Pandemia y su efecto en las listas de espera: “No sabía si mi hija iba a poder recibir el tratamiento que necesitaba para vivir”

Listas de espera Paula



“En febrero de este año, cuando mi guagua estaba por cumplir dos meses de vida, comenzó con los primeros episodios de fiebre. Un día le subió a 39 grados y no logramos bajarla con nada, así que decidimos llevarla al consultorio. Pero allá nos mandaron de vuelta a la casa con Paracetamol. Nos dijeron que era normal que tuviera fiebre porque seguramente su sistema inmune estaba atacando algún virus”, cuenta Aline Curinao (26), quien vive en la comuna de Ercilla, en la Región de la Araucanía.

Dice que su instinto de madre la llevó a seguir consultando. “No me quedé tranquila porque tengo otro hijo y para mí esa fiebre tan alta no era normal en una guaguita tan chica. Constanza tiritaba, no quería comer y andaba irritable”, cuenta. Por eso decidieron ir al hospital de Victoria. Allí la dejaron hospitalizada con el objetivo de hacerle algunos exámenes. “Estuvo 14 días en los que le hicieron miles de procedimientos, incluso una punción lumbar para descartar una meningitis. Pero nadie daba con el diagnóstico. Hasta que una ecografía determinó que probablemente tenía algo en la vejiga. El tema es que para confirmarlo era necesario hacer una uretrocistografía, examen que no es tan sencillo y que para tomarlo se había que pedir una hora. En ese momento no había nada disponible”, recuerda Aline.

Jamás pensó que lo que vendría después serían meses de espera. “Salí imaginando que me darían una hora para una o dos semanas más, pero tuvimos que esperar siete meses. Nos llamaban para avisarnos que se había abierto un cupo en el Hospital de Temuco, pero luego nos decían que por diversas razones se había suspendido y nos volvían a dar otra fecha. En cada una de esas llamadas nuestras emociones subían y bajaban, sentíamos la felicidad y esperanza de que todo iba a estar bien y luego la caída y el golpe de saber que tendríamos que seguir esperando”, dice. Y no solo sufrieron por la angustia de esperar, en esos meses su hija cayó hospitalizada cuatro veces más por episodios de fiebre alta.

Aunque a esas alturas los doctores sabían que lo que provocaba la fiebre eran infecciones urinarias, sin el examen no podían determinar ni la causa ni el tratamiento. “Por suerte” –como dice ella– su caso entró en una lista de casos que la organización Desafío Levantemos Chile junto con Clínica Alemana va tomando con el objetivo de reducir las listas de espera en el país, listas que durante la pandemia han aumentado preocupantemente. De hecho, en julio el ministro de Salud Enrique Paris, en el foro Pospandemia: gestión de las listas de espera en salud pública, organizado por la Universidad Católica, detalló que debido al fenómeno de la pandemia había una cantidad importantísima en lista de espera. "Las consultas por nueva especialidad están en 1.965.283 pacientes y en cirugía otros 291.883”, dijo. En marzo esas cifras eran de 1.709.762 y 266.250 respectivamente lo que representa un aumento de un 10 a un 15% en dos meses.

Por eso, y a pesar de haber esperado durante siete meses, Aline se siente afortunada. “Me consiguieron una hora a fines de septiembre para que a mi guagua por fin le hicieran el examen. Allí se supo que lo que tenía era un reflujo urinario –una anomalía en la válvula que normalmente evita que la orina retroceda desde la vejiga por los uréteres– que en estos meses se había agravado y entonces era urgente operar para que no se dañara su riñón”. Una vez dentro de ese programa a los pacientes les hacen seguimiento hasta el final, así que esta semana Constanza viajó a Santiago a realizar la cirugía en la Clínica Alemana.

“Estamos felices porque todo salió bien y esperanzados de que esta pesadilla termine de una vez. Fueron muchos meses sin ninguna certeza. Cada vez que recaía le hacían muchos exámenes y verla así es difícil. También a mi otro hijo, que me extrañaba cuando me tenía que quedar en el hospital con la niña internada”, reconoce Aline. Pero dice también que lo más difícil era no saber qué iba a pasar, si esto iba a tener consecuencias para su hija. “El tiempo pasaba y nadie nos daba respuestas. Esa incertidumbre es terrible porque uno queda a la deriva por mucho tiempo. Yo no sabía si mi hija iba a poder recibir el tratamiento que necesitaba y eso es lo más injusto que he vivido. Y eso que nosotros tuvimos suerte, hay gente que se muere esperando”.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.