Alejandra Jobet (36) y Neftalí Garrido (38) se conocían hace años a través de una amiga que tenían en común y que falleció, pero nunca habían trabajado juntas. Se unieron especialmente para este proyecto en el que fueron convocadas para estampar usando la técnica de serigrafía el cielo de tres salones en el Palacio Pereira, lugar que albergará al nuevo Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Neftalí es artista y se dedica hace 14 años a la serigrafía y llegó a esta técnica a través de la ropa. "Yo renuncié a mi trabajo y junto a un compañero lanzamos una colecciónd de vestuario con la imagen de Frida Kahlo, en una época en la que eso no era algo común", cuenta. De esos primeros pasos en el mundo del estampado ya ha pasado mucho tiempo. Alejandra, que es diseñadora industrial de profesión, aprendió de esta técnica a través de su amiga y juntas se embarcaron en un proyecto que les tomó casi un año. "Nef fue la que me convenció de que podíamos hacerlo, porque a mí me parecía una tarea enorme", dice Alejandra.
El resultado es impresionante por su escala y la dificultad que reviste, literalmente, estampar figuras sobre un enorme techo cóncavo de madera a más de seis metros del suelo. Pero ellas explican que la clave es la planificación previa y tener un método de trabajo. "Nosotras somos la mano de obra de este proyecto. Nos llegó la imagen y propusimos el tamaño y el color. Todo el resto del diseño es parte de una propuesta de la arquitecta", explica Alejandra. El estampado está basado en un papel diseñado por William Morris, pero Neftalí explica que no se usó papel porque vivimos en un país sísmico y frente a cualquier movimiento se podría haber dañado. "Si pones papel y el techo se mueve, el papel se rompe. Además, si tapas con papel se perdía la oportunidad de trabajar con artesanos chilenos, que era una parte importante de la restauración de este palacio. Todo el trabajo ha sido hecho por maestros y artistas chilenos", explica.
"La gente piensa que para estampar el cielo pegamos los esténcil y colgamos del techo", cuenta Alejandra. Pero así no fue exactamente cómo ocurrieron las cosas. Antes de empezar hubo todo un proceso de diagramación y de diseño en el que, por módulos, Alejandra y Neftalí fueron armando el techo del palacio sobre mesones y estampando sobre él. Una vez que el diseño estaba serigrafiado sobre las tablas de 3 pulgadas y media, se traían de vuelta al palacio y una a una se subían con andamios al techo y se montaban en el lugar preciso. "Las tablas tienen distintos largos porque tienen que empalmar unas con otras en distintos puntos para que no moleste visualmente", explica Alejandra. Por eso, todo el proceso de cálculo y calce de las piezas tenía que ser preciso, armando así el rompecabezas de miles de piezas que implicó crear este cielo raso cubierto de conejos rojos.
"Si bien fue un trabajo más mecánico que creativo, tuvimos la suerte de poder hacer algo que en Chile no se había hecho nunca", comenta Neftalí. "Es una fortuna poder trabajar en algo que uno quiere".