La enorme fila para entrar al Apumanque, los anuncios de reapertura de distintos servicios, los trabajadores retomando sus actividades en oficina, una fiesta clandestina con 400 personas en Maipú y familias con hijos en los parques son imágenes que nos han llegado estos últimos días, en paralelo a las cifras que declaran un aumento exponencial en los contagios de Covid-19.
Según la última encuesta Cadem, un 69% de los chilenos está en desacuerdo con la nueva normalidad propuesta por el gobierno y el reciente estudio de Iris Market Research Worldwide, arroja que Chile es uno de los países con mayor preocupación por la salud física y mental de las personas cercanas a raíz de la pandemia. Sobre este complejo panorama conversamos con Paula Sáez, psicoanalista y directora nacional de la escuela de ciencias sociales de la Universidad Andrés Bello.
¿Cómo interpretamos los conceptos de nueva normalidad y regreso seguro en nuestra cotidianidad?
El concepto de nueva normalidad no tiene nada de nuevo: es la misma realidad pero con mascarilla, lo que a mí gusto genera una especie de omnipotencia en muchas personas. A muchos les ha costado entender de lo que se trata y la interpretación de lo que significa distancia es muy subjetiva: no se entiende cómo opera y además la gente piensa que no hay que protegerse de las personas cercanas, sino de los otros. Entonces niego el efecto de contagio entre los queridos y voy al cumpleaños familiar, pero en el supermercado tomo todas las precauciones. Al mismo tiempo, uno podría decir que individualmente las personas toman conductas de riesgo que son irresponsables, pero es importante no pensar solo en estos términos: los mensajes que nos están entregando son contradictorios. Te dicen que te cuides, que te quedes en casa, pero se abren los malls. Y en varios programas de televisión, que es un ejemplo para muchos, ves a los entrevistados y periodistas sin la distancia. El llamado a la buena voluntad y al autocuidado no tiene efecto suficiente porque en masa somos más básicos, necesitamos que nos guíen. Esto no tiene que ver con si somos inteligentes o no, sino con indicaciones claras y medidas firmes. Es importante entender que cuando una persona no toma las medidas es porque no cree en ellas ni las entiende, entonces interpreta a su favor el concepto de nueva normalidad y opera el negacionismo.
¿En qué consiste esa negación?
Lo que se genera entre el discurso y el acto en el concepto de nueva normalidad es vacío: no se puede hablar de ella cuando mucha gente tiene miedo a salir de sus casas y ese miedo no es irreal, es concreto y a nivel planetario. Eso genera una reacción media sicótica, porque estamos solos, encerrados. Y frente a eso un camino es negarlo: me resisto al miedo y salgo de mi casa, me junto con mis amigos, hago como si no pasara nada. También es una relación negadora de la muerte: otro que no conozco va a morir, alguien que es un número, alguien que no existe. Cuando tomo ese mecanismo, niego la existencia de ese ser humano y de que otros me necesitan para sobrevivir. En una sociedad como la que vivimos actualmente, sumamente liberal e individualista, es fácil pensar que no nos va a pasar nada y que a los que quiero tampoco, entonces no me importa lo que le pase al resto. Pero lo que vemos a nivel mundial es que la existencia del otro es vital para sobrevivir.
¿Puede surgir un sentimiento de desprotección?
Efectivamente esta situación hace emerger esos sentimientos en muchas personas que no tienen la capacidad de negación. Nos sentimos vulnerables, con una sensación de que no hay escapatoria y de que no queda otra que hacerse cargo de tu cuidado, esperando que los demás intenten tener ese cuidado contigo y que el gobierno provea las condiciones. Como vivimos en una sociedad donde el centro es el invidividuo y cada uno vela por su situación, esto se pone en tensión. Necesitamos más al Estado, con políticas públicas que nos den contención por el bien colectivo.
¿Cómo podemos como ciudadanos contribuir a este bien colectivo?
Una gran mayoría de los chilenos y chilenas se están viendo obligados a salir, pero si tú puedes no hacerlo, tienes el deber social y moral de quedarte en casa. El encierro produce efectos muy intensos, el ánimo está lábil y se exacerba el estrés, pero todo eso es esperable. Por eso es importante buscar espacios que me generen alivio, saber que no somos omnipotentes, que no podemos rendir al 100% y que es importante permitirnos la pena, el descanso. No perder el contacto con los otros y buscar apoyo sicológico es lo importante. Hay universidades que están brindando consultas gratuitas y se están construyendo redes de apoyo. Solo hay que buscarlas.