Catalina no es diabética. Tampoco es resistente a la insulina y nunca ha sido diagnosticada con obesidad. Hace años batalla con un leve sobrepeso que le incomoda y del que, con la edad, se le ha hecho cada vez más difícil deshacerse, por lo que vive a dieta. En eso estaba cuando escuchó por primera vez que existía algo que parecía “magia”: sin grandes esfuerzos, ni en términos de actividad física ni en cambios alimenticios, hacía desaparecer el apetito. No fue al doctor, pero se consiguió una receta médica y hace ya un par de meses se pincha una vez a la semana cerca del ombligo. En un principio sintió nauseas y algunas veces también vomitó, pero para ella, el sacrificio valía la pena. A la fecha, ya ha tenido que cambiar la mayor parte de su clóset: la pérdida de peso -aunque prefiere no especificar cuánto- fue radical.
Catalina es una de las miles de personas alrededor del mundo que se pincha con Ozempic, y una de las tantas que lo hace sin ser diabética ni obesa. Según cifras entregadas por Komodo Health en Estados Unidos, entre estos últimos pacientes, un 40% se encuentran entre los 25 y los 44 años, mientras en el global de quienes usan Ozempic la mayoría está entre 45 y 64 años. Un fenómeno cada vez más controversial que ha hecho que las ventas de este medicamento que produce Novo Nordisk hayan aumentado 42% en el último año. Solo en Estados Unidos, en diciembre del año pasado, se firmaron 1,2 millones de recetas para adquirir Ozempic, un aumento de 64% respecto al año anterior.
Este medicamento para diabéticos fue aprobado por la FDA (US Food and Drug Administration) en 2017, pero se hizo conocido luego de que figuras como Elon Musk reconocieran abiertamente que su cambio de aspecto se debía a ello. Desde ahí, se han sumado varias figuras de Hollywood que, mediante el reconocimiento abierto, o solo bajo sospecha, se les ha atribuido su cambio de aspecto al Ozempic, una fórmula inyectable de semaglutida, un agente mimético que ayuda al páncreas a secretar la cantidad apropiada de insulina cuando los niveles de azúcar en sangre se encuentran elevados. El fenómeno ha sido tal, que ya hay algo que se conoce como la “Ozempic face” (cara de Ozempic), término acuñado por primera vez por el dermatólogo neoyorquino Paul Jarrod Frank. Y es que la radical pérdida de peso que se logra con estas inyecciones hace que se pierdan los músculos de la cara, generando efectos importantes en el envejecimiento, por lo que la industria del bótox y los tratamientos faciales también estarían profitando de esto.
Qué celebridades o personas comunes están o no usando Ozempic, se ha vuelto un tema de discusión y también quizás, una especie de acusación. Muchos no quieren reconocerlo e incluso lo esconden, en parte, porque si bien pareciera que ser delgados es una especie de virtud no reconocida, también parte de esa virtuosidad pareciera venir de cómo se alcanzó ese objetivo, y hacerlo sin mucho esfuerzo y a un gran costo económico no sería igual de valorable.
Más allá de esto, el fenómeno estaría planteando algunas interrogantes respecto a cómo es y qué quiere realmente la nueva generación. En los últimos años, ha habido toda una revolución en cuanto a la aceptación de los cuerpos diversos. Los maniquíes de las tiendas ya no son todos iguales, e incluso hay modelos de todas las tallas, y marcas que han hecho de ello una de sus principales virtudes. Con todo eso, parecía que iba ganando la idea de darle mayor valor a la salud, el bienestar y la autoaceptación por sobre la delgadez propiamente tal.
Los tiempos en los que se admiraba y se deseaba ser como las super modelos de extrema delgadez habían pasado de moda, y la discusión había evolucionado desde cómo verse cada vez más flaca, a cómo cuidar el cuerpo de manera más integral por medio del deporte y la buena alimentación. Sin embargo, el Ozempic podría estar demostrando que eso, para muchos, sería solo una ilusión.
Un artículo publicado por The New York Magazine referido al Ozempic, lo ilustra bien. Titulado Life After Food (o La vida después de la comida), cuestiona cómo ocurre esto en una generación que parecía hasta ahora haber cambiado el eje de la discusión desde cómo hacer de los cuerpos unos cada vez más delgados, a admirar cada vez más el bienestar integral. Se suponía que se trataba, dice, de una era en que se sentía bien ver triunfar a personas como la cantante Adele, una mujer sumamente exitosa pese a que no cumplir con los parámetros comunes de las celebrities. Hoy Adele también ha perdido su peso.
Lo que pasa hoy en torno al famoso Ozempic, a lo menos hace cuestionarse: ¿Los deseos y aspiraciones de lograr un cuerpo de ciertos parámetros han cambiado realmente?
¿Salud o aspecto físico?
El precio del Ozempic en Chile ronda los $200 mil pesos, mientras en Estados Unidos es de 900 dólares si no lo cubre el seguro médico.
