En febrero de este año los medios internacionales informaron que en Japón, contrario a la tendencia que había marcado esta última década, existió durante el 2020 un aumento (casi de un 15%) en los suicidios entre mujeres. Tan solo en octubre, como informó la BBC, la tasa de suicidios femeninos en el país dio un salto de más del 70% comparado con el mismo mes del año anterior. Si bien los especialistas locales hablaron de un ‘patrón inusual’, identificaron dentro de las posibles causas la pérdida de trabajo, la sobrecarga y la precarización laboral.
La Organización Mundial de la Salud empezó a advertir en mayo del 2020 que la pandemia tendría como consecuencia un aumento en los trastornos psicológicos y suicidios, e informaron en cada oportunidad la importancia de que los gobiernos mundiales consideraran dentro de sus planes de acción la salud mental con enfoque de género. Y es que ya en los primeros meses se puso en evidencia que frente a una situación de crisis, serían nuevamente las mujeres las que se verían mayormente afectadas en todo sentido. En agosto del 2020 el estudio Covid-19 and the Gender Gap in Work Hours demostró que en parejas heterosexuales con hijos menores a los 13 años, en las que ambos tenían un trabajo de condiciones similares, fueron las madres las que redujeron sus jornadas laborales cuatro a cinco veces más que los padres, aumentando así de un 20% a un 50% la brecha de género en la cantidad de horas dedicadas al trabajo remunerado.
A esto se le sumó el aumento, por lo contrario, de las horas dedicadas a las labores domésticas y de cuidado. La Encuesta de Empleo del Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, en la que se examinó la distribución del trabajo en los hogares durante la pandemia, reveló que el 38% de los hombres en familia había dedicado cero horas semanales a realizar tareas domésticas. Además, en hogares en los que hay hijos menores a los 18 años, el 71% de los padres dedicó nuevamente cero horas al acompañamiento en tareas escolares. Mientras que las mujeres, por ejemplo, dedicaron 14 horas semanales más que los hombres al cuidado de niños menores de 14 años.
Lo que han perdido las mujeres, más allá de lo material (no olvidemos que según cifras entregadas por ComunidadMujer en septiembre del 2020, durante ese año, del 1.837.000 personas que habían perdido su trabajo, 899.000 fueron mujeres, y de ellas un 88% se salió de la fuerza laboral y no estaba optando por buscar trabajo), es aun poco cuantificable. No se trata únicamente de los índices de inactividad, que por cierto, según explica la Directora de Estudios de ComunidadMujer, Paula Poblete, significan un retroceso de una década en términos de igualdad de género. Se trata de todo lo intangible e inabordable que eso implica, como la pérdida de pertenencia, de trascendencia y el estar relegadas únicamente al espacio privado. Y es que en nuestra sociedad son las mujeres las que se hacen cargo de las labores domésticas y del cuidado –de toda la familia, no solo los hijos–, y esta demanda aumenta notoriamente en momentos de crisis. Porque en muchos casos terminan siendo el barómetro emocional de la familia, las que contienen y cuidan al resto frente a la adversidad, siendo que en una familia en la que se distribuyen los roles equitativamente, esta labor la podría cumplir un hombre.
Como explica la psicóloga y vicepresidenta de Corporación Humanas, Victoria Hurtado, las mujeres no solo viven el temor que todos viven ante esta situación desconocida, sino que por el rol que se les ha asignado socialmente –y que se espera que cumplan– son también las que se hacen cargo de los demás. “No solo sufren por sí mismas, si no que también sufren por los otros miembros de la familia y eso provoca un desgaste asociado, además de lo que implica realizar labores de cuidado y doméstico y no realizar uno remunerado, si es que ese es el caso. Si es que siguen realizando trabajo remunerado, tener que hacerlo en casa con todos ahí, es sumamente difícil. Si ya era difícil separar la jornada antes, ahora lo es más aún”, explica. “Las mujeres están respondiendo a las necesidades de hijos, parejas, al funcionamiento del hogar y eso genera tensión, preocupación, desgaste y tiene un impacto grande. Padecemos por nosotras y por el resto”.
En agosto del año pasado el Minsal empezó a levantar información respecto a cómo estaba afectando la pandemia en términos de salud mental. El sondeo reveló que si bien la mitad de los encuestados creía que su ánimo estaba ‘peor o mucho peor’ que antes, el desgaste era mayor en las mujeres que en los hombres. Dentro de los ítems disponibles para que los encuestados consultaran, un 65% preguntó por síntomas ansiosos y un 9% por ideas o intentos suicidas, y las que más consultaron fueron mujeres entre los 34 y 45 años.
Y es que como explica Victoria Hurtado, son ellas las que además de los trabajos habituales, se están haciendo cargo de la educación a la distancia. “Si ya en una situación sin pandemia las mujeres estábamos posicionadas en un lugar subordinado, ahora estamos peor. No olvidemos que según la encuesta Percepciones de las mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile, 9 de cada 10 mujeres se siente discriminada en Chile. La discriminación sin duda provoca malestares específicos y eso redunda en la salud mental”, explica.
Como explica la psicóloga especialista en género de CIDEM, Claudia Hurtado, cuando realizamos multitareas, también nos quedamos con la sensación de que ninguna está bien hecha. “Estamos tan sobrecargadas que sentimos que no estamos siendo ni buenas madres, ni buenas hijas, ni buenas trabajadoras, ni buenas mujeres. La sobre exigencia a la que nos enfrentamos constantemente afecta nuestra propia valoración”, explica. “Como dice la psicoanalista Esther Perel, la pérdida que estamos experimentando es una pérdida a escala masiva, ambigua e intangible. Eso quiere decir que estamos viviendo un duelo, y los duelos se visibilizan y se lloran”.
Pero eso nos cuesta. Como explica Victoria, las mujeres postergamos la resolución de nuestros propios malestares en función de priorizar al resto. “No porque seamos particularmente buenas, sino que eso es lo que se espera de nosotras; es el rol que se nos ha asignado y que la sociedad nos ha determinado a cumplir. Y muchas lo asumen y desarrollan con la naturalidad de que así son las cosas”.