si alguno de nuestros contactos internacionales lo logra antes que nosotros, Chile podrá aportar con excelentes equipos clínicos para probar vacunas ya formuladas. Todo valdrá la pena”.
SUSAN BUENO (45) es Tecnólogo Médico Universidad de Chile, Doctora en Ciencias Biomédicas Universidad de Chile y post doctorado UC. Profesora Asociada Facultad de Ciencias Biológicas UC, Investigadora Asociada Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia, Investigadora BMRC y Miembro del Directorio de la Sociedad de Microbiología de Chile.
Existe una desconfianza cultural hacia las mujeres, pero somos más rigurosas
“En mi trabajo diario como infectóloga y pediatra las mujeres somos mayoría absoluta, pero muchas veces los que están en los cargos de poder son hombres. Para nosotras hay límites que tienen que ver con lo cultural, lo doméstico y la crianza de los hijos. Muchas veces tuve que perderme viajes por quedarme con los niños o incluso antes de ser mamá, cuando estaba en el colegio, mis padres no me permitieron hacer un intercambio en Estados Unidos. Ese viaje probablemente me hubiese permitido una fluidez en el inglés que me ha hecho mucha falta en la vida, y estoy segura de que si hubiese sido mi hermano hombre no habrían tenido ninguna dificultad en dejarme ir.
A pesar de esa desconfianza cultural que existe para dejarnos libres, recuerdo que cuando estábamos buscando la vacuna contra el Virus Sincicial aprendí que somos más mucho responsables y rigurosas, versus los hombres que son más acelerados. Los estudios clínicos necesitan una rigurosidad enorme en todos los aspectos, sobre todo en los registros, y las mujeres nos fijamos en cada pequeño detalle. Incluso puede ser un poco obsesivo, pero finalmente es la base de la solidez de cada muestra y cada dato”.
KATIA ABARCA (58) es Médico de la Universidad de Chile con especialización en Pediatría y Enfermedades Infecciosas UC, Maestría en Ciencias en Biología Molecular Aplicada de Enfermedades Infecciosas en el London School of Hygiene & Tropical Medicine en Londres y miembro de la Sociedad Chilena de Enfermedades Infecciosas (SOCHINF). Es quien se encargará del estudio clínicos de la propuesta del equipo, una vez que se haya concretado la investigación académica.
No es una locura que pidamos ser tratadas como iguales
“Desde que era una niña estuve constantemente en conexión con los micro organismos porque disfrutaba leyendo las enciclopedias de mi papá y mi mamá en mi casa, que son profesionales de la salud. Apenas tuve la oportunidad de estudiar Biología, no lo dudé ni un segundo, pero cuando entré a la carrera la cantidad de profesoras estaba muy por debajo de la de profesores, y eso me sorprendió. Por suerte, con el pasar de los años, las científicas jóvenes han podido llegar a estar a cargo de líneas de investigación de gran interés para el mundo y creo que se debe a mentores que se enfocan en la persona más que en el género. Eso ha sido un privilegio.
Como cada día hay más mujeres haciendo grandes descubrimientos en ciencia, ser tratadas y evaluadas como iguales no debería parecer una locura. Tanto así, que la forma de promover la equidad en la ciencia no debiese ser la creación de espacios únicos para nosotras. Eso sólo da más indicios de la idea preconcebida de que tenemos diferentes capacidades para la ciencia, lo cual no es así. Las mujeres siempre hemos sido brillantes en distintos tópicos, por eso es una ironía que se necesiten estudios para desmentirlo.
El bonus de tener paridad de genero en el equipo es poder combinar todas nuestras aptitudes, con compromiso y excelencia. “Divide y vencerás”, así es como se está haciendo para encontrar una solución local que ayudaría mucho más rápido a nuestro país si no tenemos que esperar a que llegue. Nos estamos enfrentando a un virus que semana a semana nos sorprende, y solo lograremos obtener una vacuna en Chile sumando capacidades, no importa si eres hombre o mujer.”
GISELA CANEDO (32) es Bióloga en Bioprocesos UC y Doctora en Genética Molecular y Microbiología UC.