Por alguna extraña razón tendemos a pensar en el mundo y en los seres humanos dicotómicamente, es decir, que hay una parte buena y una mala, blanco o negro. Muchas veces nos falta unificar la visión del mundo y de los que nos rodean, porque estamos compuestos desde un todo, donde lo bueno y lo malo coexiste. Y por ello aparecen tantos grises que ni siquiera somos capaces de calibrarlos ante nuestros ojos. Cuando hablo con mis pacientes adolescentes me doy cuenta de la carencia de una mirada compasiva y unificada de ellas o ellos mismos. Es como si curiosamente no se supieran describir en un todo. Tienden a tener claros sus defectos, mientras que sus fortalezas pasan a ser tan esquivas que ni siquiera son capaces de reconocerlas. Y es que quizás es en esta manera categórica y dicotómica de mirarnos que se nos hace tan difícil describirnos, porque claramente somos fortalezas y debilidades. Somos un infinito de grises.

Incluso me atrevería a decir que separar las en fortalezas y debilidades nos dificulta aún más mirarnos como seres humanos integrales, como parte de un todo. La realidad es que como seres humanos estamos compuestos de infinitas palabras que nos describen, las cuales de alguna u otra forma sentimos que nos definen, pero quizás el problema es que a esas palabras tratamos de ponerlas en un paquete separado entre una categoría de buena o mala, fortaleza o debilidad.

Siempre he pensado que uno de nuestros tantos desafíos de ser padres es ser capaces de ser el espejo para nuestros hijos. Un espejo a través del cual logren mirarse como una persona completa, única e irrepetible. Un buen espejo nos refleja tal cual somos y nos acepta en todas nuestras formas, sin dicotomías. Como padres necesitamos mostrarle a nuestros hijos que ellos no son fortalezas o debilidades por separado, sino que son seres humanos que portan infinitas características que los hacen ser quienes son, que los definen y que los hacen únicos e irrepetibles. Porque más que separar lo bueno de lo malo, nuestros hijos necesitan poder definirse en lo que son.

Hace dos semanas una querida paciente me decía “tengo claras mis debilidades, siempre me las dicen, el problema es que no tengo tan claro cuáles son mis fortalezas”. Es en esa mirada separatista de nuestro ser que nuestros hijos se pierden y se insegurizan. Poco a poco empiezan a alimentar con fuerza a su crítico interno, que tiene tan clara sus debilidades que los aplasta, dejándolos asustados en un rincón, sin ser capaces de atreverse a enfrentar sus metas o miedos. Esta frase que me dijo mi paciente no es nueva, la escucho más seguido de lo que me gustaría. ¿No sería más fácil mirarnos como seres humanos integrales?

Les quiero proponer un cambio de paradigma. Pensemos en todas esas cosas que describen a nuestros hijos. Por ejemplo, yo puedo definir a mi hija adolescente como una persona perfeccionista, responsable, comprometida, categórica y transparente. Esas características no son fortalezas ni debilidades, son tan solo características. Cada una de ellas puede ser luz o ser sombra, cada una la puede hacer brillar o caer. Una persona perfeccionista es capaz de fijarse en cada detalle, probablemente se hace cargo de lo que emprende porque quiere hacerlo bien, es metódica, ordenada, y así su perfeccionismo puede ser su luz y hacerla brillar en ciertas situaciones. También ese perfeccionismo podría hacerse sombra si hace que se torne obsesiva, si no la deja delegar en otros o si la lleva a tardarse mucho en hacer cada tarea que emprenda.

Cuando nuestros hijos logren identificar sus sombras podrán hacerse cargo de llevarlas de nuevo a su luz, sin embargo, si no conocen sus características y solo se sienten portadores de debilidades, será muy difícil que puedan brillar en sus sueños, y será más difícil aún que se atrevan siquiera a perseguirlos.

Nosotros elegimos qué queremos ver en nuestros hijos, y lo que nosotros vemos será sin duda lo que ellos percibirán de ellos mismos. ¿Qué está diciendo nuestro espejo? ¿Cómo queremos que se vean a ellos mismos? ¿Serán capaces de verse como un todo? ¿Cuánto los estamos haciendo brillar?

María José Lacámara (@joselacamarapsicologa) es psicóloga infanto juvenil, especialista en terapia breve y supervisora clínica.