Ésta es mía. Me llevo todas las fichas.
All in. Apuesto todas.
Vamos, vamos, a ver qué tienen los demás. Nada, se retiran. Menos la peruana. Tiene un as y un nueve. Listo. Tengo 70% de probabilidades de ganar esta mano. Tengo un par de reyes.
Mauricio Zeman escucha un grito a sus espaldas: "¡Vamos, capitán!".
Se da vuelta y mira a su mujer. Pamela Espinosa está mordiéndose las uñas. Quedan cinco jugadores en la mesa final del Master Enjoy Poker Series, de Coquimbo, el torneo de póker más importante de Chile. Las pantallas gigantes muestran el par de reyes de Zeman. Luego enfocan el as de la peruana.
"Que salga otro rey, que salga otro rey", repite Pamela en voz baja.
Mauricio Zeman escucha los aplausos del público. Lo ciegan las luces. A las once y media de la noche del sábado 19 de diciembre de 2009, después de casi 24 horas seguidas jugando póker, piensa: "Estoy a punto de ganar este torneo".
Retrocedemos siete años: Pamela tiene 22 y estudia Agronomía; Mauricio tiene 35 y es economista. Los dos juegan bridge y se conocen en un torneo al que Pamela es invitada como parche. Al poco tiempo se casan; tienen hijos; siguen jugando bridge. A Mauricio lo seduce calcular las probabilidades involucradas en cada mano. Pamela tiene un don innato para los juegos y le fascina ganarlos.
Un día de 2006 viajan a Montevideo a un torneo latinoamericano de bridge y una amiga los invita a Punta del Este, donde se disputa un importante torneo de póker. Allá parten los Zeman Espinosa y Mauricio se inscribe. Pierde casi enseguida y los dos quedan con la bala pasada: tienen que aprender a jugar póker, como sea.
Mauricio viaja a Estados Unidos, se compra cuanto libro encuentra sobre el tema, subraya con lápiz los capítulos más importantes, toma clases con algunos de los más famosos jugadores en Las Vegas. Él y Pamela empiezan a participar en los torneos que se hacen los miércoles en el casino de Viña del Mar, donde la inscripción cuesta 60 mil pesos. En el camino de Santiago a Viña, Mauricio le da consejos a Pamela, porque ella no sabe inglés y no lee los libros. "Acuérdate de concentrarte no sólo en tu juego, sino también en el de los demás". "Tienes que hacerte amiga del de tu izquierda y enemiga del de tu derecha, porque el de tu derecha te trata de quitar las fichas". "Fíjate en las manos, si les tiritan, cómo toman las fichas para apostar: ahí se nota si un jugador está molesto, si está eufórico, si está tratando de demostrar algo". "Si el gallo está con una polola que acaba de conocer, está tratando de lucirse y lo más probable es que lo pierda todo".
Los Zeman Espinosa pronto empiezan a ganar plata. 500 mil pesos, un millón, dos millones. También juegan póker en internet
–Mauricio más que Pamela; de hecho, Mauricio suele jugar con dos pantallas para estar en varios torneos simultáneamente– y un día ganan 60 mil dólares entre los dos. Después empiezan a viajar más lejos. En los últimos dos años, Mauricio ha jugado torneos en más de veinte países. Argentina, Uruguay, Aruba, Costa Rica, Estados Unidos. A veces lo acompaña Pamela, como cuando fueron a Las Vegas y Mauricio jugó la Serie Mundial, aunque no ganó ningún premio; a veces van con los tres niños. Son sus vacaciones. Cuando están en Santiago, Mauricio se dedica a su fundo y a su empresa de colchones, y Pamela a sus dos salones de belleza. Los lunes en la noche juegan los torneos que se organizan en casas de amigos.
Llevan casi 3 años jugando póker y tienen ciertos principios.
1. Los Zeman Espinosa no juegan contra el casino, porque el casino siempre tiene muchas más probabilidades de ganar y ellos sólo apuestan cuando las probabilidades están a su favor.
