No es bueno para dar entrevistas Pablo Morales. Prefiere trabajar en el silencio de su oficina al pie del cerro San Cristóbal, revisar ahí los ratings y mirar las pantallas que transmiten simultáneamente las señales de todos los canales de la TV abierta. Allí decide destinos de rostros y programas, afina estrategias y resiste críticas. Morales sabe que su nombre es citado muchas veces por la influencia que ejerce desde su cargo de director de contenidos y programación de Chilevisión, pero sabe también que es mencionado muchas más porque es el marido de Eva Gómez, la nueva animadora del Festival de la Canción de Viña del Mar. Esa ligazón sentimental y profesional, que en el estelar farandulero de su propio canal daría para horas de debate y buena sintonía, parece no incomodarlo.

Cuando habla de su esposa –con quien se casó en diciembre tras ocho años de relación y una hija en común– se emociona al punto de quebrársele la voz. Pero no pide dejar nada en off the record.

Lo mismo le sucede cuando asevera que siempre soñó con trabajar en televisión. "Cuando salí del colegio", recuerda, "estaba lleno de inquietudes sociales, y sabía que quería trabajar en TV por la masividad que tiene, por todo lo que se puede hacer desde ahí". En 1988, año del plebiscito, entró a estudiar Periodismo en la Universidad Diego Portales. Poco después de egresar, se incorporó a la productora Nueva Imagen, una de las más importantes de la década de los 90 y, durante cinco años como productor ejecutivo, fue parte del equipo que realizó programas emblemáticos de una TV que hoy parece de ciencia-ficción, como El show de los libros.

De Nueva Imagen, y tras conocer a Rodrigo Jordán, pasó a Canal 13 como subdirector de programación.

Interesado en perfeccionarse en el trabajo televisivo, en 2002 estudió en Inglaterra, y ahí estaba cuando Jaime de Aguirre, director ejecutivo de Chilevisión, lo llamó para que se hiciera cargo de las gerencias de producción y programación. Ahora, a los 42 años y en su nuevo cargo de director general del Festival de la Canción de Viña del Mar, Morales se ha concentrado en organizar con precisión todos los detalles del evento musical que debutará en febrero bajo el redondo logo de su canal.

El desafío que enfrenta es uno solo: que este primer certamen viñamarino producido por Chilevisión, salga perfecto.

¿Tú querías tener el Festival de Viña en Chilevisión?

Sí, por supuesto, todos queríamos tener el Festival de Viña. Lo que queríamos era, por una parte, tener nuestra parrilla normal (teleseries, matinales, entretención, noticiarios) y, por otra, tener los llamados blockbusters, que son los espacios de más altas audiencias que hay en Chile: las eliminatorias de la Selección Chilena y el Festival de Viña de Mar.

¿Y qué sería para ti un Festival exitoso?

Me quedo contento con que cuando escuchemos a Roberto Carlos o a Sting, sus shows se vean y escuchen de manera perfecta, con que el público los aplauda y se involucre. Si somos capaces de hacer un espectáculo impecable desde el punto de vista técnico y televisivo, quedo feliz.

La idea de comprar los derechos del Festival de Viña surgió durante la administración de Piñera. ¿Fue una idea muy de él?

No, era de todo el equipo ejecutivo del canal. Lo discutimos y él nos dio su visto bueno.

Recuerdo que tú y yo nos encontramos en la Alameda en la celebración del triunfo de Michelle Bachelet. Después el canal pasó a propiedad de Sebastián Piñera ¿Qué sucedió en ese momento con tu trabajo a cargo de los contenidos?

Le tengo mucho cariño a la ex Presidenta Bachelet. Siento que es una persona con mucho talento y tengo el honor de conocerla. Posteriormente, llegó el actual Presidente Piñera y trabajar con él fue un verdadero lujo. Nos respetó, creyó en nuestra administración, nos exigió y nos dio libertad editorial. Jamás nos dijo "se tiene que decir esto o se tiene que hacer esto otro", y este canal, que era cuarto en sintonía, gracias al apoyo que Piñera le dio al cuerpo ejecutivo, llegó al segundo lugar e, incluso, ganó en muchos meses. Soy concertacionista, he votado siempre por la Concertación, y lo conversé con él.

