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Aunque en el Liceo Lastarria, donde cursó la enseñanza media, había talleres de teatro, Nicolás Pavez jamás tomó uno. Tampoco tenía clara su vocación; a lo más, pensaba en que quería tener alguna vez una casa con piscina y que ser ingeniero podría ayudarle en obtener esos recursos. Pero todo cambió en cuarto medio, para la clase de filosofía, cuando representó la Apología de Sócrates. Lo hizo casi como una humorada, dice, pero sus compañeros quedaron tan impresionados con su puesta en escena, que le decían que estudiara teatro, que tenía el talento. Él también se sorprendió. Meses más tarde, superó todas las pruebas para quedar aceptado en la Universidad de Chile y, después de titularse como actor, comenzó una prolífica carrera en las tablas, realizando al menos cuatro obras al año. Destacados fueron sus roles protagónicos en la aplaudida Pájaro dirigida por Trinidad González –que ahora lo llevará a fines de mayo de gira por Portugal– y  también en El rucio de los cuchillos, dirigido por el fallecido Rodrigo Achondo. "Logré una identificación emocional grande en ambas obras. Y eso depende de cómo se conecta el personaje con tu biografía, tus sentires y tu forma de ver el mundo", dice Pavez. Por estos días, protagoniza La casa de Rosmer, dirigida por Pablo Halpern, que se presenta hasta el 20 de mayo en CA660. Es un agudo y complejo texto del noruego Henrik Ibsen –considerado el padre del drama realista moderno– que fue escrito en 1886, pero que es tremendamente contemporáneo. Una intriga político-amorosa que transcurre en la segunda mitad del siglo XIX, que cuenta la historia de Johannes Rosmer, quien ha dejado su cargo como pastor protestante tras el suicidio de su mujer.

¿Qué te sedujo de esta obra de Ibsen?

Tras la muerte de su mujer a Rosmer, mi personaje, se le abre el mundo. Renuncia a su fe y se le transforma la vida, sobre todo porque conoce a otra mujer con la que entrabla una relación no amorosa, pero sí muy profunda, de conversación. Él –que es parte de una familia aristócrata, de tradición militar y religiosa, muy conservadora y fuerte en términos disciplinarios- empieza a cambiar por esta mujer, al igual que el contexto social y político en el que se está desenvolviendo. Es un drama muy bien escrito por Ibsen. Hay muchos temas que se desprenden: desde lo político a lo amoroso, pero también temáticas como la culpa y la inocencia. Lo que me llama mucho la atención es que Ibsen repara en un factor represivo o que genera un gran peso -al igual que la religión o la familia- que otros como Freud o Nietzche habían pasado por alto: la clase social. Es muy interesante.

Has trabajado en más de 40 montajes en tus 11 años de carrera. ¿De dónde viene esta hiperproducción teatral?

Es muy importante el reconocimiento de los pares, tener cierta validación de ellos, porque eso permite que hablen bien de tu trabajo, que te llamen de nuevo. Eso tiene que ver con el trabajo y también con el talento. Pero también hay otro factor que creo que influye bastante, que es tener buenas relaciones interpersonales. Porque el teatro es un trabajo colectivo, y cooperar con el otro, con tu compañero, con el director, es esencial.

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¿Y no se da mucho eso? ¿Es raro en el ambiente teatral?

En general los artistas teatrales o los actores compartimos un ego grande, nos gusta ser vistos, y el tema del actor-personaje-mediático, en la TV o redes sociales, se transforma en algo importante. El individualismo es algo que existe y nosotros trabajamos con nuestras emociones y muchos se dejan llevar por esas emociones y terminan habiendo peleas, roces, que a fin de cuentas tiene que ver con una inmadurez emocional. En mi caso, me gusta mucho conocerme, reconocerme, saber quién soy, cómo me comporto. Leo mucho a Maturana, por ejemplo, me doy harto trabajo a mí mismo, soy bien existencial. Trabajo conmigo para poder trabajar bien con el resto. Se dice que ser un mejor actor es transformarte en una mejor persona, y creo que efectivamente hay algo de eso. Me gusta pensar en que ese trabajo es anónimo.

El GAM prepara una conmemoración a Violeta Parra en la que tú participarás. ¿Puedes adelantarnos algo?

Sí, lo dirigirá Trinidad González (Pájaro). Es la historia de un grupo de compañeros de curso, de un colegio municipal, todos participan en el coro. Y que intentan hacer canciones de Violeta Parra, pero no le dan los derechos. Se encuentran años después y vuelven a intentarlo, pero fracasan. Lo mismo después. Una historia profunda entre personas que tiene este carácter musical.

Próximas presentaciones

- La casa de Rosmer: hasta el 20 de mayo en CA660. Rosario Norte 660, nivel -2, Las Condes. Viernes y sábado, a las 20 hrs. Desde $ 8.000 la entrada. www.corpartes.cl

- Inútiles: desde el 22 de junio al 15 de julio en Sidarte. Ernesto Pinto Lagarrigue 131, Barrio Bellavista. www.teatrosidarte.cl

- El golpe: del 20 al 23 de julio en el Museo de la Memoria. Matucana 501, Metro Quinta Normal. ww3.museodelamemoria.cl

- Violeta Parra: 16 de agosto al 23 de septiembre en el GAM. Av. Libertador Bernardo O'Higgins 227. www.gam.cl