LA PREGUNTA

Hace unos días me di cuenta de que mi hija había tenido un problema con una de sus amiguitas. Lo supe porque su cara cambió y la noté triste, pero ella no me dijo nada. Intenté preguntarle, pero no me quiso contar. Tiene 9 años y en general tenemos una buena relación, pero me preocupa que este tipo de episodios se empiecen a dar con mayor frecuencia y ella no sienta la confianza para hablarlo conmigo.

Natalia Espinoza, 42 años.

LA RESPUESTA

“Para que las niñas o niños confíen en su madre, padre o cuidador a cualquier edad –porque la confianza es algo que se vive de distintas formas a través de la historia de vida de un sujeto–, es muy importante que estos adultos sean confiables y predecibles”, explica la psicóloga de niños y adolescentes de la clínica psicológica de la UDP, Paz Valenzuela. Se refiere a una construcción que se hace desde guaguas. “Una guagua cuando siente hambre puede predecir que va a ser alimentada y eso ocurre. Eso va estableciendo la confianza en el otro y es beneficioso porque una niña o niño que confía en su cuidador, es una persona a la que le va a ir mucho mejor en la vida, ya que implica que confíe también en sí mismo”.

El concepto predecible tiene que ver con la incondicionalidad. “Por ejemplo, una niña o niño le puede decir a su cuidador que quebró el vidrio con un pelotazo. En esa confesión el menor no puede fantasear con que nunca más lo van a querer. Lo predecible e incondicional tiene que ver con que esa niña o niño pase por algo así y piense: 'mi mamá o papá se va a enojar porque quebré el vidrio, pero no me va a echar de la casa, sino que puede enojarse, pero en un rato más vamos a reestablecer la relación”, dice Paz. Y agrega que “lo fundamental de una relación de un cuidador con una niña o niño es que sea predecible e incondicional, es decir, que no importa lo que ocurra porque la relación de amor no está en riesgo”.

Otro punto relevante es que cuando un cuidador confía en la niña o niño también tiene que entender que no todo lo que le ocurre tiene que ser contado, ya que la confianza e incondicionalidad permiten el mundo privado. Paz dice que “hay problemas que las niñas y niños pueden resolver solos, otros que no porque son de mayor envergadura, pero si no se ha desarrollado una relación de confianza, predecible e incondicional, no se puede esperar que los menores cuenten un problema. Por eso, cuando una niña o niño oscila entre su mundo privado y la incondicionalidad de sus cuidadores, es probable que se acerque solo, y esto ocurre cuando ha tenido experiencias anteriores en que ha compartido problemas y los adultos han respondido bien”.

También ocurre que el cuidador se da cuenta de un cambio. “A veces las niñas o niños, de una manera no verbal, mandan mensajes cuando algo les pasa. En ese sentido, es complejo esperar que se de la comunicación verbal. Como adultos podemos crear un ambiente de confianza, un regaloneo, usar estrategias cuando los menores corporalmente se están mostrando. Por ejemplo, si a una niña o niño le duele la guata todos los domingos en la tarde, es lógico que no quiere ir al colegio. En ese caso, la mamá o papá no puede esperar domingo tras domingo que esa niña o niño tenga el recurso psíquico para poder hablarlo”, dice Paz y recalca que lo importante en momentos como ese es que la o el menor sienta que el adulto está sospechando que algo le pasa, pero que no por eso lo vigile ni se ponga hipervigilante.

Por último, la experta plantea que es necesario manejar los miedos del cuidador. “A veces los padres ven que su hija o hijo están raros y fantasean con que les está ocurriendo lo mismo que les ocurrió a ellos cuando niños. Eso se puede transformar en una situación de hostigamiento que no necesariamente lleva al alivio”, dice. Lo mismo si el adulto está viviendo una situación de estrés. “Si ahora en cuarentena, por ejemplo, una niña o niño no pudo hacer una clase por virtual, se perdió algo o tuvo algún problema y está angustiado; y por otro lado la mamá está angustiada porque está sin pega, la posibilidad de que la niña o niño le cuente a su mamá lo que le está pasando es bajísima, porque ellos perciben que también está con un problema y no le van a querer sumar otro. Yo escucho a muchas mamás en la consulta que dicen: ‘nunca me di cuenta’ o ‘nunca me lo dijo’. Y eso muchas veces pasa porque los adultos estamos pensando solo en nuestras angustias”, concluye.