Cuando Vera llegó de Puerto Montt, recién casada a los 39 años, pero con la idea clara de que no quería tener hijos, se propuso encontrar puertomonttinas para poder llenar sus días. "Allá conocía a medio pueblo y mi mamá me decía que, si me presentaba a candidata de lo que fuera, seguro salía. Siempre he tenido la costumbre de conversar con la gente en la calle, con quienes me siento en los paraderos", explica sobe su necesidad de reunir una tribu de amigas con quienes al menos tuviera como denominador común su ciudad de origen.
No fue una tarea fácil, pero con la ayuda de la guía telefónica y su intuición ("soy buena fisionomista, si miro a alguien puedo saber si viene de Puerto Montt o no"), logró reunir cerca de 50 mujeres, a quienes comenzó a invitar a su casa para tomar once.
Han pasado más de 30 años desde que llegó a la capital, y si bien el grupo ha mutado se mantiene en distintos frentes. La mayor acaba de cumplir 90, mientras que la más joven, la que las ayuda a ordenar sus ideas o a "completar la oración" tiene 48. Años. Algunas se juntan a jugar la lotería, pero las más amigas se reúnen cada 15 días, los lunes, para comer rico, hacer terapia y, entre copuchas, conectarse con su espiritualidad.
Se van turnando las casas y la anfitriona pone la comida y el café. Nunca faltan los queques o pasteles, además de clásicos como huevos duros rellenos. Lo que tampoco falla es la oración inicial, donde invocan a sus ángeles y piden por las que están enfermas o por cualquier conocido que necesite un rezo. Tampoco falta el tarot, a cargo de Carmen. Cada una saca tres cartas y ella se las va interpretando.
Cuentan que el rito del tarot empezó hace más de 20 años, cuando la mayoría aún no conocía la práctica. Betty recuerda: "sacábamos una carta y Carmen nos decía que mejor sacáramos otra porque todavía no estudiaba esa. Al principio, le decíamos que achuntaba, pero ya no es achunte, lo hace muy bien porque es muy estudiosa".
Este grupo de amigas, donde además de las puertomonttinas se han sumado una que otra santiaguina, se convirtió en un aquelarre de apoyo, incluso en los momentos difíciles. En octubre de 1997 a Betty la operaron de un cáncer y eso la tenía muy deprimida. "La Mirtha y la Angélica dijeron que no podía seguir así, así que se propusieron retomar las onces y hacerlas semanales", cuenta, y agrega: "no me querían ver triste y me llevaban a onces de un lado a otro, con la bolsa de drenaje colgando y todo. Fue una terapia maravillosa, yo gracias a mis amigas estoy así de bien".