Nuestras lectoras preguntan: ¿Debo medicar a mi hijo por su comportamiento?

Medicación niños Paula

La maternidad, al ser un mundo desconocido para quienes se enfrentan a ella por primera vez, viene llena de preguntas e incertidumbres. En Paula queremos acompañarte en este proceso muchas veces complejo, buscando las respuestas a tus inquietudes.




LA PREGUNTA

Tengo solo un hijo y es muy hiperactivo, al punto de que muchas personas suelen decir que es un muy buen “hijo único”, y no lo comentan porque se porte bien, sino que aludiendo a lo contrario: a que los hijos únicos no saben compartir, piden atención constante y se portan mal. Es tanta la presión que he sentido, que lo he llevado a varios especialistas y, la última vez, me recomendaron un medicamento para que esté más tranquilo, pero no estoy segura de dárselo. Soy de la idea de que las niñas y niños son distintos y que cada uno tiene su propio ritmo, pero igual me dejo llevar por lo que me comentan y ahora estoy confundida.

Rosario Miranda, 40 años.

LA RESPUESTA

La estandarización humana siempre ha existido, desde que el ser humano vive en comunidades, siempre ha sido y será más fácil ejercer control sobre aquellas y aquellos que siguen el mismo patrón y se comportan de la misma manera. Así lo explica la psicóloga y creadora de @educandoenamor, Leydy Gómez, que dice que actualmente, en la era de la información y el conocimiento, esta clasificación de lo diferente llega en forma de diagnóstico y son las infancias las que más sufren porque siempre se oponen o se niegan a ser uniformados. “Las niñas y niños son fieles a su biología, a sus ritmos y a sus procesos de desarrollo. Constantemente cuestionan el concepto de normalidad que los adultos hemos construido en nuestras sociedades”, explica.

Y agrega que aquello que nos interroga, nos cuestiona y se sale de la norma, es silenciado, callado y nominado. “Cuando se trata de salud mental e infancias, ese intento de normalizar y estandarizar a niñas y niños, en ocasiones toma la forma de diagnóstico. Con esto no quiero negar la existencia de trastornos en la infancia, es claro que existen, pero no todos los procesos infantiles deben ser abordados así”. El problema –aclara Leydy– es que los discursos de las patologías y los trastornos en salud mental infantil se han convertido casi en la única respuesta para entender la psiquis y el comportamiento de cada niña o niño y esto ha dejado como consecuencia la medicalización y las terapias rehabilitadoras, como método de acallamiento y normalización.

Esto a su vez ha revelado la imposibilidad que tenemos como sociedad de comprender a las niñas y niños en su singularidad y en las dinámicas propias de su contexto (familiar, educativo y social). “Muchas veces reemplazamos su identidad con diagnósticos que le asignan a cada uno un rol y un lugar en el mundo: es hiperactivo, es ansioso, es una niña o niño de alta demanda, es disperso, entre otros”, agrega Gómez, e insiste en que no es la idea tampoco negar la existencia de patologías, pero cuestiona el abordaje de los temas solo desde la mirada del desequilibrio químico que se busca reparar a través de un medicamento, del condicionamiento de su conducta, incluso pasando por alto procesos que son parte del desarrollo.

¿Qué silencia un medicamento? ¿Quién escucha lo que las infancias tienen para decir sobre sus sentimientos, experiencias e historia? ¿Cómo abordamos las dinámicas sociales y familiares del contexto de cada niña o niño? Todas estas preguntas hace Leyla para explicar que es necesario reflexionar, cuestionar y proponer un abordaje más allá del diagnóstico psiquiátrico, porque también es una realidad que en varios casos en los que se diagnostica medicamentos, no se necesitan realmente.

“Es importante que logremos pensar en un abordaje en salud mental para las infancias a partir de el hecho de acoger y darle lugar a su voz, sus palabras, sus silencios, sus sentimientos, su historia e incluso la historia de sus cuidadores. Y para eso, tanto madres, padres, familias y profesionales de la salud y sociedad debemos preguntarnos cómo respondemos también nosotros ante el sufrimiento, el malestar y los desbordes de las niñas y niños”, concluye Leyla.

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