2. Los Zeman Espinosa no juegan la modalidad de póker llamada cash, en la que se apuesta plata del bolsillo. Sólo juegan cuando el monto invertido es fijo, es decir, cuando es la inscripción a un torneo, que puede ir de 20 mil pesos a 10 mil dólares, como es el caso de la Serie Mundial de Las Vegas.
3. Los Zeman Espinosa no creen en la suerte. "En el corto plazo, es decir, una jugada o un torneo, puede pasar cualquier cosa: yo puedo tener las probabilidades a mi favor y perder. Pero en el largo plazo, es decir, varios años, van a ganar siempre los mejores", asegura Mauricio. "El póker no se trata de tener suerte, sino de tomar las mejores decisiones con la información que tienes".
Por eso, porque no cree en la suerte, hasta hace poco Mauricio llevaba un 13 colgado de una cadenita al cuello: el número de la mala suerte. Pero para el último día de los enamorados fue con Pamela a un spa y se le quedó el colgante en el bolsillo de la bata.
Pamela Espinosa está pendiente de su marido, que está en la mesa final, jugándose un premio de 28 millones de pesos. Se mordisquea las uñas. "Mauricio nunca ve sus cartas antes de jugar", comenta sin sacarle la vista de encima. "Estudia a los jugadores. Así debiese ser. Pero yo soy demasiado ansiosa y no aguanto sin mirarlas".
El viernes 18 de diciembre de 2009, a las siete y media de la tarde, el sol brilla sobre el mar de Coquimbo y el torneo de póker más importante del año en Chile está por empezar. Dura dos días: la primera noche se juega hasta las dos de la mañana y el día siguiente, de dos de la tarde a doce de la noche, con descansos cada dos horas. Los Masters EPS son, en el póker local, algo así como los grand slam en el tenis y éste es el más caro de todos: la inscripción cuesta $345.000 y, durante las dos primeras horas de torneo, los jugadores pueden comprar más fichas si pagan otra cantidad igual. Hay 183 jugadores inscritos; sólo nueve mujeres. Los 10 que lleguen a la mesa final cobrarán un premio. El ganador –o la ganadora– se llevará más de 28 millones de pesos y la inscripción a la Serie Mundial de Las Vegas, cuyo premio mayor es nueve millones de dólares.
Los jugadores repletan el hall que antecede el salón donde, en pocos minutos, se van a jugar la vida. Casi todos son chilenos, pero hay peruanos, argentinos y un gringo que, se rumorea, es el mejor. Fuman sus últimos cigarrillos –dentro están prohibidos el tabaco y el alcohol– y se palmotean la espalda cuando se encuentran con viejos conocidos.
Pamela Espinosa no fuma y no toma, ni jugo ni bebida, porque si le dan ganas de ir al baño en la mitad del juego se desconcentra. Está ansiosa: al fin se abren las puertas del salón, suena una música estridente y todos entran a buscar sus mesas, asignadas por sorteo. Hay pantallas gigantes, luces de discoteca, mesitas con jugo y café. Cuando todos están sentados, un hombre de terno da inicio al torneo y la música se funde con el ruido constante de las fichas que chocan entre sí, como la lluvia que cae sobre un techo metálico.
Retrocedemos dos meses: Mauricio Zeman llega a un café en Providencia y pide una bebida light. No toma alcohol, no fuma: dice que no tiene ningún vicio. Dice que el póker tampoco es un vicio. Que es un deporte. Un desafío intelectual.
Dice que lleva una planilla con el registro de todo lo que ha ganado y perdido, y el balance es más que positivo. Dice que algunos juegan por la fama, otros por la plata. Él no. Juega porque quiere ser cada vez mejor. Quiere ser reconocido internacionalmente. Quiere que Poker Stars, el sitio de póker on line más grande del mundo, lo designe como jugador pro: eso significa que lo auspicien y lo inviten a los torneos más importantes. Dice que ya está en ese camino: hace poco creó una página web asociada a Poker Stars, llamada www.masdepoker.com, para informar sobre torneos, tips para jugar, libros.