Karin Papapietro, nutrióloga del Hospital Clínica de la Universidad de Chile, especifica que la semaglutida, principio activo del Ozempic, en Estados Unidos está autorizado para tratar la obesidad, pero en Chile no ha llegado todavía la formulación con esa dosis, sino que el Instituto de Salud Pública (ISP) solo lo ha autorizado para la diabetes. “En estricto rigor, lo que se hace en Chile es recetar ese fármaco pero en una dosis diferente, pero no es que se este recetando un fármaco diferente”. Agrega que este medicamento nunca debe ser autoadministrado ni tampoco usado luego que una amistad comente que lo utiliza. “Puede tener serios efectos adversos”, advierte, y por eso es clave que sea prescrito por un médico especialista que sepa analizar los riesgos a los que se expone esa persona.
Los efectos colaterales son náuseas, vómitos, diarrea, deshidratación, dolor de estómago intenso, riesgo de enfermedad ocular diabética, entre otros. Pero no solo eso. La FDA ha advertido sobre el riesgo de desarrollar tumores en las tiroides, y ha dicho que este medicamento podría ser peligroso para aquellos con pancreatitis o algunos tipos de cáncer a las tiroides. Incluso hay doctores en Estados Unidos que han reconocido que podría haber otros riesgos para los pacientes no diabéticos, aunque todavía no se sabe, porque no hay suficiente evidencia dado que nunca se han estudiado las consecuencias en ese tipo de personas.
Yael Lehmann, psicóloga clínica especialista en trastornos de la conducta alimentaria e integrante del equipo Centro Alma y de DBT alimentación, es partidaria de utilizar Ozempic en algunos casos. Dice que funciona bien cuando está bien supervisado por un equipo médico y que puede resultar útil bajo la mirada de un uso temporal con objetivos claros, como lograr un cambio de hábitos. Sin embargo, aclara que es fundamental que el Ozempic -y cualquier otro remedio del tipo-, se utilice con supervisión médica, dado que tiene efectos colaterales que pueden ser dañinos para la salud integral.
“Todo esto continúa fomentando el hecho de que la imagen corporal es más importante que la salud integral”.
Explica que este medicamento puede generar un desequilibrio o una desnutrición en el cuerpo, y esto, a su vez, puede afectar la estabilidad emocional y la salud mental. “Cuando el cerebro se empieza a desnutrir, aumenta la sintomatología psiquiátrica, aumenta la obsesión, la ansiedad, la depresión. El exceso de baja de peso o el uso indiscriminado de Ozempic entonces puede dañar no solo la salud física, sino también el área mental”, señala.
Pero, ¿por qué pese a todo esto personas que no presentan problemas de peso reales lo siguen usando? Para la nutrióloga Papapietro, la obsesión con bajar de peso está muy influida por la industria de la moda y los famosos, y responde a ciertos cánones, pero “también habla de una sociedad que está cada vez más disconforme con muchas cosas, pero también con su propio cuerpo”.
Para Florencia Araya, nutricionista y activista de La Rebelión del Cuerpo, toda esta locura en torno al Ozempic y su velocidad para perder peso estaría dejando de manifiesto que los estereotipos de belleza hegemónicos y creados por la población masculina, blanca, europea y de alto capital social, siguen muy arraigados. Asimismo, pone en evidencia el alto nivel de gordofobia que existe. Considera que esto tiene graves consecuencias en la salud física, mental y social en un país donde el 34,8% de la población presenta obesidad.
El que se recete a personas que no tienen diabetes, para Florencia es sumamente grave. “Todo esto continúa fomentando el hecho de que la imagen corporal es más importante que la salud integral, que se siga dando aún más espacio a la medicalización como respuesta a todas las temáticas en salud y una grave pérdida de seriedad a un trastorno del metabolismo de la glucosa como lo es la diabetes”, dice.
¿Retroceso para el body positive?
Para nadie es un secreto que cuando se deja de usar semaglutida, el apetito vuelve, y con ello, los kilos. Son drogas pensadas para usarlas en el largo plazo, porque son para diabéticos, pero esto supone un escenario distinto ahora que lo utilizan personas sin enfermedad alguna.
Hay quienes cuestionan que todo este fenómeno del Ozempic de cierta manera esté atentando con el movimiento de los últimos años en torno al body positive o aceptación del cuerpo tal cual es. La psicóloga Yael Lehmann cree que estos dos temas avanzan por carriles distintos, y uno no debería afectar al otro. Señala que existen personas para las cuales la opinión que tienen los demás y la imagen que proyectan hacia afuera es muy importante para su autoestima. “Si estamos de acuerdo o no en eso, es otro tema, y si la persona quiere trabajar eso, también se puede, pero como psicóloga veo que son dos opciones legítimas (la del Ozempic y la de la autoaceptación)”, dice. Y aclara que esto, en la medida que no se ponga en riesgo la salud.