¿Lo conversaste? Dicen que Piñera escucha poco…

No, Piñera escucha mucho. El día antes de la última elección me preguntó: "Pablo, ¿por quién vas a votar?" y yo le dije "por Eduardo Frei". "Éste sí que es un buen amigo", me respondió. Sebastián Piñera me dio confianzas profesionales muy relevantes, me hizo crecer profesionalmente y sólo tengo buenas palabras para él y su gestión.

Pero habrá habido momentos de tensión…

En general, no. Hubo momentos de discutir cosas y cuando se zanjaban íbamos todos para adelante, incluyéndolo a él. Nos apoyó en todas las instancias… "Vamos por el Festival de Viña, vamos por las eliminatorias, vamos por las teleseries; nos fue mal con la teleserie, vamos a la otra". Nos respaldó siempre.

¿Y mantuvieron esa buena comunicación cuando él asumió como Presidente?

Sí. Hace poco invitó a los ejecutivos del canal a comer a su casa, como en una suerte de despedida del ciclo.

El tiempo y el desencanto

Pocos saben que Pablo Morales fue militante socialista durante varios años. Cuando se le habla del tema no lo elude, lo confirma con tranquilidad: "Sí, fui militante socialista", asume, y se suelta explicando por qué, cómo lo han apasionado siempre los temas sociales, cuánto lo entusiasman.

En perspectiva, y desde esta oficina, ¿cómo ves esa militancia?

Uno debe ser orgulloso de su historia. Pertenezco a una familia de centro izquierda que vivió los rigores de la dictadura militar. Toda mi familia es Georgiana, del Saint George's, por lo tanto hay una vertiente católica. Yo, por motivos económicos, en algún minuto tuve que emigrar al Latinoamericano. Ahí conocí a Manuel Guerrero, a José Manuel Parada, a la gente de la Vicaría de la Solidaridad y me involucré con todo un mundo. Conocí la muerte de cerca cuando degollaron a José Manuel y a Manuel, me acuerdo como si fuera hoy, dos días antes conversando con Manuel Guerrero en Suecia con Pocuro y él diciéndome que lo buscaban y yo diciéndole "por favor escóndete para que no te encuentren" y dos días después él va al colegio igual, y pasa lo que pasa… Efectivamente en ese periodo entré a militar al Partido Socialista, donde tengo grandes amigos. Construí un espacio afectivo importante ahí y, aunque ya me salí hace años, sigue siendo un referente en mi vida.

¿Te desencantaste de la política?

Me fui desencantando, porque creo que los partidos políticos, a diferencia de la empresa privada, les dan muy pocas oportunidades a sus jóvenes. El otro día veía que Matías Eguiguren, socio de Celfín, vendió su 5 por ciento de la empresa y se retiró con 15 millones de dólares. Matías era de mi generación en la universidad. Estaba un año más arriba que yo, en Ingeniería Comercial y tú ves el paralelo. Todo lo que le ha costado salir adelante a Claudio Orrego, al Marcelo Díaz, a todos los jóvenes que participan en la política. ¡Qué manera de farrearse a las nuevas generaciones! Y en ese morir en el intento, yo preferí ser periodista y hacer televisión, y emigré.

¿Qué mérito tuyo crees que apreciaron en ti los empresarios de la tele?

Yo creo que aportar miradas diferentes. En el colegio aprendí a reconocer al otro, independientemente de lo que tenía o de cómo vestía. Y creo que la empresa privada valoró en mí que soy un hombre de contenido y humanista, y no de números. Valoró que yo mire lo que pasa fuera y cómo leo eso. El problema de las personas que hacen televisión es que muchas veces se terminan mirando el ombligo.

Y a ti, ¿ por qué la tele te llamó tanto la atención?

