“Mi experiencia con la amistad siempre estuvo muy influenciada por las películas y las series: creía que los grupos de amigas tenían que ser como esos inseparables que se mostraban en la pantalla. Siempre busqué eso. Ahora sé que somos muchas las que hemos vivido esa sensación de ser la amiga no escogida, pero creo que hay que valorar más la calidad que la cantidad. Si no tienes o nunca has sido parte de ese grupo grande de amigas que ves en la series, también está bien”.
Me acuerdo que estábamos en la universidad con unas amigas y una de ellas venía recién llegando de un viaje. Se puso a repartir recuerditos que les había traído a todas menos a mí. Fui la única que no recibió nada. Para ser realista, aunque estamos insertas en el mismo grupo, sabía que con ella no tenía tanta afinidad. De hecho, no sé si yo le hubiera traído regalo de un viaje, pero que lo haya hecho de manera pública, me transportó a las emociones que sentía a los 15 años cuando no me sentía incluida en mis grupos de amigas. Te vuelves a sentir que no eres suficiente o que estás haciendo las cosas mal.
Mi experiencia con la amistad siempre estuvo muy influenciada por las películas y las series: creía que los grupos de amigas tenían que ser como esos inseparables que se mostraban en la pantalla. Siempre busqué eso.
Crecí con la idea de que tenía que tener una mejor amiga con la que básicamente tenía que juntarme todos los días, una persona que pasara en mi casa y yo en la suya. Si ese nivel de intensidad no existía, entonces no era una buena amistad.
Eso era un pensamiento extremo que tenía a los quince años, pero a los 23 también he pensado en algún momento con tristeza que yo no tengo esas amigas íntimas con las que crecí, esas amistades súper antiguas marcadas por el tiempo.
En el camino me di cuenta de que nunca fui parte de eso. Del colegio conservo solo a una, pero en su momento me encontré dentro de un grupo de amigas de a tres donde más que un trío, era una dupla y yo no formaba parte. Sentirte que no eres incluida realmente es una de las sensaciones más difíciles de experimentar. Por lo mismo, hoy cuando veo a una persona nueva en un entorno que yo ya conozco, me gusta ser la persona que va y la incluye.
Es un proceso que sigo viviendo. Fue súper chocante ver que me siguió pasando en la universidad, porque yo pensaba que ahí iba a encontrar esa estabilidad y que descubriría que sentir que no era parte era algo del colegio. Creo que es algo que me va a seguir pasando y sé que es por temas de afinidad. Al principio pensaba: “¿por qué no me invitan a todo?, ¿por qué no soy tan cercana como entre ellas?, ¿por qué no tenemos esa intensidad?
Me he dado cuenta que en general soy una persona intensa que vive sus vínculos de esa forma. Me he topado con muchas amistades de las cuales me he ido súper decepcionada porque siento que estoy entregando más de lo que me están dando, que estoy dedicando más tiempo y preocupación. Hoy decido alejarme de algunas de esas amistades. Antes me quedaba eternamente por el simple hecho de no querer quedarme sola.
Puedo hablar tranquilamente de esto después de años de terapia. Yo creo que el tema de las amistades es una piedrita que siempre ha estado en mi camino, que me ha dolido mucho. Algunos términos de amistades –las del colegio por ejemplo– me dolieron mucho más que terminar con un ex. Se habla poco del dolor que surge del quiebre de estas relaciones. Es un proceso súper silencioso y solitario porque muchas veces no hay una conversación de por medio, un cierre concreto. Es algo que siempre arrastré conmigo y por eso en la universidad me hizo intentar ser parte de un grupo del que quizás nunca estuve incluida solo por el hecho de querer pertenecer. Al final el ser humano busca mucho eso, ser parte de algo.
También he tenido un cambio de switch en relación a las amistades. Por mucho tiempo me posicioné en el lado de la víctima, pensaba: ‘ellas se alejaron de mí, ellas me hicieron daño’. Pero hoy en día estoy consciente de que todas las amistades y las relaciones se componen de a dos y me cuestiono más cuál es mi rol en eso. Más que preguntarme por el tipo de amigas que tengo y quiero, me pregunto cómo es el tipo de amiga que yo quiero ser y en base a eso vivo mis vínculos. Eso me ha traído mucha tranquilidad porque digo, pucha, por último estoy siendo la amiga que a mí me gustaría tener.
Algo que también he aprendido es a pensar en qué tipo de amiga necesita mi amiga. Tal vez esa persona no necesita que yo le hable todos los días, pero sí le importa que esté en los momentos importantes. Creo que es importante preguntarnos eso.
Con el tiempo he cambiado mi visión sobre lo que antes catalogaba como una ‘mala amiga’. Poco a poco me he ido dando cuenta que en verdad las amistades se adaptan a la situación y que una buena amiga puede definirse de muchas formas. Una buena amiga puede ser la que en los momentos en que estés mal te escuche. Una buena amiga puede ser esa que te acompañe a carretear siempre. Una buena amiga puede ser la que solo quiere juntarse a tomar café y hablar de cosas más profundas.
Tendemos a querer que nuestros amigos cumplan con todos los checks de una lista y muchas veces eso no se puede encontrar en una sola persona. Distintas personas pueden cumplir distintos roles y no concentrarlo en una sola persona les quita carga y responsabilidad a las amistades. Al final siento que le exigimos algo que quizás no son capaces de dar.
Por otra parte, solté el hecho de que no todas mis amistades tienen que tener el mismo nivel de profundidad e intensidad y las empecé a disfrutar mucho más. Acepté que no necesariamente esa amiga va a ser la madrina de mis hijos ni estar totalmente involucrada en mi vida.
“Creo que muchas hemos tenido la sensación de ser la amiga no escogida, pero pienso que hay que valorar más la calidad que la cantidad”.
Este tema es algo de lo que he hablado harto en las redes y siempre me llama la atención, porque recibo muchísimas respuestas. El punto donde la gente más se identifica es en dar más de lo que uno está recibiendo: me cuentan que se sienten desilusionadas al darse cuenta de que no son valoradas de igual forma.
Darme cuenta de que son muchas las personas que sienten lo mismo me ayuda a sentirme validada porque lo viví en silencio por mucho tiempo. A mí me hubiese gustado tener acceso a este tipo de contenidos cuando estaba en el colegio. Es bacán saber que no estás sola. En la adolescencia tu interacción social se valida en tus pares y la cantidad es mucho más importante que la calidad, pero esto cambia a lo largo del tiempo. Con una buena amiga es suficiente.
Es muy válido sentirse así y somos muchas las que hemos vivido estos duelos o esa sensación de ser la amiga no escogida, pero creo que hay que valorar más la calidad que la cantidad. Si no tienes o nunca has sido parte de ese grupo grande de amigas que ves en la series, también está bien”.
*Pini tiene 23 años y es estudiante de Medicina