LA PREGUNTA:

“Me cuesta mucho tomar decisiones, a veces son cosas simples, como decidir si me meto a un gimnasio u otro. Pienso, pienso, pienso... veo lo bueno y lo malo. Cuando son cosas más importantes me puedo pasar semanas sin tomar acción y la verdad es que me hace mal, siento que me retrasa en la vida, pero lo peor es que lo paso mal, me genera angustia y ansiedad y no sé cómo mejorar eso”.

Consuelo, 35 años

LA RESPUESTA:

“El sobre pensamiento implica una sobrecarga mental que genera ansiedad y produce una desconexión del sentir, es decir, nos volcamos a experimentar la realidad desde una perspectiva netamente mental y desde ahí no hay mucha cabida para conectar con el cuerpo y descubrir qué se siente bien o grato; y en cambio, solo podemos percibir la somatización del desequilibrio, que es la dolencia o la enfermedad, así como la ansiedad y desequilibrio emocional”, explica la psicóloga transpersonal Claudia Pinto Rebello.

Este estado de sobrecarga mental, sumado a la inacción y la ansiedad produce, inevitablemente, un círculo vicioso de estancamiento. No se avanza porque no se puede decidir, y a su vez se es incapaz de tomar una decisión porque no se deja de pensar. “Una de las claves para lograr tomar decisiones sin dudar tanto es alinearse con la percepción, la que surge desde la conexión con el cuerpo. La percepción es una sensación que se activa en lo somático y a la que podemos acceder a través de la respiración. De esta manera aprendemos a vibrar y vivir desde el cuerpo. Es ahí donde pierde fuerza el exceso de pensamiento”, agrega la especialista.

Exceso de puertas abiertas: el miedo a la renuncia

Así como las redes sociales nos saturan con el exceso de información, dejar muchas puertas abiertas provoca incertidumbre y al no tener el control de la situación se genera angustia y/o ansiedad. “Aparece ante mí una infinidad de posibilidades y al no tener el control de la situación mantengo esta posición de indecisión que no permite concretar ni determinar qué opción tomar. Inevitablemente, decidir implica una renuncia, porque dejas de considerar otras alternativas. Aceptar que cada decisión tiene costos y beneficios nos ayuda a comprender y tomar responsabilidad desde un lugar adulto, donde nos hacemos cargo se nuestras acciones”, dice Claudia.

“Posicionarse desde una actitud reflexiva y responsable de sí misma, ayudará a que la persona sea capaz de redirigir su rumbo si siente disconformidad con el camino que tomó, ya que podrá asumir los eventuales costos de su decisión, sin entrar en el loop de la ansiedad. Por ende, por más que las decisiones sean importantes, para bien o para mal, todos podemos cambiar de opinión y tener eso en cuenta nos ayudará a devolverle un poco de liviandad a la vida que a veces se nos vuelve tan pesada y cuesta arriba”, complementa.

Reconocer la voz del cuerpo

Cuando la toma de decisiones se hace desde un lugar conectado con el sentir (que se refleja la conexión con el cuerpo), aparecen señales claras que permiten determinar cuál es el mejor camino a tomar. “Por ejemplo, el pecho se siente liviano, los brazos se relajan, la sensación corporal es expansiva cuando una decisión se siente correcta. Ahora, si el foco está en el análisis racional de los posibles escenarios de cada opción, la decisión se vuelve más incierta porque queda sujeta a lo que racionalmente se establece como una realidad, pero puede que solo exista en la mente y que nunca se materialice, pues en ese espacio se ponen en juego las expectativas, las creencias que se tienen y los pensamientos imaginarios de lo que ‘podría ser’ si se llega a tomar una u otra opción”, profundiza Claudia.

Respiración consciente

Es posible generar una conexión con el sentir y con el cuerpo a través de la respiración. Para ello, la recomendación de la psicóloga es iniciar una práctica diaria. No necesita ser extensa, se puede comenzar con bloques de respiración de 5 segundos inhalando, 5 segundos reteniendo, 5 segundos exhalando y 5 segundos sin aire. Luego, puede incrementar a 10 segundos para aumentar gradualmente hasta llegar a 20 o 25 segundos por cada bloque, durante intervalos de 3 a 5 minutos.

“Este simple ejercicio realizado a diario lleva a la persona a regular sus estados emocionales y a su vez, a generar un estado de mayor conexión con su cuerpo, facilitando la percepción de lo que le genera cada posible escenario a la hora de tomar una decisión”, concluye la terapeuta.