LA PREGUNTA

“Desde siempre me han excitado las situaciones adrenalínicas. Esto ha crecido con los años, sobre todo en lo sexual, sin embargo, mi pareja se cansó de vivir experiencias así conmigo. ¿Qué puedo hacer para moderar esta necesidad a la adrenalina y no destruir mi actual relación?”. Verónica (39)

LA RESPUESTA

“La adrenalina se genera cuando enfrentamos estrés, excitación o nerviosismo, permitiéndonos adaptarnos y enfrentar estas situaciones del mejor modo posible. Con su liberación, se experimenta una sensación de euforia placentera. Por eso, las ganas de sentirse así constantemente llevan a algunas personas a realizar conductas excitantes todo el tiempo y a convertirse en adictos a la adrenalina”, explica Bella Rossi, psicóloga de Clínica Santa María.

Los adictos a la adrenalina necesitan experimentarla de modo permanente y habitual, y para ello realizan acciones atrevidas y sin límites, llegando a ser insaciables o peligrosas. “El riesgo es que se puede ir más allá de los límites del propio bienestar, dañándose o perjudicando sus relaciones”. Por eso, la especialista dice que hay que estar muy atentos si se da en un espacio íntimo. “Más aún si se desarrolla en el plano sexual y está provocando problemas de pareja. En este aspecto, sería necesario diferenciar adictos a la adrenalina de adictos sexuales. Probablemente las bases químicas sean las mismas, pero las consecuencias para la vida de pareja y familia son distintas”.

Se entiende que en una relación íntima tiene que existir consenso en las conductas que se realicen y claramente en este caso no lo hay, lo que va a provocar tensión, conflicto y deterioro en la relación. Así lo explica Rossi: “si hay consenso puede haber menos repercusiones, pero puede haber más patología conjunta y posiblemente más degradación de la sexualidad”.

La esclavitud de la euforia

Nuestras emociones tienen siempre un elemento biológico debido a que nuestro organismo segrega hormonas que provocan distintas reacciones. Así lo explica la terapeuta sexual Karen Uribarri, quien sostiene que la adrenalina hace reaccionar a nuestro cuerpo cuando, por ejemplo, nos enamoramos y sentimos ese cosquilleo que llamamos “mariposas en el estómago”. Y así varias situaciones en las que se hace parte y nos ayuda a adaptarnos al medio de la mejor manera. Sin embargo, la sensación es tan placentera que podría volverse adictiva, ya que genera efectos químicos muy parecidos a los de un orgasmo.

“Por eso es que la adrenalina puede convertirse para algunos en algo que necesitan sentir todos los días y en cada momento. Sobre todo en individuos con conductas compulsivas, ya que a través del consumo constante de esa sustancia, intentan llenar vacíos internos que, quizás, conscientemente desconocen tener”, explica la terapeuta.

Según Rolando Sepúlveda, académico de la escuela psicología de Universidad de Las Américas (sede Concepción) “las personas que desarrollan un adicción tienen una mayor presencia de un rasgo de personalidad denominada ‘búsqueda de sensaciones’, que los hace perseguir incesantemente emociones distintas que los lleven al límite para generar los efectos posteriores: sensación de bienestar y de motivación global por realizar nuevas conductas que pudiesen ser riesgosas”.

Otro de los rasgos de este tipo de personalidades, advierte Bella Rossi, es que son poco tolerantes a las actividades que carecen de estímulo o se aburren fácil. “La persona con adicción a emociones fuertes disfrutan de aquello que domina y no de lo que lo domina a él, y el problema es que no saben cómo establecer un límite, no pueden dejar de hacerlo ni disfrutar de otra manera. La conducta manda a la persona y se supone que es al revés, uno domina sus comportamientos. Necesitan tener un grado de excitación permanente y creciente en su vida. Con esto, pueden estar intentando llenar un vacío”.

En el plano de las relaciones, estas personalidades pueden tener poco compromiso o atención a las necesidades del otro. Hay autogratificación y ansiedad cada vez mayor producto de la desregulación del deseo, pues se vuelve intenso y perturbador. “A pesar de que las causas de las conductas sexuales compulsivas son inciertas, en Mayo Foundation for Medical Education ha asegurado que el desequilibrio de algunas sustancias químicas naturales del cerebro (como la serotonina, dopamina y norepinefrina) pueden estar relacionadas con esta conducta”, señala Uribarri.

Sobre qué hacer en una situación extrema de adicción a la adrenalina, enfocada en lo sexual, Rossi aconseja que es necesario buscar ayuda profesional para abordar el trabajo consigo misma y la relación. “Es necesario recuperar el dominio de sí misma y la conexión emocional; rea-prender a sentir placer con límites suficientes, liberándose de ‘la esclavitud de la euforia’; descubrir qué vacíos o carencias se están compensando con la búsqueda de tanta excitación. Esto puede incluir ayuda psicológica individual y médica farmacológica; pero la incorporación de la pareja para revisar aspectos de la relación que se han vuelto disfuncionales es también central”.