LA PREGUNTA
Me separé hace nueve meses, luego de 20 años de matrimonio. La decisión la tomamos luego de haber pasado varias crisis y terapias de pareja, y aunque fue difícil hacerlo, pensamos que era lo mejor para nosotros y nuestra familia. Tenemos un hijo de 15 años y otro de siete, y ellos resintieron mucho nuestra decisión, por lo que hemos estado muy atentos a sus estados de ánimo. Hoy estoy reconstruyendo mi vida. Hace poco tiempo me reencontré con un antiguo amor y ha sido una linda experiencia. Me siento viva nuevamente y creo que lo nuestro es algo con futuro pues nos conocemos bastante. Quisiera contárselo a mis hijos, pero no sé si es prudente hacerlo todavía.
Sofía, 45 años
LA RESPUESTA
“Si luego de una separación, alguno de los papás quiere rehacer su vida con una nueva pareja, creo que lo más prudente es esperar un tiempo para presentarla. Una condición para hacerlo debiese ser ver la nueva relación como algo serio, con futuro y en la que nos proyectemos con el otro, pues esa persona será también parte de la vida de los hijos. Mientras no se cumplan esas condiciones, lo mejor es no dar ese paso”, explica Viviana Herskovic, psiquiatra infantil de Clínica Las Condes.
Esta nueva realidad debe ser transparentada a las hijas e hijos, respetando el difícil proceso que significa para ellos la separación de los padres. Así lo señala la especialista, quien sostiene que las hijas e hijos luego de una decisión tan dura, suelen experimentar un duelo. “Puede ocurrir que mientras los papás no tengan una nueva pareja o se casen con otra persona, las hijas e hijos persistan con la fantasía de la familia unida y que sus padres algún día se puedan reconciliar y estar juntos. Entonces, puede haber un rechazo hacia la nueva pareja”, agrega Herskovic.
Según el estudio Pensamiento y sentimientos reportados por los niños ante la separación de sus padres, de las Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, los hijos de padres separados reportan pensamientos que tienen que ver con la preocupación por su futuro, inseguridad, temor, ansiedad, rabia, tristeza y resentimiento. El informe sostiene además que en algunos casos, estos sentimientos y pensamientos siguen existiendo entre tres y cinco años después de la ruptura. “Ante una separación, la niña o niño, en una u otra medida, se verá afectado, razón por la que se hace necesario disminuir al máximo factores de riesgo presentes en el entorno general del niño, y fortalecer los factores protectores de manera que se le facilite elaborar de la mejor forma posible el duelo por la pérdida familiar”, menciona la investigación.
La psicóloga Loreto Galvez explica que contener y sostener a las hijas e hijos en un proceso de separación es lo más importante, y que el periodo de adaptación a la nueva vida es distinto en cada uno. “Independiente de las individualidades que pudieran enfrentar, es fundamental permitirles expresar lo que sienten porque es aliviador para ellos; hablar sobre sus emociones es una forma de simbolizar lo que muchas veces se vive internamente y en soledad. Además, nunca debemos olvidar que somos los adultos los que ejercemos la función de sostén y contención, y no al revés”.
Por eso, Galvez sostiene que es importante construir el concepto de separación, declarando que los papás dejan de ser pareja, y que esa relación es la que se termina y no la relación de padres, por lo que la familia sigue siendo papá, mamá e hijos. “Cuando los adultos rehacen su vida sexoafectiva, esta nueva relación se enmarca en el concepto de pareja, que no reemplaza el rol de papá ni de mamá. Lo ideal es permitirles a las hijas e hijos que se adapten a la nueva vida que trae la separación para que tengan el espacio mental y emocional para adaptarse a la nueva pareja”.
Construir nuevos lazos
De existir una nueva pareja, es fundamental que el proceso de acercamiento de las hijas e hijos hacia esa persona sea paulatino. Según los especialistas, en una transición así nada puede ser abrupto y menos obligado. “A las niñas y niños se les debe permitir dirigirse al nuevo desafío, partiendo por contarles de la existencia de la nueva pareja, hasta que exista el interés de ellos para conocerla, ojalá en su propio territorio y donde sean ellos los que se sientan seguros. Además, si el rol es de pareja de la mamá o papá, es importante que no hayan intenciones de que ocupe el lugar de padre o madre, dejando esas intervenciones especialmente reservadas para quien corresponda y dándole un espacio en este nuevo rol”, sostiene Galvez.
Para Daniela Ulloa, psicóloga de Clínica Indisa, el tiempo necesario es una articulación entre la necesidad del adulto y las posibilidades del menor. “Si el adulto está interesado en presentar una nueva pareja, debe allanar el terreno lo más posible. Idealmente será favorable plantear estos asuntos incluso en la vida familiar. Por ejemplo, contarles que alguien cercano o conocido ha encontrado un nuevo amor, es decir, formas que den cuenta de la normalidad de este aspecto y no como un tema tabú”.
El fortalecimiento de la relación entre la nueva pareja y los hijos dependerá de la edad de cada niño o niña y de sus ritmos de adaptación. Así lo cree Galvez, quien señala que hay que respetar la tolerancia de los menores y adolescentes frente a la situación, y la propuesta relacional que ellos tengan hacia la nueva pareja, sin forzar este proceso que debe darse con la mayor naturalidad posible.
Sobre ello, Ulloa sostiene que el trabajo es principalmente de los adultos y que la nueva pareja tendrá que incluir los cuidados necesarios para establecer un tiempo de relación. “Generalmente los conflictos más importantes no se dan en los primeros encuentros, sino más bien cuando la nueva pareja puede involucrarse en las decisiones que incluyen al menor, y esto también debe ser gradual. Será importante que la nueva pareja se pregunte también qué tipo de relación quiere construir con la niña, niño u adolescente, y conversar con el padre o madre del o la menor”.