Asimismo, Andrea Ocampo, investigadora en diversidad corporal, cree que esto no va a poder aplanar la diversidad existente ni tampoco el discurso ya instalado en torno a la diversidad de cuerpos. Para ella el riesgo del Ozempic es otro, y se trata de que se presente como una receta mágica que, a la larga, no lo es. “Mientras este medicamento se siga utilizando como una llave mágica para lograr cierta forma, cierto parecer, nos estamos engañando como seres humanos. Además, nos está engañando el sistema de salud en sí mismo al prometernos cosas que no pueden ser logradas, porque una cosa es que esto ayude a bajar de peso velozmente, pero otra es que puedas mantener esa baja de peso y sostener una vida saludable y sostenible en el tiempo”, dice.
Señala además que el Ozempic está evidenciando que somos una sociedad fuertemente discriminatoria y gordofóbica, que le teme a los cuerpos voluptuosos, aunque venga, se alimente y goce de ellos. Además, habla de una ansiedad existente por conseguir cierto tipo de objetivos, o conseguir calzar con una norma para pertenecer a un grupo.
“Nos habla de que hay una sorpresa en todo esto, y de que “por fin” algo funciona para perder peso. Eso nos dice que todos los otros métodos, e incluso el discurso del empoderamiento -que a estas alturas es un discurso comercial-, no ha servido, y cualquier pieza o llave que nos permita abrir este umbral en el que dejamos de sentirnos indeseados, amorfos, fracasados, nos genera la ilusión de poder ser otro que no somos hoy. Por lo tanto, también se expresa un rechazo a quienes somos hoy como sociedad en el presente, al inconformismo, a una falta de aceptación de uno mismo”, indica la profesional.
Delgadez no es equivalente a salud
Una de los temas que ha intentado instaurar el movimiento del body positive, es precisamente que no por ser gordo, sufres de mala salud, y no por ser delgado eres una persona sana.
Así lo indica Ocampo, quien dice que este movimiento, además del activismo y feminismo gordo, nos ha mostrado que no todas las personas gordas son necesariamente insanas, infelices, indeseables, incapaces, impotentes y miserables.
Así también lo indica la nutricionista Katherine Urzúa, quien promueve la alimentación intuitiva, y critica que en Chile todavía estamos bajo un sistema de salud muy pesocentrista. Cuenta que, a muchas de sus pacientes, solamente por su tamaño corporal, se les ha indicado el uso de Ozempic y otros medicamentos, pese a que se encuentren en perfecto estado de salud. “Este fenómeno busca convencernos de que necesitamos cambios físicos para obtener salud, ignorando toda la evidencia científica en torno a salud en todas las tallas. Creo que está cimentado en la gordofobia médica y en la incomodidad de ver cuerpos gordos”.
“La sociedad en que vivimos es sumamente gordofóbica, no queremos ser gordos porque sabemos que existen muchos prejuicios en torno a los cuerpos grandes, por lo tanto, nos obsesionamos con alcanzar la delgadez, aunque el costo sea la salud mental. La sociedad está sustentada en creencias que giran en torno a la idea de que los cuerpos delgados son los más “saludables”, deseables, exitosos, merecedores de amor y merecedores de respeto”, dice, y eso no es así. De hecho, comenta que finalmente la baja de peso no mejora la imagen corporal de las personas. “Existe una voz interior que te dice que nunca es suficiente”.
Por último, explica que es importante entender que la salud de una persona no se puede predecir por el tamaño corporal y mucho menos por el IMC (índice de masa corporal). “El peso no está bajo el control del individuo, el peso no es producto de un simple desequilibrio entre la ingesta y gasto de energía, es algo mucho más complejo que esto”, explica.
Disconformidad con quienes somos
Para Araya, activista de La Rebelión del Cuerpo, medicamentos como el Ozempic al final lo que generan es una disminución de la responsabilidad que tenemos las personas en nuestro autocuidado. En este sentido, y para poner freno a estas “recetas mágicas”, propone, entre otros, dejar de hablar del cuerpo de los demás y dejar de entregar discursos de odio hacia el cuerpo propio, además de alzar la voz cuando seamos testigos de gordofobia y de factores de riesgo de trastornos de conducta alimentaria.
Asimismo, para Papapietro, nutrióloga de la Universidad de Chile, detener esto pasa por un proceso de educación que se inicia en la infancia, donde los niños deben entender el valor del autocuidado en todos los aspectos, desde la alimentación saludable hasta la prevención del sobrepeso.
Por último, para Andrea Ocampo, más que recurrir a fórmulas y dietas mágicas que en su mayoría no son sostenibles en el tiempo, lo importante es más bien pensar y ser conscientes de por qué queremos tener el cuerpo que anhelamos, qué representa ese cuerpo, y qué es lo que queremos vivir y por qué no nos damos el permiso de vivirlo con el cuerpo actual.
“Sugeriría nunca dejar de escucharnos a nosotros mismos. Quizás va a ser difícil auto aceptarnos cuando estamos disconformes con nuestro cuerpo, pero también esa disconformidad habla de que estamos disconformes con quienes somos, y para eso, no existe inyección, pastilla, receta, ni pauta nutricional que nos ayude”, explica. Por eso recomienda dejarse ser uno misma, y no escuchar lo que otras personas opinan, sino más bien buscar en uno la inspiración de en quién quiero transformarme y luchar por ello. “Nadie lo hará por uno”, argumenta.