Violencia en parejas LGTBIQ

Violencia parejas mismo sexo Paula



La violencia en la pareja es una situación compleja, siempre. Pero al menos en términos legales, es en el contexto de parejas heterosexuales, y específicamente donde la mujer es víctima de violencia, que se activan las redes de apoyo y los servicios de contención, realidad que no funciona necesariamente así cuando la violencia se da en parejas de diversidad sexual y de género.

Psicólogos y sociólogos de la Universidad Santo Tomás publicaron en 2017 una investigación llamada Violencia íntima en parejas jóvenes del mismo sexo en Chile, en la que publicaron que, entre 631 personas de 18 a 29 años, el 84% vivía en ese momento violencia de pareja. Un 85% violencia psicológica, un 31,2% violencia física y un 48,8% violencia sexual.

En el caso específico de las lesbianas, el informe Ser lesbiana en Chile, publicado en 2019 por la agrupación Rompiendo el Silencio, da cuenta que un 53,9% de las encuestadas ha experimentado dinámicas de violencia dentro de la pareja. De este grupo, el 90,9% no acudió ni a fiscalía, ni a Carabineros ni a la PDI para denunciar, y de quienes sí fueron, el 57,1% dice que su denuncia no fue tratada correctamente por la institución.

Son los y las jóvenes de diversidad sexual y de género quienes tienen más problemas a la hora de tener apoyo en casos de violencia dentro de la pareja, especialmente en el sistema judicial en los servicios de salud mental, debido a la invisibilización de esta problemática, que no se adecúa a la heteronormatividad vigente.

“Las políticas públicas se hacen desde la perspectiva de las parejas heterosexuales, por lo que las que no caben en ese molde quedan fuera”, asegura la directora ejecutiva de Fundación Iguales, Isabel Amor. Y agrega: “En el caso de los hombres esto es especialmente grave, porque no tienen dónde ir”. Según explica Amor, las mujeres lesbianas sí son parte de los servicios que entrega el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en casos de violencia en la pareja, pero no ocurre en el caso de los hombres.

“Como todo está planteado desde un punto de vista heterosexual, el hombre siempre es agresor”, explica la representante de Iguales, “entonces un hombre agredido no puede acceder a ningún servicio que presta el Estado a las víctimas”. Aquí, enfatiza Amor, “la política pública es carente en ser crítica al modelo teórico desde el que se enfoca, porque si lo pensamos, no solo debiese proveer servicios para la mujer, sino que se debiesen trabajar las masculinidades”.

Para las personas transgénero, en tanto, el trato depende del funcionario de turno, especialmente si es que la víctima no ha hecho el cambio de género a nivel de documentación. Por lo tanto, pese a identificarse como mujer, si su cédula dice lo contrario, es probable que no la traten como tal. “En esto se ha avanzado bastante, pero más a nivel normativo que educativo”, explica Amor, en cuanto aunque se indiquen reglas sobre cómo se deben tratar estas situaciones, si el funcionario de turno no ha interiorizado la no discriminación, difícilmente la aplicará de buena manera.

Una mochila extra

Para los amigos de Claudio (25), verlo con Samuel, su pareja, siempre fue difícil. Pese a que ya había salido de la universidad, Claudio vivía con sus padres, muy mayores, y dependía económicamente de ellos. Además, no les había contado sobre su orientación sexual por miedo al rechazo. Cuando conoció a Samuel, él rápidamente le consiguió un empleo, se hicieron amigos y, con el tiempo, pololos y se fueron a vivir juntos.

La relación de dependencia que tenía con sus padres la pasó a tener con su pololo, quien le daba en el gusto con lo que quería. Pero al mismo tiempo eran habituales las peleas, ya fuera por celos o porque Samuel sentía que Claudio le respondía mal. Se hicieron comunes los combos y las patadas, y pese a que sus amigos le rogaban que saliera de ahí, Claudio les explicaba que ahora que no tenía a sus padres, Samuel era su única contención y apoyo.

“Las personas de diversidad sexual y de género siempre tienen una carga extra en términos de vulnerabilidad”, dice Isabel Amor, y explica: “Si ya eres gay, lo mínimo es que tu vínculo sea perfecto, cuando eso no es más que una idea porque las parejas perfectas no existen”. Por otro lado, en muchos casos las personas de diversidad sexual y de género muchas veces no cuentan con redes de apoyo familiares, siendo sus parejas sus únicos lazos fuertes y de contención. Entonces temen que, al perderlos, se queden completamente solos.

¿Cuál es la solución, entonces? La educación, pero una educación real, desde las emociones y no solo desde la normativa, para que quienes reciban denuncias sepan contener a personas que no son parte de una pareja heteronormada y para que los espacios donde las víctimas deberían recibir, tengan profesionales dispuestos a ayudar, no solo a mujeres agredidas, sino que también a hombres y personas transgénero.

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