Por su sentido político. Creía –ahora creo menos– que la televisión tenía importancia para una sociedad tercermundista con altos grados de pobreza, y que uno podía ayudar a que las personas pudieran ser más felices, a que pudieran tener más expectativas de salir adelante.

Había una dosis de idealismo importante…

Claro. Y yo establecí que en ese idealismo iba a construir mi carrera profesional en la televisión.

Ese idealismo contrasta claramente con la TV de hoy, que es de un pragmatismo absoluto…

Creo que la televisión todavía permite idealismos. Ésta es una industria y su objetivo primordial es ligarse a los espectadores, lo que tiene una relación súper directa con lo comercial. Eso limita mucho tu idealismo, pero dentro de esos límites uno siempre está desarrollando cosas. También ese idealismo se da en asuntos prácticos. Ayer tuvimos la cena de celebración de los números azules del canal, y un trabajador se me acerca y me dice "increíble cómo se le ha dado dignidad al trabajo en este canal". Construir espacios laborales que sean dignos también es parte del idealismo.

Pero, en términos de pantalla, ¿por qué programas como los que tú hiciste, El show de los libros, por ejemplo, no tienen espacio hoy en la TV chilena?

Porque efectivamente la televisión entró en una competencia que dio menos espacio a los programas de menor rating y los fue arrinconando. Pero tampoco los realizadores y los productores independientes les dedicaron las energías necesarias para renovarlos y hacerlos más masivos.

Cuando Infiltradas está en 19 puntos, pero el cable está en 20, ¿piensas que la gente quiere arrancar de la televisión abierta?

No. Así ocurre en Estados Unidos y en todo el primer mundo, donde el cable ocupa el 50 por ciento de la audiencia.

Uno no puede dejar de sentir que la TV chilena va para abajo.

La televisión es como una orquesta filarmónica, que debe tener la mayor cantidad de instrumentos sonando. Y así en nuestro prime uno ve Tolerancia cero junto con Primer plano con ficciones como Infieles…

De todas maneras es una orquesta que toca más a Américo que a Beethoven…

Yo hago una defensa profunda de la televisión que se está haciendo en cuanto a la calidad. Cuando la gente de Fremantle Media dice "qué bien se hace Got Talent" ("Talento chileno") o cuando llega la gente deTurner y compra Chilevisión es porque reconocen que la industria televisiva chilena es muy buena. Lo que falta es un debate más profundo sobre los contenidos. El punto, efectivamente, es cómo a esa buena televisión le incorporamos el acontecer nacional que no está siendo cubierto. Por ejemplo, lo que ocurre con Teatro a Mil, con la nueva música chilena, con la literatura.

Todo sobre Eva

La tele tiene mucho de hoguera de vanidades. ¿Cuán difícil es manejar el ego de los rostros que aparecen en cámara?

Es más simple de lo que se cree. Los rostros son personas de carne y hueso con las cuales es muy fácil llegar a acuerdo. Es un mito esto del gran ego de los rostros. Tengo la fortuna de ser muy cercano a Mario Kreutzberger, que está viviendo un momento muy duro, y siento que él ha sido de tal humildad… El otro día lo llevé a almorzar al Bar The Clinic. Le dije: "Mario, acompáñame, vamos a un bar nuevo", y fuimos ahí. Le pusieron un plato que se llama Longueira, que es una longaniza con dos papas, y se las comió y estuvimos conversando largamente. Hay una foto de The Clinic donde él sale desnudo, y estuvimos viendo dónde le habían sacado esa foto. Cero ego. En mi historia en televisión no he tenido ese problema.

Pero hay un rostro muy especial para Pablo Morales en Chilevisión: su señora, Eva Gómez. Se conocieron en 2003, cuando ambos llegaron a trabajar al canal. Se enamoraron muy rápido. Tras ocho años de relación, y con una hija de cinco, se casaron en Providencia a fines de 2010.

