Han pasado semanas desde que dejamos atrás las cuecas, las empanadas y los volantines, y la primavera irrumpe con sus colores vibrantes, flores y días más largos, pero ¿qué ocurre cuando las festividades se desvanecen y la rutina vuelve a tomar el control? Esta temporada trae consigo algo mucho más oscuro: nuestras inseguridades. Las mismas que parecían haber quedado en hibernación bajo las capas de la ropa de invierno, vuelven a surgir cuando nos encontramos frente al espejo, cuestionando por qué no hemos logrado ese número en la balanza que tanto nos propusimos.

Estas inseguridades no aparecen de la nada. Son el subproducto de una cultura de dietas que, como cada año, revive con una fuerza implacable justo en esta época. El marketing de la “operación bikini” resurge, avivado por influencers y gurús del fitness que, sin la más mínima formación en salud -mucho menos en salud mental-, aprovechan nuestra vulnerabilidad para vendernos fórmulas mágicas, todas camufladas con el eslogan de “te lo digo por tu bienestar”. Nos prometen que con sacrificio y restricciones extremas, alcanzaremos esa felicidad que supuestamente viene con un cuerpo “perfecto”. Pero lo que realmente obtenemos son promesas vacías y, en muchos casos, una dinámica disfuncional con la comida.

No es casualidad que con la llegada de la primavera y el verano también aumenten los casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Diversos estudios revelan que esta temporada coincide con un incremento significativo en los casos de personas -especialmente mujeres-, que desarrollan o agravan problemas con su imagen corporal. Un estudio de Smink, van Hoeken y Hoek (2012) encontró un claro aumento en los síntomas de TCA durante los meses más cálidos, lo que refuerza la idea de que la exposición social al cuerpo y las expectativas estéticas juegan un papel crucial en estos trastornos.

Según la psicóloga Geraldine Jofré, cofundadora de la Clínica Libre Vivir y especialista en TCA, “La llegada de la primavera y el verano suele intensificar la preocupación por el cuerpo debido al uso de ropa más ligera y la presión por hacer dietas o retos para modificar el cuerpo rápidamente, algo que se ha normalizado. Este enfoque hace que el lenguaje sobre el cuerpo y la alimentación sea más gatillante, con comentarios sobre dietas, ejercicio como castigo y la pérdida rápida de peso. Para quienes tienen TCA o una relación conflictiva con su cuerpo, esto puede generar comparaciones y preguntas sobre si también deberían cambiar su cuerpo o hábitos, aumentando la sensación de ser juzgados si no cumplen con el ideal de delgadez socialmente deseado”.

Los TCA, especialmente la anorexia nerviosa, tienen una de las tasas de mortalidad más altas de cualquier trastorno mental. El National Eating Disorders Association (NEDA) en Estados Unidos, entre los años 2018 y 2019 estimó que en dicho país los TCA causaron alrededor de 10.200 muertes, una cifra que debería ser suficiente para encender las alarmas. Sin embargo, en lugar de abordar esta crisis con la seriedad que merece, seguimos permitiendo que la industria de las dietas, impulsada por intereses económicos, marque el ritmo de nuestra autoestima.

La primavera no solo trae luz y buen tiempo; también expone las cicatrices que esta obsesión cultural nos deja cada año. Es irónico que una estación asociada con renovación y ligereza se transforme en un periodo de autocrítica feroz, donde el bienestar se mide en números y tallas. Las celebraciones próximas que deberían ser motivo de alegría -matrimonios, Halloween, fiestas de fin de año y Navidad- se convierten en hitos de una carrera contrarreloj para alcanzar un ideal corporal inalcanzable. En lugar de pensar en cuánto disfrutaremos en aquellas ocasiones especiales, muchos de nosotros podemos caer en un ciclo agotador de dietas, rutinas de ejercicio obsesivas y restricciones, seguido de episodios de culpa y atracones que reavivan una relación conflictiva con la comida que parecía estar dormida durante el invierno.

Es hora de hacernos una pregunta fundamental: ¿hasta cuándo vamos a seguir rindiéndonos ante los dictados de una industria lucrativa y superficial que se beneficia de nuestras inseguridades? Quizás es momento de dejar de participar en esta “oda a las dietas” que, cada octubre, nos atrapa en su ciclo de insatisfacción. En lugar de obsesionarnos con fórmulas milagrosas, deberíamos centrar nuestra energía en cambiar la narrativa hacia una donde el bienestar no dependa de números ni de estándares de belleza inalcanzables.

Es importante recordar que la delgadez no es sinónimo de éxito, ni menos de salud, y que confiar en las “dietas milagro” o en publicidades engañosas que promueven modelos de belleza irreales, puede tener consecuencias devastadoras. Los TCA no solo generan complicaciones médicas graves, sino que también conllevan condiciones psiquiátricas que, en los casos más extremos, pueden conducir al suicidio.

Aunque no toda dieta conduce a un TCA, la mayoría comienza con una dieta. Este es un ciclo que debemos interrumpir, no solo por nuestra salud física, sino también por nuestro bienestar mental y emocional. La próxima vez que la primavera nos invite a renacer, que sea para redescubrirnos desde el autocuidado y la aceptación, no desde la privación y la obsesión.

*Carolina es Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.