LA PREGUNTA

Hace varios meses que mi hijo me está pidiendo una mascota. Uno de sus mejores amigos que vive en casa tiene tiene un perro y un gato, pero nosotros vivimos en un departamento, yo con mis dos niños, entonces no quiero asumir una responsabilidad más. Aunque le he dicho un par de veces que no podemos, él se pone triste cada vez que lo hablamos, pero de verdad yo no puedo asumir esa responsabilidad ni económicamente, ni por tiempo.

Fernanda Gutiérrez, 32 años.

LA RESPUESTA

En algún momento de su vida, especialmente en torno a los 4 o 5 años, la mayoría de las niñas y niños piden tener una mascota. Hay varias razones, como que ven a amigos que tienen o que los animales están muy presentes en las historias que ven en dibujos animados, películas y libros. Rocío González, psicóloga infanto juvenil, dice que también influye la estructura de la vida actual. “Antes era más común crecer en familias numerosas y las niñas y niños pasaban más tiempo jugando en la calle con amigos, pero hoy es más común encontrar hijas o hijos únicos que viven en departamentos y que ven en las mascotas un “amigo” que les puede hacer compañía”.

Otro factor que influye –agrega– es que a esa edad comienzan a querer asumir ciertas responsabilidades que ven en sus cuidadores y por eso sueñan con cosas como darle la comida, acariciarlos y jugar con ellos. Pero eso no implica que necesariamente entiendan que lo que implica hacerse responsable de una mascota y en ese punto es donde las madres y madres tienen ciertas aprensiones. “Los motivos para que los adultos se resistan al deseo de sus hijas e hijos de tener una mascota pueden ser varios: la obligación y carga que conlleva, el dinero que implica su cuidado y que en la casa o departamento no exista un espacio adecuado para su cuidado. Todas son válidas”, dice Rocio.

Sea cual sea el motivo, la psicóloga recomienda que es importante tener una conversación con los menores, donde se le expliquen claramente las razones. “Con autoritarismo no se consigue que la niña o niño adquiera un aprendizaje. Lo principal es llegar a acuerdos y hacerlo con un lenguaje simple. Si, por ejemplo, le decimos que no porque no tenemos plata, probablemente no lo van a entender porque a esa edad hay conceptos que ellas y ellos no manejan”, dice Rocío. “Tampoco basta con decir ‘es mucho trabajo tener una mascota’, porque las niñas y niños a esa edad necesitan ejemplos más concretos. Se pueden aprovechar las actividades de ellos mismos para ejemplificar. Así, cuando uno como adulto los limpia o los baña, aprovecha de decirle que eso mismo hay que hacer con la mascota; o cuando hay que hacer aseo, contarles que los animales también tienen que estar en un espacio limpio y eso requiere de un trabajo diario”, agrega.

El espacio también es un buen argumento, porque parte del cuidado de un animal es que tenga un lugar que le permita no estresarse. González dice que “si les explicamos a las niñas y niños que un animalito necesita poder correr, saltar y liberar energía igual que ellos, pueden comprender que quizás un departamento pequeño no es una buena opción para animales más grandes”.

Todos estos argumentos son necesarios para que las niñas y niños no sientan que quedamos en deuda con ellas y ellos por no tener una mascota. “El hecho de que en una conversación expongan por qué quieren una mascota y, en la misma, nosotros como adultos expongamos las razones de por qué no queremos o no podemos cumplir su deseo, es clave para que después esto no sea visto como un castigo”, dice Rocío y aclara que aunque son muy entendibles las razones de algunas madres o padres para no tener una mascota, el tenerla es una experiencia que los ayuda mucho en el aprendizaje de ciertas conductas como la responsabilidad, paciencia, amistad, entre otras.

En ese sentido, Rocío recomienda, especialmente en el caso de hijas o hijos únicos y cuando las madres y padres ven que realmente es muy importante para ellos tener una mascota, pero no están las condiciones para tener un animal muy demandante como un perro o un gato, probar con otros como un hámster u otro que no requiera de tantos cuidados y dinero. “Esto también puede ser una suerte de “ensayo”, porque nos permite ver cómo la niña o niño se va sintiendo con la nueva mascota, si realmente se hace responsable y participa. Y de esa manera y de forma concreta hacerlos partícipes y se comprometan, para que quizás el paso siguiente pueda ser un perro o un gato”.