De acuerdo a la Primera encuesta nacional sobre violencia ginecológica y obstétrica, realizada entre 2019 y 2020, un 67% de las mujeres consideró haber sufrido violencia en las consultas ginecológicas y más de un 79% en sus procesos de embarazo y parto. Estas alarmantes cifras, que por fin llegan a evidenciar una realidad que las mujeres vivimos a diario, fue uno de los motores que impulsó a diferentes asociaciones de matronas y matrones a unirse con un objetivo en común: hacer de la matronería un ejercicio respetuoso, integral e inclusivo, que vele por la salud, dignidad y respeto de la mujer, incluyendo las disidencias sexuales. Las matronas llevan ejerciendo en Chile más de 185 años desde la creación de la Escuela de Matronas, la cual le dio una base científica a un rol que las mujeres llevaban siglos cumpliendo informalmente como parteras. Desde entonces, han experimentado numerosos cambios en su formación y ejercicio. Hoy, esa renovación es impulsada por el feminismo hacia una matronería acorde al momento actual, sin ningún tipo de violencia; una matronería feminista y con perspectiva de género. La directora de la recién configurada Asociación Nacional de Matronas y Matrones de Chile (ASOMAT), Katiuska Rojas, explica algunos de los aspectos y objetivos fundamentales de esta nueva mirada.

¿Cuál ha sido históricamente la importancia del rol de las matronas en el cuidado de la salud sexual y reproductiva de la mujer?

Al ser una profesión fundamentalmente de género -cerca el 90% está configurado por mujeres- la matronería ha tenido un rol histórico. Es una profesión que se creó básicamente para poder salvar vidas, porque las mujeres fallecían en los partos en casa y había una alta tasa de mortalidad neonatal. Esas primeras matronas que se formaron, en la primera escuela de obstetricia de la Universidad de Chile, eran mujeres que venían de provincia, de escasos recursos, y que pudieron tener acceso a la educación universitaria. Se educaron en el ámbito científico para el cuidado de las propias mujeres y empatizaron con ellas desde la ciencia. Esto es muy relevante en el contexto feminista; hay que recordar que los médicos en esa época eran todos hombres y dentro de las profesiones del área de la salud las primeras mujeres fueron las matronas.

¿Qué se ganó y qué se perdió en esa medicalización de la salud sexual y reproductiva?

Las mujeres antes tenían 20 hijos en cada familia, de los cuales morían por lo menos cuatro. Muchas mujeres fallecían además a temprana edad por complicaciones en sus embarazos. La creación de la Escuela permitió el estudio del embarazo patológico y salvó vidas. Pero en ese traspaso de los conocimientos científicos se traspasó también una barrera muy delgada, porque el poder del conocimiento se tornó, a mí parecer, a una postura más de elite. Esto vino fuertemente influenciado por el médico, que hizo sentir y ver a la matrona que ella tenía que tomar una posición para con los médicos más que empatizar con las mujeres. Y hoy se sigue viendo, matronas que sienten que si no responden al médico las van a despedir de sus trabajos o no van a hacer reconocidas por su labor. Esa misma posición de poder que ejercen los médicos es con la cual se ha ido formando a la matrona por muchos años, una actitud paternalista y patriarcal, que le dice a la mujer qué es lo que tiene que hacer.

¿Cuáles son esas prácticas más patriarcales que se observan en el ejercicio de la profesión?

Las prácticas más patriarcales o violentas que observamos dicen relación con la forma de trato. El decirle a la mujer qué es lo que tiene o no tiene que hacer y cómo lo tiene que hacer. Esas son actitudes que transgreden los derechos de las mujeres y les vulnera el derecho a decidir, por ejemplo, dónde y con quién parir o de qué forma acompañar los procesos en decisiones ginecológicas.

¿Cómo se ha ido cambiando esta realidad?

Estamos cambiando las formas de hacer matronería, desde las escuelas, desde el pregrado, actualizando y mejorando las mallas. Hoy nos centramos más en las habilidades blandas, en las comunicaciones, en la forma de trato, en el acompañamiento en las decisiones de las mujeres. Las nuevas generaciones nos han obligado a responder a las necesidades actuales de las mujeres, que están más empoderadas y buscan una matronería más empática y relaciones más horizontales Eso ha tenido un cambio de paradigma y un renacer de la matronería; nos debemos una profesión que empatice con las necesidades de las mujeres, con sus dolores, sus malos tratos, que vele por sus derechos sexuales y reproductivos y por su dignidad.

¿Cuál es la gran deuda que tiene el Estado y las organizaciones de la salud con este gremio?

Recuperar espacios por los cuales se nos ha postergado durante mucho tiempo; se nos ha excluido por más de diez años en el debate político y en la decisión de las políticas públicas. Una de las principales complicaciones que vemos, además, en el sector público es la falta de recursos, esto se debe a que, desde la política de Estado, no hay una priorización en el financiamiento en la salud de las mujeres. Es una red totalmente precarizada. Es importante mejorar las condiciones laborales de las matronas, quienes hoy están entregando toda su labor, sin tener las mejores condiciones. Esto les genera estrés, síndrome de burnout, y lamentablemente eso se ve reflejado en el trato hacia las mujeres. Tenemos una posición además de dependencia con los médicos. Las matronas estamos por debajo, pasamos a segundo plano. Hay una invisibilizacion de un gremio mayoritariamente de mujeres, en donde nos vemos subyugadas dentro de las indicaciones a los mandatos del médico gineco obstetra. Hay que visibilizar la necesidad de tener una matronería más autónoma, más independiente, eso nos invita también -dentro del contexto feminista- a que las mujeres entiendan que estamos en un sistema patriarcal donde los médicos finalmente son los que deciden sobre el cuerpo de las mujeres.

¿Se notan cambios en las nuevas generaciones de matronas y matrones?

Veo un cambio que es totalmente positivo y eso me tiene feliz. Hay una generación más joven que trae una mirada mucho más independiente, empoderada, autónoma y eso es totalmente favorable en el contexto actual, donde vemos que las personas también están más empoderadas en sus derechos. Las generaciones anteriores la verdad es que arrastramos algo mucho más agresivo porque era una matronería que tenía que estar constantemente luchando en sus espacios de trabajo para no ser discriminada, agredida ni violentada. Y lamentablemente tenemos esa mirada latente de otras épocas que fue muy dañina, y sigue replicando estas lógicas violentas y patriarcales. Ya no queremos seguir arrastrándolo y es lo que apostamos con las nuevas generaciones, que puedan liderar a futuro una matronería respetuosa, diversa, inclusiva, sorora, empoderada, autónoma y feminista.