Oda a la incomodidad: ‘Es la que nos muestra de frente los aspectos que no hemos desarrollado’
‘Bendita sea la incomodidad que nos hace movernos de donde ya no pertenecemos’. Así lo postula en sus redes sociales Paulina Sánchez Cortés, psicóloga y terapeuta cognitiva conductual mexicana.
La incomodidad no es una sensación en la que solemos querer indagar. La tendencia es más bien a buscar maneras de taponearla, no darle cabida y finalmente negarla por completo. Eso es, a corto plazo, lo más fácil. O así pareciera.
Pero bien sabemos que, en la práctica, es una señal de alerta que viene a ayudar. Es la que nos hace repensar, cuestionar y accionar en pos de una situación en la que podamos estar más tranquilos y menos en estado de alerta. Porque como dicen los especialistas, la incomodidad –por más que no nos guste sentirla ni profundizar en ella– nos activa y moviliza.
Y sí, puede que no queramos darle mucho espacio a la emoción que nos está evidenciando aspectos personales que no hemos observado de manera detenida, o que no hemos querido revisar, porque eso gatillaría un proceso de cambio que muchas veces no queremos –o no nos sentimos listos para– enfrentar. Eso, sin duda, es válido. Pero hay que saber que su intención es positiva; es un indicador que nos viene a decir que es tiempo de repensar el cómo estamos llevando nuestra cotidianidad y, sobre todo, cómo nos estamos relacionando con nosotros mismos y con los demás.
Y solo por eso, como dice Sánchez, bendita sea la incomodidad. Porque de no ser por ella, nos costaría mucho más movernos de aquellas situaciones, espacios, lugares o relaciones que no nos hacen sentido en un determinado momento.
El psicoanalista del Northwestern Psychoanalytic Society and Institute (NPSI), Felipe Matamala Sandoval, explica que solemos temerle a (o rechazar) la incomodidad por nuestra tendencia a querer ejercer el control sobre todas las dimensiones de nuestras vidas. “Esa necesidad de control surge para entender lo que ocurre o para darle cierto sentido a la realidad, que muchas veces es inexplicable. A ratos, incluso, tratamos de anticiparnos a situaciones a las que no nos podemos anticipar, pero creamos ciertas fantasías o ilusiones ligadas al control que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos y con mayor sensación de dominio por sobre el posible devenir”, reflexiona. “En esa ilusión, la incomodidad es la que nos viene a advertir que se vienen cambios y eso nos desestabiliza. Ahí se activan nuestros mecanismos de defensa; racionalizamos, le damos perspectivas explicativas a las cosas o simplemente nos disociamos y las negamos. Pero el proceso ya está ocurriendo; ya se están removiendo ciertos elementos que nos están haciendo replantear experiencias del pasado y cómo nos afectan en el presente”.
Por eso, como sigue Matamala, la incomodidad se manifiesta en una necesidad –que nos cuesta asumir– por poner en cuestión lo que estamos haciendo, el cómo nos relacionamos y cómo nos defendemos del resto. “Eso, muchas veces, lo queremos evitar, porque finalmente, la incomodidad es la que nos muestra muy de frente esos aspectos de nosotros mismos que no hemos desarrollado, o que están por destaparse. Es la que nos invita a repensar la realidad y las formas de desarrollo personal”.
Como explica el especialista, esa es la razón por la que hay que reivindicarla. “La incomodidad, que puede advenir en relaciones de pareja, de amistad, en el trabajo o en situaciones muy cotidianas, puede ser una muy buena manera de repensar nuestros límites y nuestras experiencias pasadas”.
En eso, la psicóloga y Magíster de la Universidad de Chile, Lorena Soto Rodríguez, está de acuerdo. “Cuando nos vemos y nos escuchamos en nuestra incomodidad, hacemos las cosas de otra manera; nos comunicamos y escuchamos al otro, y tomamos decisiones sanadoras que reconstruyen desde la autoestima. Por eso es bueno saber que el inicio de ese proceso de cambio se da justamente cuando validamos la incomodidad”.
Muchas personas son capaces de minimizar esa sensación. Pero en eso, como explica la especialista, hay una trampa: “Bajarle el perfil a esa incomodidad hace que se vuelva inmanejable, que eventualmente da paso a una depresión o a conflictos que escalan. Si en cambio se detecta a tiempo y se le da espacio, es más fácil trabajar lo que nos está evidenciando”. A eso, no hay que dejar de sumarle que también existen quienes desarrollan una híper sensibilidad y se sienten incómodos en toda situación. “Esa incomodidad constante hay que equilibrarla, porque si se está dando así, lo más probable es que el giro tenga que ser hacia adentro; quizás no logramos ser coherentes con nosotras mismas y eso es lo que nos hace sentirnos incómodas por todo. Ahí el cambio tiene que ser más introspectivo y profundo”.
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