Por mucho que una crea que el hecho de estar en la casa 24/7 con el marido o la pareja hará que las responsabilidades respecto a los hijos serán equitativas, estamos muy equivocadas. Nunca he creído en el concepto de que el hombre “ayuda” en la casa, porque estoy convencida de que debe hacer su parte tal cual la hacemos nosotras. Los hijos son de los dos, y eso creo que es algo que muchas pensamos. Pero queramos o no, en la práctica no se lleva a cabo.
Debo confesar que de cierta forma he sentido una satisfacción un poco maligna -en el buen sentido, claro- con que los hombres estén encerrados con nosotras en esta cuarentena. Porque de alguna manera forzosa han podido ver con sus propios ojos todo lo que hacemos y cómo intentamos hacer malabares para que todo ande bien: los niños, la casa, el trabajo. Creo que después de esto no se atreverán a decir nunca más que el post natal son “vacaciones” para nosotras. Porque si creían que en ese tiempo una pasaba viendo series o leyendo libros, ahora tienen más que claro que tiempo para uno no hay. Ni siquiera para ir al baño en paz.
Estos meses he visto cómo mi marido ha tenido que meter el coche con la guagua al baño mientras se ducha, algo que para nosotras es una escena natural. Aún mi hijo grande no lo acompaña al baño, como lo hace conmigo para todo, pero que no cante victoria, porque incentivaré a mi hijo a hacerlo. Podrían pensar que es como una venganza, y sí, creo que lo es. Una venganza divina para que no suene tan fuerte. Puede ser el lado bueno que le vea a todo esto del virus. Que los hombres tomen el peso de lo agotador que a veces resulta estar con los hijos en casa. Y y no hablo de agote físico, sino que mental. Y eso que solo hablo de cuidarlos. No seré tan mala de traspasarle, además, la otra carga con la cual estamos siempre: las vacunas, la leche, los pañales, las horas al pediatra, la comida, las colaciones, revisar libreta del jardín o del colegio, ver si les falta algo de ropa, remedios, y un largo etcétera que todas las mamás tenemos en algún lugar de nuestro cerebro.
No quiero que me malinterpreten y piensen que que mi marido no hace nada. Todo lo contrario, soy una de las afortunadas de tener uno que se maneja bien con los niños. Los muda, los baña, los viste, les da almuerzo y les cocina pero, ¿lo veo preparado para estar solo con ellos todos los días como nosotras lo hemos hecho? ¡No! Y no por un tema biológico, sino porque nosotras tenemos hemos desarrollado esa habilidad de pensar en miles de cosas al mismo tiempo. ¿Y por qué? Porque se asume que las mamás podemos con todo. Pero no, a veces no podemos.
Tengo mucha fe de que este encierro no solo nos mantendrá sanos, sino que además empujará a que se le tome el peso a otras cosas que muchos no veían. Empatía y respeto por todo el trabajo mental que hacemos las mujeres que somos madres. Y como dice el tan sabio dicho “ver para creer” bueno, ahora que ven y viven la experiencia, espero que la percepción cambie y se genere una real equidad de responsabilidades. No desde el que una tenga que decir las cosas que hay que hacer, sino desde el aprendizaje propio de que ser padres es 24/7 y para siempre.
Andrea tiene 35 años y es psicóloga laboral.