LA PREGUNTA

Tengo un hijo de ocho años y desde que es pequeño he tratado de alejarlo de la tecnología, sin embargo con la pandemia se ha vuelto difícil. Hace algunos días me preguntó si podía regalarle un celular para comunicarse con sus amigos del colegio. Al parecer muchos tienen y conversan por WhatsApp. Sé que en este contexto es la única instancia que tiene para compartir con ellos y me da pena decirle que no, pero no sé si sea ideal comprarle uno.

-Consuelo, 37

LA RESPUESTA

“Es imprescindible situarnos en la realidad global y sobre todo particular de cada familia, cada niño o niña. Procurar mirarnos con benevolencia en nuestro rol de madres y padres, y comprender que estamos viviendo tiempos sumamente complejos. En este contexto, es importante considerar, por ejemplo, que el uso de pantallas se ha transformado en un recurso cuando hay que teletrabajar y no hay otro adulto presente que pueda acompañar al niño o niña. En la medida que nos miremos con benevolencia, podremos valorar el esfuerzo que cada uno ha desplegado de acuerdo a los recursos con los que cuenta, mitigando posibles sentimientos de culpa. Luego de este ejercicio, podremos analizar qué cambios se pueden hacer de acuerdo a las posibilidades reales de cada familia”, explica la psicóloga Magdalena Calvo.

La especialista sugiere que una vez resuelto lo anterior es importante considerar la edad de los hijos e hijas para determinar la exposición a las pantallas. “Se podría establecer algún tipo de horario y tiempo del uso de la tecnología, y procurar que dos horas antes de acostarse no estén expuestos a ella para así evitar los efectos negativos de la luz azul en la secreción de melatonina –hormona que ayuda a iniciar el ciclo de sueño–. También se podría intentar organizar y ordenar los espacios de la casa, de manera que los juguetes, libros y materiales de arte estén a la vista y los usen libremente”.

Según Carolina Harris, psicóloga infantil (@rompiendoelmolde_crianza), es importante considerar también qué necesidades fisiológicas y socioemocionales no están pudiendo ser satisfechas adecuadamente en esta pandemia y que los niños están intentando suplir desde el uso de la tecnología. “Si no lo hacemos así, caeremos en peleas que solo aumentarán el estrés tóxico y la sensación de incomprensión y soledad. Por ejemplo, en relación a la pregunta de la lectora, lo que le sucede a su hijo no es que necesite un celular, sino que instancias de conexión con otros pares producto del encierro. Mirar con esta altura de miras nos permite ofrecerles muchas más alternativas y opciones, en vez de únicamente negarnos al uso de un dispositivo”.

Las expertas señalan además que es muy importante no utilizar la tecnología como medio para calmar las emociones de los niños y niñas. Así lo sugiere Andrea Saavedra, psicóloga infanto juvenil de Clínica Indisa quien sostiene que: “Ellos deben aprender a identificar, expresar y controlar sus emociones, especialmente si están tristes, enojados o frustrados. Para eso hay que instarlos a conversar sobre lo que sienten, así como buscar actividades saludables de relajación y esparcimiento que no se limite al uso de pantallas”.

Sobre la edad recomendada para el uso de celulares, la profesional explica que puede ser variable y depende del desarrollo cognitivo y emocional de cada niño. “La mayoría de ellos presentan una madurez adecuada para el uso de un dispositivo a partir de los 10 a 12 años. Esto siempre que un adulto pueda supervisarlos, ya que es necesario que le revisen sus llamadas, mensajes, qué tipo de aplicaciones usan, que conozcan a sus amistades, y también explicarles con claridad los riesgos a los que se exponen en Internet. Los padres o cuidadores pueden tomar medidas de seguridad, tales como usar aplicaciones que les permitan restringir el acceso de sus hijos a ciertas redes sociales, pedirles que usen el dispositivo en un lugar donde puedan observarlos o hacer uso de los aparatos por tiempos y horarios determinados”.

Al respecto, Calvo señala que ojalá no antes de los 12 años pues el cerebro de los niños se encuentra en constante desarrollo. Las neurociencias han advertido del efecto adictivo de las tecnologías, especialmente de los videojuegos y las redes sociales, cuyo diseño se estructura activando el circuito de recompensa dopaminérgico. Ahora bien, si como en el caso expuesto, el Whatsapp se ha vuelto una herramienta utilizada por los compañeros para mantenerse conectados o comunicados, podría limitarse el uso de otra tecnología (TV por ejemplo) para compensar el tiempo de exposición a pantallas. Esto se podría conversar previamente con el niño o niña y establecerlo como acuerdo y compromiso”.

Uso responsable de la tecnología

Entendiendo que hoy es casi imposible suprimir la tecnología en la vida de los niños, es clave potenciar en ellos una relación saludable con las pantallas. Para ello, sostiene Harris, es necesario establecer conversaciones educativas en la que se les muestre los beneficios y posibles riesgos de la sobreexposición. “Dependiendo de la edad, hacerlos partícipes de un plan de uso responsable que esté volcado en su protección y seguridad, de tal manera que ciertos límites también les hagan sentido. Por otro lado, es muy importante que ese plan sea consistente para todos los integrantes de la familia, pudiendo variar los horarios y tiempos dependiendo de la edad pero que incluyan instancias pensadas para compartir desde otras formas. Es importante no restringir ni promover el uso de los dispositivos desde la lógica premio-castigo”.

Para Catalina Araya, directora de Educación de Fundación País Digital (FPD), es necesario que los niños y niñas desde pequeños comprendan que la tecnología requiere de responsabilidad. “Los padres deben conversar con ellos sobre los límites, y explicarles, por ejemplo, qué tipos de fotografías se pueden enviar, con quiénes no hablar y enseñarles a respetar a los demás para nunca hacer cyberbullying. También, es importante que los padres se familiaricen con las plataformas actuales (TitTok, Instagram, entre otras) para así enseñarles a los hijos hablando el mismo idioma”.

“Reforzar lo importante de la privacidad de los datos, que sepan las diferencias entre lo privado y lo público para no enviar fotos ni información personal, de manera que no corran riesgo de ser víctimas de chantajes a través de internet”, son algunos de los consejos que entrega también Jennifer Conejero, psicóloga infantojuvenil de Clínica Santa María quien agrega que: “Otro aspecto importante es dar el ejemplo como padres. No es raro ver a los padres en las consultas médicas, a las horas de comida y otros espacios familiares, utilizando el celular”.