Dice que, para muchas personas en Chile, él es el mejor. Pero él no se considera tan bueno, porque podría estar toda la vida aprendiendo más.
Dice que lo primero que hay que entender es que todos los jugadores de póker se creen mejores de lo que son y que, justamente, su mayor enemigo es el ego. Dice que le duele el alma cuando juega a favor de las probabilidades y pierde. Muy pocas veces pasa eso. La mala suerte casi no existe. Casi. Dice que cuando está jugando, no valen los amigos ni los amores. Si su señora está en la misma mesa, él trata de ganarle todas las fichas que pueda. Y ella a él. De hecho, Pamela varias veces lo ha eliminado de un torneo.
Esta vez, en Coquimbo, Pamela empieza el torneo sentada en la mesa 5, en una buena posición, porque le toca frente al croupier. Eso quiere decir que puede ver a todos los jugadores por igual. Sus expresiones, sus movimientos. Cuando le toca al lado del croupier, no alcanza a ver al jugador que está al otro lado del que reparte las cartas.
Mauricio juega a varias mesas de distancia. De vez en cuando, Pamela le hace señas con la mano y él le tira un beso.
"Para jugar póker, las mujeres tenemos que tener una personalidad fuerte, no podemos ser la mujer sumisa, calladita, no. Hay que tener mentalidad ganadora. Yo creo en el libro The secret, en que uno llama a las buenas vibras: hoy día voy a ganar, hoy día voy a ganar. ¡Es que amo ganar!", dice Pamela. "Para mí, lo importante no es competir. Lo importante es ganar. Odio perder. Me quedo callada, aunque una vez lloré. Había llegado con demasiada confianza a la mesa final de un torneo en Mar del Plata y perdí una mano en la que yo tenía probabilidades mucho más altas de ganar. Andaba con lentes de sol. Y de repente sentí que por debajo me caían lágrimas. Qué vergüenza, ¡nadie llora en el póker! Pero me dio rabia. ¡Yo iba a ganar!".
En el torneo de esta noche, muchos de los jugadores usan anteojos oscuros, audífonos o jockeys. Hay uno que tiene un frasco enorme de cápsulas de omega-3 en la mesa, para la concentración. Hay uno que grita "¡Ooookeeeeey!" cada vez que gana una mano, y tiene esa palabra, escrita así, estampada en la parte de atrás de su polera. Hay uno que juega con un gorila de plástico en miniatura sobre sus fichas.
Cada cierto tiempo se forma un círculo en torno a alguna mesa donde hay una apuesta importante. Otros jugadores gritan, aplauden, felicitan a quien ganó la mano, luego vuelven corriendo a sus puestos. A medida en que se van eliminando competidores, las mesas se redistribuyen para que siempre haya 10 jugadores en cada una.
20:47 hrs. Pamela bosteza y acomoda sus fichas. Sus pies, enfundados en botas de cuero color crema, se balancean por debajo de la mesa.
21:30 hrs. Pamela se calza el jockey negro de Más de Póker, la página web de Mauricio. Minutos después, con un par de reinas, gana una montaña de fichas. Las ordena por color, cuidadosamente: las rojas valen 100 mil, las azules 500 mil y las negras 1 millón. No es plata, las fichas no equivalen a pesos; son montos ficticios que finalmente determinarán al ganador del premio prefijado.
22:30 hrs. Hay un break. Pamela persigue una bandeja de sushi. Dice que le ha ido bien porque se ha aprovechado de su reputación, que es ser "tight aggressive": apuesta muy poco, pero cuando lo hace, entra fuerte. Entonces los demás se asustan.
01:20 hrs. Pamela Espinosa apuesta todas sus fichas con un par de jackos. El jugador del gorila en miniatura le iguala la apuesta: tiene un par de ases. Pamela queda eliminada. No quiere hablar con nadie. Toma su cartera y se va a su habitación. "La embarré, la embarré", piensa mientras se queda dormida, aunque esta noche no llora.
