La palabra adultocentrismo hace referencia a la existencia de un tipo hegemonía, una relación social asimétrica entre las personas adultas que ostentan el poder y son el modelo de referencia para la visión del mundo y otras personas, generalmente infancias, adolescencias, juventudes o personas mayores. Y es también un hashtag que se ha visto mucho en redes sociales durante las últimas semanas acompañando fotos de plazas y juegos clausurados por la pandemia.

Quienes lo comparten no están en contra de los cuidados relativos al contagio por Covid, más bien apelan a que en el proceso de desconfinamiento las niñas y niños no han estado dentro de las prioridades. Cuestión que para el sociólogo y docente de la Universidad de Chile -que ha estudiado durante 30 años el término de adultocentrismo-, no es extraña. “Esta forma de comprensión del mundo es ancestral. No siempre ha existido, comienza a existir en un momento determinado de la historia y desde ahí se reproduce hasta hoy abiertamente en la forma que los adultos tratamos a niñas, niños y jóvenes, y la manera en que les clausuramos los accesos a los beneficios y los bienes”, explica. Y agrega que “es un grupo etario al que condicionamos tratándolos como personas dependientes y que por tanto no saben, no conocen, no tienen; los descalificamos porque tienen menos experiencia y se ha construido un imaginario respecto de que la niñez y la juventud son tiempos de inmadurez, de transición, por tanto se le otorga poco o ningún valor a lo que ellas y ellos pueden aportar en la sociedad”.

En este contexto, para Duarte es esperable que la lógica de tratamiento de la pandemia y desconfinamiento, mantenga esa mirada adultocéntrica de la sociedad. “Un caso concreto es la insistencia de abrir los colegios sin haber tomado en cuenta la opinión de los centros de estudiantes. Tenemos una deuda de nuestra sociedad respecto de sus niñas, niños y jóvenes, sobre todo porque no se les considera como actores del presente”, dice.

Su derecho a la información

Por ello resulta clave volver a poner el foco en ellos y considerarlos como sujetos de derechos, que entre otras cosas, necesitan saber lo que pasa para bajar sus niveles de ansiedad. “No poder ir al colegio, no poder jugar en las plazas, no poder juntarse con los amigos y respetar las medidas de distanciamiento físico impuestas por la autoridad, son medidas que han cambiado radicalmente la vida de niñas y niños y por tanto en este periodo es trascendental conversar con ellas y ellos sobre lo que está pasando, saber qué es lo que perciben de este virus y qué dudas tienen. Cada niña o niño reacciona de manera distinta, por lo que hay que tener cuidado en la forma en la que se les explica y se les contiene”, explica Andrea Cid Carreño, psicóloga de IntegraMédica y Bupa.

La especialista agrega que, dado que el distanciamiento físico y el uso de mascarilla van a continuar en el futuro cercano, es clave poder entregar sensación de seguridad a los menores. Para eso es conveniente usar un tono de voz tranquilo, hablar de manera clara, no parecer asustados ni molestos. “Una buena forma para acercarse es preguntarles qué saben de este virus y qué dudas tienen al respecto. Es recomendable responder con honestidad y reforzar la idea de que, ante cualquier duda, pueden encontrar respuestas en sus padres o en otros adultos de confianza”, agrega.

Un recurso muy usado en psicología infantil es usar una narración en formato de cuento, en el que se explique cómo se transmite este virus y qué debemos hacer para protegernos. Pero además es relevante que mientras la vida de los menores no vuelva a la normalidad, es decir que no cuenten con espacios para el desarrollo de su sociabilidad, intentar en la medida de lo posible mantener las rutinas, porque una estructura diaria ayuda a las niñas y niños a sentirse más seguros y tener sensación de control de la situación"

Por último, dejar de lado nuestra mirada adultocéntrica y entender que para ellas y ellos esto también ha sido complejo. “Podemos partir por limitar el acceso a noticias porque pueden aumentar sus miedos hacia la enfermedad. También es clave seguir haciendo actividades con las niñas y niños porque con el paso del tiempo muchos padres y cuidadores, con justa razón, se han cansado y desmotivado. Pero realizar actividades en común ayuda a manejar el estrés de todo el grupo familiar”, dice Andrea Cid.

Y de a poco retomar el contacto social. “Si bien los espacios públicos para menores aún están restringidos, podemos primero mantener los contactos virtuales, pero también de a poco comenzar con algunos contactos, tomando las medidas necesarias. Esto ayudará a disminuir la sensación de aislamiento y a aumentar su seguridad”, concluye.