Paola Ramírez Arratia, ex privada de libertad: “Tenemos derecho al olvido, ya pagamos por nuestros delitos”

Mujeres libres chile paula

A sus 53 años trabaja como ejecutiva de servicio al cliente y estudia una carrera técnica, oportunidades que no todas tienen. “La piedra del tope para la reinserción social es el certificado de antecedentes y la falta de oportunidades”, dice la fundadora del colectivo Mujeres Libres Chile.




Paola Ramírez Arratia tiene 53 años, trabaja como ejecutiva de atención al cliente en una multitienda y estudia Técnico en Prevención y Rehabilitación de Adicciones en Enac. Hace algunos años atrás no imaginaba que cumpliría sus sueños y podría desarrollarse profesionalmente, pues hace poco se cumplieron seis años desde que salió en libertad, luego de cumplir una condena de cinco años. “Empecé a estudiar el año pasado. Tenía la idea en mi corazón, quería compartir y ayudar a muchas mujeres para hacer un cambio. Pensé que para hacerlo tenía que hacerlo bien, prepararme y estudiar”, dice Paola, quien fundó el colectivo Mujeres Libres Chile como red de apoyo para quienes luchan por reinsertarse en la sociedad.

La idea nació a partir de una invitación que recibió para participar en un encuentro de mujeres ex privadas de libertad en Bogotá, Colombia. Ahí se dio cuenta de lo necesario que es contar con una red de apoyo entre mujeres. “Me encontré con una gran cantidad de mujeres que habían estado privadas de libertad por delitos comunes, con muchas ganas de organizarse, cansadas de las condiciones indignas en las que se encuentran las mujeres privadas de libertad en Latinoamérica”, dice. Y agrega: “Es la privación de libertad, no de nuestra dignidad”.

¿Cómo nace tu colectivo?

Nos ha costado un poco organizar la temática del grupo. Nos hemos dado cuenta de la necesidad tremenda de tener un espacio para desahogarnos, de decir que queremos cambiar, pero a la vez es muy difícil porque, con el papel de antecedentes, nos cierran la puerta de forma inmediata.

Ese requisito se convierte en un impedimento, entonces.

La piedra del tope para la reinserción social es el certificado de antecedentes y la falta de oportunidades. Yo soy una privilegiada, fui una excepción. La persona que me entrevistó me dio la oportunidad de trabajar. Después de un tiempo en el trabajo se supo que yo había estado privada de libertad, cuando ya vieron que era responsable, trabajadora. Esa oportunidad no la tienen todas. Yo hoy no tengo antecedentes porque tuve que pasar por un proceso largo para limpiarlos, pero mi causa sigue estando en internet. Si pones mi nombre en Google aparece, y así les pasa a muchas. Tenemos derecho al olvido, ya pagamos por nuestros delitos.

¿Te tuviste que enfrentar a muchos “no” cuando saliste en libertad?

Tenía súper claro que no me iban a dar trabajo. Me puse a hacer empanadas, cosas para vender en la calle, esperando la oportunidad milagrosa en el camino. Hasta el día de hoy es inexplicable cómo pude conseguir ese trabajo, porque las chiquillas tienen que pasar por un proceso de confianza para hacer aseo en una plaza o en una empresa, que son trabajos que no te dejan crecer en ellos, sin desmerecerlos, por supuesto. Gendarmería y organizaciones te capacitan adentro, pero todo queda obsoleto cuando sales. No tienes oportunidades al decir “Me capacité en la cárcel”.

¿Crees que sigue habiendo mucho prejuicio?

El estigma no ayuda mucho, tampoco la opinión pública sobre la delincuencia. Se habla mucho de hacer más leyes que sean punitivas, pero nadie habla de reinserción social. Nosotras sabemos por experiencia que una mujer que tiene cuatro hijos y que se ha reinsertado en la sociedad, no solo lo ha hecho ella, sino su familia completa.

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Al salir en libertad, Paola se enfrentó a una vida totalmente nueva que la dejó cerca, pero a la vez lejos de sus hijas. “Fue duro encontrarme con que no tenía dónde vivir. Llegué a una casa de acogida, donde estuve unos meses hasta que me ordené. Gracias a Dios había juntado plata en los talleres que había hecho adentro y con eso pude arrendar un departamento y recuperar a mis hijas más chicas. Uno piensa que el mundo se queda congelado. Esperas encontrarte con las niñas que dejaste afuera, pero ya no están porque crecieron”, detalla Paola, madre de cuatro hijas ahora de 35, 34, 25 y 22. “Siempre fui sola, no había un padre contenedor ni educador al lado de ellas. Se cuidaron entre ellas. Tenía miedo de que repitieran mi historia”, añade.

¿Cómo fue ese reencuentro?

Es todo un proceso. Cuando salí, tuve seguimiento por parte de la Fundación Mujer Levántate, que fue fundamental para mi vida. Hubo un conjunto de situaciones que me ayudaron a robustecer mis fortalezas y a trabajar en mis debilidades. Quizá el clic te lo hacen tus hijos cuando en algún momento te dicen que están orgullosos de ti. Te sientes recompensada, que todo sacrificio vale la pena. Para nosotras, las mujeres, es tres veces más difícil levantarnos, pero tenemos una capacidad de resiliencia que no toda persona tiene.

Aparte de los estigmas sociales y el requisito del certificado de antecedentes, ¿en qué otros temas consideras que estamos al debe en cuanto a reinserción?

Quizá es un sueño lo que te digo, pero creo que la delincuencia debiera mirarse con una perspectiva de género. Las mujeres que han estado privadas de libertad no son delincuentes porque quieren. Probablemente su entorno de vulnerabilidad las lleva a tomar esa decisión. Falta mucho trabajo para proteger a las mujeres que están siendo vulneradas de distintas formas. Cuando ya pagamos por ese delito, necesitamos la oportunidad de reinsertarnos, porque la cárcel no rehabilita. No es un lugar amoroso ni cariñoso.

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Dentro de los objetivos de Paola para este año está convertir su colectivo Mujeres Libres en una fundación que brinde ayuda a mujeres en la búsqueda de trabajo, como también contención en todo el proceso que implica salir en libertad. En la actualidad participa de forma activa en la red latinoamericana de apoyo Fundiendo rejas. Y cada domingo, sin falta, asiste a la misa en la cárcel de mujeres de Santiago.

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