Sabemos que la endometriosis es una enfermedad que se produce porque el endometrio –membrana que reviste el útero– se implanta fuera de su lugar habitual invadiendo otros órganos como ovarios, recto, vejiga e intestino. Sabemos que puede afectar hasta el 10% de las mujeres en edad fértil y que su principal síntoma es el dolor menstrual, pero no es el único. Sabemos que afecta a 197 millones de mujeres en el mundo y que tiene un diagnóstico tardío, de entre siete a 10 años.
No sabemos, sin embargo, las causas de esta enfermedad que por muchos años ha sido poco estudiada y atendida. Pero gracias a nuevas investigaciones y la concientización de grupos civiles y médicos, la endometriosis ha empezado a adquirir visibilidad.
A mediados de junio, la revista Science Translational Medicine publicó una investigación de la Universidad de Nagoya, en Japón, que concluía que la presencia de un tipo de bacterias, comúnmente presente en la boca y el intestino, podía estar detrás de algunos casos de endometriosis. Este estudio abre la posibilidad de que el uso de antibióticos se convierta en una solución efectiva para tratar la enfermedad, como alternativa a las hormonas.
Los científicos analizaron a 155 mujeres (79 con endometriosis) y, en el 64% de las que tenían la enfermedad, se identificó una infiltración de fusobacterium. Según los investigadores, estas bacterias estarían detrás del incremento de transgrelina, una proteína asociada a la endometriosis que crecería de forma excesiva como parte de la respuesta del sistema inmune a la infección.
El estudio, recibido con sorpresa en la comunidad científica, es un paso hacia un mayor conocimiento de la enfermedad, y se suma a un esfuerzo por encontrar otras soluciones clínicas.
En marzo, un equipo de científicos de todo el mundo publicó el mayor estudio hasta la fecha sobre la genética de la endometriosis. La investigación analizó el ADN de 60.600 mujeres con la enfermedad y 701.900 que no la tenían. Los resultados revelaron una base compartida entre la enfermedad y otras dolencias sin relación aparente, como la migraña.
El estudio muestra que, en mujeres con endometriosis, una predisposición genética provoca mecanismos de inflamación que sensibilizan el sistema nervioso central, lo que explicaría que algunas de ellas perciban dolor en partes del cuerpo que no tienen que ver con la enfermedad inicial. Esto podría allanar el camino hacia nuevos tratamientos centrados en el dolor –y no hormonales– destinados específicamente a los subtipos de endometriosis.
Ricardo Pommer, director de la unidad de medicina reproductiva de la Clínica Monteblanco, opina que los estudios más prometedores son aquellos que analizan la genética. El especialista explica que, en realidad, hay tres distintos tipos de endometriosis que se comportan de manera diferente “en los síntomas que le pueden dar a una persona y en los hallazgos que uno encuentra cuando se buscan los distintos mecanismos para certificar el diagnóstico”.
“No hay una respuesta única de por qué se produce. Tampoco hay una respuesta única que explique los tres tipos de endometriosis que hay. Por consiguiente, no existe un tratamiento único: sigue siendo un desafío para la medicina”, detalla.
Sin embargo, sí hay una concordancia genética entre las pacientes con endometriosis. “Hay más prevalencia. Por ejemplo, si la mamá tuvo endometriosis es más probable que sus hijas también tengan y esto es para los tres tipos de endometriosis. Estos antecedentes te hacen más probable de expresar la enfermedad”, explica.
Avances en Chile
Hace unos meses, el Ministerio de Salud elaboró –con la ayuda de especialistas como Pommer– una guía clínica que entrega herramientas a los equipos de salud para poder facilitar una atención integral y oportuna a las personas que padezcan esta enfermedad. Su objetivo es lograr dar con diagnósticos e intervenciones más tempranas. “Quedó un diagrama de flujo con todo lo que se tiene que hacer para un diagnóstico precoz, su tratamiento y también una red de derivación”, dice Pommer. “Es el único país de Latinoamérica que lo tiene, Chile metió un gol increíble”.
La guía también aborda una de las grandes luchas de los especialistas en endometriosis: romper con la normalización del dolor de regla. “Lamentablemente se normaliza ese dolor que no es normal”, dice. “Es súper relevante porque la endometriosis es una enfermedad evolutiva en el tiempo, que va progresando de menos a más”, añade.
La Fundación Chilena de Endometriosis (Fuchen) lleva años intentando romper con los mitos relacionados a esta enfermedad. “Antiguamente te decían que el dolor menstrual era normal, te daban un paracetamol. Nosotros estamos intentando romper esa brecha. Es un derecho tener una buena calidad de vida”, explica su fundadora, Marcela Araya, quien padece la enfermedad hace 20 años.
En ese sentido, la elaboración de esta guía, de la que también participó la fundación, permite crear protocolos para identificar y tratar nuevos casos. “Ahora existe un parámetro para detectar la enfermedad y derivar, dar con los exámenes que son necesarios para diagnosticar la endometriosis”, dice.
También permite abordar la enfermedad de forma individualizada y con especialistas que cuenten con la experiencia y técnica adecuadas. “Ningún caso de endometriosis es igual a otro, si bien las pacientes padecen la misma condición, no es lo mismo tratar una endometriosis ovárica, intestinal peritoneal o infiltrativa nerviosa. En muchos casos se debe contar con un equipo multidisciplinario con diferentes especialistas”, dice Araya.