Mauricio dice que le duele el alma cuando juega a favor de las probabilidades y pierde. ¡Le duele el alma! Porque muy pocas veces pasa eso. La mala suerte casi no existe. Casi, dice.
Unas semanas antes de partir a Coquimbo, Mauricio Zeman fue designado capitán del equipo chileno que competirá durante la primera quincena de enero en un torneo en Bahamas organizado por Poker Stars. Esto quiere decir que comandará la estrategia del equipo –a modo de director técnico– en uno de los torneos más importantes del mundo. El nombramiento genera ácidos comentarios en blogs y sitios web: que Zeman es un apitutado. A él no le resbalan del todo las críticas. Por eso siente que es tan importante ganar el torneo de Coquimbo. Por eso y porque están los argentinos pro de Poker Stars presentes: si gana, si lo ven ganar, tiene una buena oportunidad de que lo elijan el primer jugador pro de Chile.
En todo esto piensa Mauricio Zeman mientras avanza al segundo día del torneo junto a otros 98 jugadores. Le quedan pocas fichas y las cuida como si fueran de oro.
Pamela vuelve al round. Se inscribe en el Second Chance, una competencia paralela en la que participan los 89 eliminados del torneo de Coquimbo, y vuelve a perder. Pero esta vez no le importa en lo absoluto: está pendiente de Mauricio, que está en la mesa final. Se mordisquea las uñas y el esmalte rojo ya está descascarado.
Mauricio Zeman se da vuelta hacia el público, que festeja cada jugada. Mastica chicle furioso. Cuando le reparten sus cartas no las mira enseguida: recién cuando le toca apostar las escudriña tapándolas con la mano izquierda.
"Mauricio nunca ve sus cartas antes de jugar", comenta Pamela sin sacarle la vista encima a su marido. "Estudia a los jugadores antes. Así debiese ser. Pero yo soy demasiado ansiosa y no aguanto sin mirarlas".
Mauricio va all in, apuesta todas sus fichas, y gana de vuelta un montón. Una argentina –una de las pro de Poker Stars– queda eliminada.
Pamela aplaude a rabiar. "¡Quedan cuatrooooo! Por cada persona que se va, aumenta el premio. Con lo que Mauricio lleva ganado, nos pagamos los pasajes y el hotel para el torneo de Bahamas".
Mauricio va de nuevo all in.
El par de reyes.
El as-nueve de la peruana.
El croupier da vuelta las tres primeras cartas comunitarias, que cualquiera de los dos jugadores puede usar. Un as.
Mierda. Un as. Par de ases para la peruana.
Vamos, queda una carta más, otro rey, si sale otro rey, gano.
La última carta: un ocho.
Un ocho. No puede ser. No puede ser.
La voz de Pamela: "¡Puta la huevá! ¡Cómo se puede perder con un par de reyes!".
Mauricio Zeman se levanta y le estrecha la mano al croupier y a los otros jugadores. Acaba de salir cuarto. Acaba de ganar más de ocho millones de pesos y el octavo lugar en el ranking nacional. Y siente ganas de llorar.
Media hora después, el chileno Erick Gómez gana el torneo y los 28 millones de pesos con un full. En segundo lugar, la peruana, Samar Hodali. En tercero, Pablo Andrew, chileno.
Los Zeman Espinosa, sentados en un rincón, apenas prueban el cóctel del torneo. "No, gracias", le repite Mauricio a los garzones. "Estoy con depresión".
"Un par de reyes es la segunda mejor mano del póker", dice con amargura. "Yo tenía 70% de probabilidades de ganar. Si hubiera perdido antes no me hubiera importado, pero con esa mano y esa cantidad de fichas, estaba seguro de que ganaba".
Empieza la premiación. Zeman se para de mala gana a recibir sus $ 8.154.000. Pamela lo aplaude y grita "¡Bravo!" para animarlo. Él vuelve a su asiento sin mirar su trofeo en forma de pick. "Éste era el torneo más importante para mí. El premio mayor era de casi 30 palos: yo hubiera dado 30 palos por haberlo ganado".