"Tengo la fortuna de haberla conocido aquí en el canal", dice Morales. Y deja que fluya una confidencia: "En nuestro matrimonio yo hablé del milagro del amor, refiriéndome al hecho de que yo, que nací en Santiago de Chile y que he vivido mi vida entre Ñuñoa, Providencia y Las Condes, haya podido conocer a una mujer nacida y criada en Sevilla. Es un milagro hacer que dos personas de mundos tan diferentes se topen. Tenemos una hija preciosa, Triana, de cinco, y los dos hijos de ella de su matrimonio anterior, Mati y Fernando, a quienes quiero mucho. Hemos construido una relación, como todas, con altos y bajos, pero fundamentalmente con altos y que me tiene muy feliz".

¿Qué tan complicado es trabajar los dos en el canal?

Tenemos la costumbre de que no hablamos de trabajo en la casa, pero es duro trabajar con tu pareja. Yo creo que es duro, pero no es la primera ni la última. O sea, en la historia de la televisión chilena te puedo citar a Augusto Olivares con Mireya Latorre, a Juan Agustín Vargas con la Andrea Vial, o a Vicente Sabatini con Claudia di Girolamo.

Acá la particularidad es que tú eres el jefe.

Sí, pero desde el primer día que me enamoré de ella se lo planteé a Jaime de Aguirre y a Roberto Vivo, que era el presidente de Claxon, dueños del canal en ese entonces. Les dije: "Me enamoré de la Eva, quiero estar con ella y por lo tanto yo salgo de las decisiones que tengan que la involucren por transparencia hacia la industria y los otros trabajadores del canal".

¿Nunca has participado en las decisiones que involucran a Eva? ¿No influiste en su elección como animadora de Viña?

No, desde ese primer día de 2003 he estado fuera de las decisiones que la afectan. La relación laboral con ella la lleva Jaime de Aguirre directamente y la elección de Eva como animadora de Viña la encabezó Jaime con el equipo ejecutivo del canal y cinco personas más. Ahí se produjo la discusión.

¿Y por qué eligieron ellos a Eva para animar Viña?

Trajimos a Rafael Araneda como rostro para el Festival y pensamos que, si traíamos a alguien más de afuera, este Festival no iba a tener nuestra identidad. ¿Por qué no hacernos cargo de lo que hemos construido? Y la animadora que ha estado en las seis últimas teletones, que ha tenido más de 3.000 horas de vuelo, que estuvo en el Festival de Olmué, es Eva. Es así de transparente. Yo me marginé de esa discusión.

¿Cuál es tu opinión personal respecto a la elección de Eva como animadora del Festival?

Que lo va a hacer muy bien. Ella canta, tiene ángel, la gente la quiere. Estuvo en un programa que se hizo cargo de los problemas cotidianos de mucha gente y por lo tanto el público le tiene mucho cariño y se lo demuestra en la calle. Tiene todos los talentos necesarios para que le vaya muy bien en Viña.

¿Vas a ser su coach en Viña? ¿Van a compartir habitación?

Lo que estamos planificando, que es parte de la privacidad, es qué vamos a hacer con los niños esos días. Ellos son los grandes perjudicados porque no van a tener vacaciones. Vamos a estar dedicados de lleno. Yo en mi rol de director general del Festival y ella en su rol de animadora; el costo personal de hacer esto es enorme. El resto son decisiones de canal: la pareja de animadores estará en el Hotel del Mar y el equipo de producción, que yo encabezo, en el Hotel Gala. Voy a estar muy involucrado en que ella esté contenta, y en apoyarla.

Eva se ve muy decidida, como buena española, pero debe tener su lado sensible. ¿Qué rasgo suyo el público no conoce?

Eva tiene una capacidad para involucrarse con el otro que es increíble. Cuando quiere, quiere, y protege a los suyos con una lealtad extraordinaria. Ése es el espacio donde ella juega, se protege y vive.

Me contaron que hiciste algo muy especial para pedirle matrimonio…

Sí. Contraté un avión que salió de Olmué y la llevé a la playa amarilla de Concón y pasó el avión frente a ella con un letrero que decía "Eva, ¿Te quieres casar conmigo?".

¿Y cómo reaccionó Eva?

Se puso a llorar a mares.