LA PREGUNTA

Soy madre de una niñita de 7 años, que es muy alegre y extrovertida. Durante la pandemia, nuestra relación se ha afianzado porque hacemos muchas cosas juntas. Lo bueno de este extraño escenario, es que he tenido la oportunidad de verla crecer y seguir sus procesos. Sin embargo, hay un tema que me preocupa, y es que le gusta maquillarse todos los días. Algunas veces la he encontrado con mi cosmetiquero en el baño o viendo a alguna ‘youtuber’ que utiliza esa red social para enseñar a maquillarse. Cuando se reúne con sus amiguitas del colegio por videollamada, les muestra sus productos o les cuenta su nuevo truco de maquillaje. En algún momento, y pensando que era un juego, le compré algunos productos para niñas, pero ahora no estoy segura si fue una buena idea fomentar ese hábito. Hoy, que intentamos educar a niñas y niños sin conceptos sexistas y alejarlos de la hipersexualización, quería saber si una cuestión tan simple como el maquillaje puede influir en esto.

Silvia, 38 años

LA RESPUESTA

“Dejar o no maquillarse a una hija pequeña es una decisión de cada padre y madre, y como sucede en general en la crianza, no existe solo una respuesta correcta para esa interrogante. A mi parecer, en esto no hay blancos y negros, pero sí matices. Por ejemplo, si una niña va a participar en una presentación en el jardín o colegio, y quiere maquillarse para representar de mejor forma un personaje, es muy distinto a que día a día se maquille en casa bajo la creencia de que las mujeres deben hacerlo porque lo necesitan para verse más bonitas. Esta idea implica que es un deber y posiciona la belleza como un ideal propio de un género determinado”, explica Paz Domarchi, psicóloga clínica.

Lo cierto es que muchas niñas comienzan precozmente a interesarse en los maquillajes porque ven a sus madres hacerlo y ellas, al igual que los niños, imitan conductas, sobre todo después de los 2 años. “Para una niña, el maquillaje puede significar que se siente grande, capaz e incluso bonita, pero todo ello se puede lograr a través de otras situaciones que sean más adecuadas para su etapa del desarrollo. Por ejemplo, una niña pequeña puede sentirse muy capaz cuando aprende a andar en bicicleta sin rueditas o sentirse bonita cuando es elogiada por su sonrisa”, sostiene la profesional.

El maquillaje puede ser positivo en un contexto de juego, si es ocasional y no guarda relación con la cosificación de la imagen femenina. Así lo cree Andrea Saavedra, psicóloga de Clínica Indisa, quien sostiene que “si una niña quiere personificarse como hada o maquillar su rostro de jirafa, son acciones lúdicas que pueden aportar a su desarrollo personal desde la creatividad, la expresión emocional y la fantasía. Sin embargo, es distinto cuando a las niñas se les enseña a maquillarse para verse como una mujer, entendiendo el cuerpo femenino como un objeto de seducción. En tal caso, lo que se les está transmitiendo es un estereotipo de belleza física que puede influir en una sexualización temprana”.

Algunos estudios señalan que la hipersexualización de niñas y niños es un tipo de violencia, y que en la adultez puede generar ansiedad, depresión, insatisfacción corporal y trastornos de la conducta alimentaria, como anorexia y bulimia. Al respecto, Domarchi manifiesta que algunos autores sostienen que el real problema de la hipersexualización es la objetivización de las niñas y mujeres. “Proponen que la hipersexualización no se trata de la sexualidad, sino que del sexismo y de quiénes tienen el poder real en el mundo. Así, las niñas objeto son arrastradas a aceptar el rol pasivo de un objeto, cuya principal fuente de poder es su apariencia. Esto, sin duda puede dificultar que cultiven otros ámbitos de su identidad”.

Cómo lograr que niñas y niños respeten sus etapas de vida, es una pregunta que muchos padres se hacen hoy en un mundo hiperconectado. Sobre ello, Domarchi explica que esto se puede conseguir evitando que se expongan a contenidos e información que no corresponde a su etapa evolutiva. “Por eso, no da lo mismo los monitos animados que vean, la música que escuchen, la ropa que se pongan y los juegos que realicen. Hay que respetar las recomendaciones que existen para cada edad y también confiar en el criterio de cada madre, padre y/o cuidador”, dice la experta y recomienda estar pendientes y mantener una buena comunicación que permita conversar y explicarles por qué alguna cosa no es apropiada para su edad y cuándo y en qué contexto sí lo será.

Educación no sexista

Inculcarles a hijas e hijos que no existen los juegos y colores específicos para hombres y mujeres, y que deben respetar sus intereses, puede ser un buen comienzo para criarlos sin estereotipos. Sin embargo, la intervención del ambiente suele entorpecer todas las buenas intenciones. Por eso, la psicóloga Macarena Torres sostiene que “hay que fomentarles la exploración, el respeto por las diferencias, la curiosidad y admiración hacia ellas. Mostrarles cómo lo distinto es otro mundo en el que podemos aprender y enriquecernos”.

Sobre los estereotipos de género Domarchi plantea que “parecen inofensivos, pero en muchos casos pueden ser dañinos. Así por ejemplo se ha visto que las niñas tempranamente comienzan a creer que no tienen habilidades para las matemáticas, en gran medida por lo que se les transmite en el hogar y la escuela, y eso va generando un ciclo de toma de decisiones e identificaciones que condicionan las identidades y relaciones entre varones y mujeres en todos los espacios”.

La profesional agrega que una crianza libre de estereotipos de género es posible en la medida en que se fomente la elección por parte del niño y la niña. “Hay todo un entorno que inculca el rosado y las princesas en las niñas, y los autos y el azul en los niños, pero es importante que como padres y madres les transmitamos que, aunque les guste eso, pueden elegir otro color o diseño, y que esa opción no los determina ni limita como persona”. Y Saavedra concuerda: “Hay que enseñarles a las niñas y niños que pueden ser libres, que sus destinos no son, por ejemplo, tener novio o novia, casarse y tener hijos. Transmitirles que no siempre lo que hace la mayoría es lo mejor para ellas y ellos, fomentar el diálogo sobre sus expectativas y las que otros tienen, desarrollar la creatividad y la individualidad. Esto no es fácil, pero es posible. Hay que partir por una educación en casa que promueva la diversidad y la igualdad”.