Así como hay personas a las que les atormenta mantener distancia con el resto, hay otras cuyo miedo es justamente lo contrario. Se trata de los Hikikomori y son aquellos que practican el aislamiento social de forma voluntaria. Conocidos como los ermitaños del siglo XXI, este fenómeno que comenzó en Japón se ha extendido a diferentes países del mundo como China, Estados Unidos, Italia y España.
La primera persona que habló sobre esto fue el psicólogo japonés y profesor de la Universidad de Tsukuba, Tamaki Saitō, en su libro Hikikomori: Adolescence without End, editado por primera vez en 1998. De hecho, fue él quien inventó el término y que, al español, podría traducirse como retirarse (hiki) y entrar (komoru). Sin embargo, fue en España donde lo nombraron como Síndrome de la puerta cerrada.
Tamaki Saitō consideró que quienes lo padecen son aquellas personas que permanecen en sus casas durante un periodo mínimo de seis meses y que salen solo a comprar lo esencial. Según el gobierno japonés, en 2019 1,15 millones de sus habitantes, entre 15 y 64 años, son Hikikomoris. Pero para el especialista esta cifra podría quedarse corta. Y es que Saitō calcula que, en realidad, podría estar afectado un porcentaje comprendido entre el 3% y el 5% de la población, lo que situaría la cifra en los dos millones de personas que permanecerían un promedio de 13 años encerrados.
“La prevalencia se da más en hombres adolescentes, no obstante también hay adultos jóvenes y mayores que lo padecen. Como es tan nuevo –y aún no se encuentra en los manuales siquiátricos– es difícil definir los rasgos característicos, pero son individuos que evitan a toda costa la interacción social y las relaciones interpersonales. Y que, para ser diagnosticados, deben permanecer un periodo determinado de tiempo encerrados”, explica la psicóloga con magíster en Clínica Infanto Juvenil de la Universidad de Barcelona, Marta Luzoro.
Según la especialista, las causas de quienes podrían responder tanto a factores sicológicos como ambientales. “En el primer ámbito, se trata de personas que desarrollan un apego evitativo, es decir, que tienden a no compartir sus sentimientos y refugiarse en sí mismos. Pero esto no significa que todas las personas que tengan este tipo de apego, terminen aislándose del resto, sino que es una suma de factores. Se dice que podría responder, además, a un trauma infantil o adolescente relacionado con la exclusión social o acoso”, cuenta Marta.
Paradójicamente, esto también podría desencadenarse a raíz de una sobreprotección por parte de los padres. Y es que, como aclara la psicóloga, al considerar que el mundo es una amenaza, crían bajo la protección y el miedo hacia este, entonces, algunos menores podrían crecer a con la idea –y terminar interiorizándola– de que lo que se encuentra fuera de su espacio es peligroso.
Sobre los factores ambientales, al parecer se trata de un síndrome que suele darse en sociedades basadas en el éxito. De hecho, un grupo de ex Hikikomoris fundó una revista llamada Hikipos en la que expresan sus necesidades por cambiar la competitividad actual. Y es que como explican, es esta una de las razones que los llevan al aislamiento. En 2019, el psicólogo Tamaki Saitō se refirió a esto. Durante el Centro de Prensa Extranjera de Uchisaiwai-chō (Tokio) explicó que son personas perfectamente normales pero que, por azares de la vida, se encuentran en una situación muy difícil que les incentiva encerrarse. Y que, además, el hecho de que vivamos –según sus palabras– en una sociedad en la que el respeto por el individuo no existe y que presenta a quienes no cumplen con una determinada función social como personas sin valor, hace que quienes sufren de este síndrome terminen interiorizándolo aún más. “Estas cosas hunden todavía más a los hikikomori”, señaló el experto.
Sin embargo, el sociólogo de la Universidad Católica, Hugo Montes, asegura que, por un tema de naturalidad del ser humano, es prácticamente imposible aislarse de la sociedad, siempre y cuando no haya un tema sicológico que los sustente. “Ser anti social es algo anti natural porque no hay sociedad que no tenga visión del incesto, es decir, que termina obligando a conocer a otros. De hecho, quienes son excluidos en contra de su voluntad por no alcanzar el éxito, siguen creyendo en el sistema social –su educación, meritocracia y oportunidades– e intentan insertarse en éste. Y es que sistema ha evolucionado hasta tal punto que hasta los más perjudicados necesitan ingresar”, dice.
¿Es imposible, entonces, que el aislamiento nos termine convirtiendo en Hikikomoris? “Es importante aclarar que en esta pandemia no ha habido aislamiento social, sino que solo físico. Pese a que estemos encerrados, continúan los vínculos sociales. La gente está trabajando, hay relación por medio de la tecnología o incluso con quienes se comparte el mismo espacio. Lo único que ha cambiado es la manera de hacernos presente y la sociedad ha seguido funcionando porque sus principales sistemas (Mercado, Estado, Cultura) no se detienen”, comenta el sociólogo Montes.
Para Marta Luzoro, en cambio, esta respuesta depende de cada individuo, sin embargo, es importante diferenciarlo con la ansiedad social. “Seguramente hay muchas personas que deben estar con cierto temor a volver a la normalidad y que descubrieron que este aislamiento les acomoda. Pero eso es absolutamente esperable y no significa que estén desarrollando un síndrome. El ser humano es súper adaptativo y puede volver a reconstruir y resignificar su manera de sociabilizar. Por eso se adapta al encierro, como también a la vida fuera de éste”, dice. Y agrega: “No hay tiempo para adaptarse, es súper personal, y la recomendación es respetar los ritmos de cada uno. Pero si el malestar perdura y genera incomodidad, se podría consultar”.