La pregunta:

Me considero una persona muy empática. Me pasa mucho que entiendo de dónde vienen ciertas reacciones en los demás, pero a veces dudo si esta empatía puede convertirse en justificación. Por eso es que me gustaría entender de dónde viene el comportamiento de un otro y si se puede volver en contra.

Francesca, 38 años.

La respuesta:

El ser humano es empático por naturaleza, y, a menos que se existan trastornos graves como las psicopatías, podemos desarrollarla. Eso sí, la empatía tiene lugar en nosotros cuando las necesidades básicas se encuentran cubiertas y hay contextos familiares que la propicien, así como hay otros que pueden interferirla.

“La empatía nos permite ponernos en el lugar del otro, comprender e incluso revivir las vivencias de otras personas, principalmente de su estado emocional. Es ver lo que el otro experimenta a través de sus ojos, y eso nos permite tener una mejor comprensión de lo que siente otra persona o de su estado de ánimo. Entonces es posible lograr relaciones más saludables donde se puedan generar vínculos sanos”, explica la psicóloga transpersonal y maestra de Registros Akáshicos ARCI, Claudia Pinto Rebello (@psicologia_registrosakashicos)

Exceso de empatía

A veces, eso sí, ocurre que sin darnos cuenta nos volvemos demasiado condescendientes y terminamos justificando muchas conductas bajo este sentimiento empático. “El exceso de empatía, por llamarla de alguna manera, puede provocar que la persona que empatiza absorba cosas que tienen que ver con otra persona en vez de consigo misma, tomando emociones, sensaciones físicas y percepciones como si fueran propias. Esto afecta el bienestar emocional e interfiere en el vínculo relacional con quien se empatiza, porque asumes una responsabilidad emocional que no te corresponde. Generalmente este exceso de empatía se da de forma inconsciente para ‘ayudar a aliviar el dolor del otro’, sin embargo, resulta poco saludable para ambas partes. Por un lado, no permite el crecimiento emocional de quien experimenta la vivencia, y por otro, quien actúa desde el exceso de empatía pierde sus propios límites y deja de verse a sí mismo”, profundiza la psicóloga.

Banderas rojas

Hay señales de alerta que nos ayudarán a mantener el equilibrio entre una preocupación genuina y aquella menos saludable. “Una manera de detectar estas ‘banderas rojas’ es observar dónde estoy poniendo mi atención cuando dejé de acompañar a la otra persona que compartió su vivencia conmigo. ¿Qué tanto tiempo después de saber de la situación del otro me mantengo sintiendo y vivenciándolo? Este parámetro está en directa relación con la energía y tiempo que destino al otro, en desmedro de mis propias necesidades, tareas y/o responsabilidades, sobre todo emocionales. Si me demanda más energía lo que le está pasando al otro, versus lo que me está pasando a mí, es probable que haya transgredido mis propios límites de autocuidado emocional”, advierte Claudia.

El bienestar emocional propio es clave

Un concepto que se repite bastante en preguntas que involucran bienestar emocional es el énfasis en el autoconocimiento. Saber quiénes somos nos permitirá diferenciar qué es nuestro y qué le corresponde a los demás. “Observa por qué tiendes a tomar como propio lo de otros y asumes un rol de salvadora. Te puedes preguntar: ¿Qué gano con esto? ¿qué busco? ¿cómo me siento cuando ‘rescato’ al otro? Con estas interrogantes podrás comenzar a priorizar aquello que necesitas resolver emocionalmente respecto a cómo estás contigo misma y en relación a los demás. En la medida que generas bienestar emocional para ti, podrás apoyar a tus seres queridos sin perderte”, sugiere la experta.